Me introduzco en un jardín
de palabras
donde aparecerán niños ahogados
y amores obedientes. 

 

Donde la voz
en un campo vacío
cubre de dolor la urdimbre
de manos entrelazadas
que se agitan buscando atardeceres. 

 

Hay una figura errante descendente
que se pasa el tiempo en la cama
dando gracias sin quejarse
porque de nada le sirve.

 

En el espejo verá sus recuerdos de nieve,
las sombras de inviernos pasados,
las ramas que se ocultan en la oscuridad,
el reflejo del deseo.

 

Es como un retrato
del tiempo pasado,
la música de una nana repetida,
un nombre arrebatado al silencio.

 

Los objetos y las personas
adoptan una actitud inerte.
pero se afianza el recuerdo
entre lamentaciones, otoños desperdiciados,
sueños de luto que no son nada. 

 

El mundo se desmorona,
por más que Aquiles quiera protegerse
y triunfar,
la noche me visita en la metamorfosis de mi padre
y yo estoy en el exilio de la vida. 

 

Somos fragmentos de flores heridas,
tan solo con la inmortalidad de la soledad, 
víctimas de un destino sin abrazos.

 

Cuando escriba la última carta, el último verso, la última canción,
cuando oiga la voz del río,
habré salvado los obstáculos de la noche
y, al fin, en mi despedida,
seré libre.