La guerra entre los palestinos de Gaza y los israelíes podría ser una más de las que han enfrentado a ambos pueblos desde hace más de setenta años, que no se sabe cuando empiezan ni cuando terminan, pues esto casi nunca llega a suceder del todo. La brutalidad de la violencia ejercida es una característica esencial de este conflicto. Sin embargo, quizás sea la primera guerra israelí-palestina que, comience como todas brutalmente, empezando a derivar, igual de brutalmente, en una escalada totalmente incontrolable y que conduzca a un lugar de difícil retorno.
Lo visto en estos días no permite ser muy optimistas.
El porqué, para qué y sobre todo la razón por la cual se produce en este momento esta brutal apertura de hostilidades puede tener muchas y contradictorias explicaciones. Como siempre cada cual lo interpretará a conveniencia. Y como siempre no se será capaz de interpretar la tragedia sin apearse de las ideas preconcebidas. El frentismo volverá a emerger, palestino pueblo de terroristas y judíos sanguinarios y escuderos del capitalismo yanqui. Como suele ser cada vez más frecuente nadie reparara, los culpables suelen ser otros, es decir nosotros, los europeos, los estados europeos impasibles durante décadas y limitándose a una cuantiosa ayuda humanitaria y la reconstrucción de unos paupérrimos territorios que duran poco tiempo en pie.
Estos días nos recordarán que Gaza desde hace mucho tiempo se ha convertido en un parque temático de los campos de refugiados, donde de forma impasible se puede comprobar que la vida humana en estos lugares pierde su sentido y eso justifica que vivir o morir sea solo una raya en la línea del tiempo.
Es un territorio pequeño donde la vida sería aceptable como mucho para un centenar de miles de personas y sin embargo en él coexisten dos millones y donde solo unos 500.000 tienen la suerte de hacerlo fuera del campo de refugiados. La superficie de este territorio es más o menos semejante al de la cercana Isla de Malta, habitada por unas 25.000, un paraíso turístico. Todo tan cerca y tan lejos.
En el año 2018, António Guterres Secretario General de la ONU, ya afirmaba en una ampulosa declaración que la Franja de Gaza sería “inhabitable” a partir de 2020 si Israel no ponía fin a las restricciones y bloqueos y si no mejoraran las condiciones de vida de sus habitantes. Desde esa fecha la situación no ha hecho sino empeorar. Hoy es más que inhabitable. La electricidad, el agua potable y los sustentos básicos para la supervivencia mínima de cualquier ser humano brillan por su ausencia. Habitar en Gaza es pasar días y noches en un caldo de cultivo del resentimiento y el odio. Dicho esto no como giro literario, sino como una trágica realidad en la cual nosotros no tenemos capacidad para imaginar. Ello, no obstante, no justifica ningún tipo de violencia, ni de acción ni de reacción.
La realidad de Cisjordania no es mucho mejor que la de Gaza. Como en esta vida nada es casual se ha ido produciendo, paulatinamente, que Hamás, el grupo más radical e intransigente de la política palestina, haya ido también en este territorio ocupando más parcelas de poder político y no sólo militar. En Gaza es la fuerza mayoritaria ejerciendo un poder absoluto y opresor. Es decir, es seguro que en los próximos días Cisjordania también se vera dramáticamente involucrada en el conflicto, como ya por otra parte ha avisado Ismail Haniya, líder Hamás en Gaza.
Palestina ha venido estando olvidada de la geopolítica mundial en los últimos tiempos y todos van aprendiendo la lección, el que no mata no mama.
En Estados Unidos, Trump con su descriteriado “acuerdo del siglo” para el conflicto árabe israelí en enero de 2020, para empezar rompió el consenso bipartidista que había venido existiendo en esta eterna cuestión y luego desde el desconocimiento más supino sobre el problema y con la mayor prepotencia pretendió establecer una base de acuerdos totalmente inaceptables para los palestinos partiendo de la negación del multilateralismo, esto se resuelve sólo entre las partes, y considerando que los palestinos están tan necesitados y solos que aceptarían todo.
A Biden no le ha dado tiempo a dejar su huella en el problema, como todo presidente de los Estados Unidos que se precie, renunciando a tener una agenda propia que pudiera avanzar aunque fuera tan solo unos centímetros en alcanzar algo parecido a la paz.
Bien es cierto que lo que está sucediendo sucediendo ha roto cualquier prisma que pueda permitir contemplar la situación con los ojos de ayer.
Israel lleva mucho tiempo sumida en una profunda crisis política interna. Un gobierno que concita una amalgama de partidos donde se pueden encontrar todas las variedades posibles que se cobijan bajo lo que se puede denominar como extrema derecha. Un jefe de gobierno lastrado por multitud de casos de corrupción sostenido por un hilo que se asegura con actitudes cada vez mas totalitarias, especialmente contra la judicatura. Con ello en los últimos tiempos en la población israelí ha ido creciendo un sentimiento de frustración y el convencimiento de que su modelo democrático ha sido arrumbado. El otrora partido laborista, elemento moderador de la dureza extrema en la política de Israel, hoy brilla por su ausencia. En todo este paisaje, el ataque de las fuerzas de Hamás habiendo evidenciando el fallo de todos los mecanismos de seguridad de fronteras y sus recursos de inteligencia, dejan ver a los ciudadanos israelitas que tienen un gobierno más preocupado de su mantenimiento en el poder que en la seguridad.
En la política interior israelí, lo que está sucediendo con su crueldad, intensidad, modo de actuación de los paramiliateres palestinos y la vulnerabilidad demostrada por el ejército de Israel, provocará, sin duda, que se aviven las soflamas de llamamientos a la unidad nacional, y a que la población se posicione tras su gobierno, se pedirá el apoyo a todas las acciones de represalia y que estas sean de la mayor contundencia.
Eso además coreado, desde el primer momento por el gobierno americano, y aquí si la frase es pertinente pues siempre es igual, como no podía ser de otra manera. La UE y sus estados miembros, en estos tiempos en lo que ya han perdido su agenda internacional comprando el modelo americano como en los mejores tiempos, ha hecho lo propio.
Las voces de paz y sensatez han sido mucho más tibias que las que hablan de la legitimidad de la respuesta, no sólo políticamente, sino también mediáticamente.
Reparemos en una cuestión. El ataque recibido, según han informado, no es nada convencional, ni en los métodos de actuación, ni en los medios utilizados. Los argumentos dados pertenecen al mismo relato impuesto en la guerra entre rusos-ucranianos, en los últimos tiempos sobre los derechos de supervivencia de los pueblos, la dignidad mancillada y angustias existenciales ... Es el nuevo tiempo del mundo donde más vale morir y matar, sin pudor alguno, que pasar desapercibidos para que las causas no queden cubiertas por el polvo.
Como nada es casual, se dice y no suele serlo, este ataque no puede disociarse del conflicto que estamos viviendo en el teatro de operaciones europeo.
Zelenski jaleado por donde va, paseando su camiseta militar ya sea Washington o Granada, está diciendo al resto del mundo que el único importante para EEUU y para la UE es él. Como al niño antojadizo, los Reyes Magos le dan lo que pida en el gran mercado de las armas y además los fondos están previstos para la reconstrucción de Ucrania en cuanto cese el bombardeo. Europa sólo tiene ojos para un conflicto que sabe alimentar, pero incapaz de parar. Las Naciones Unidas en el conflicto palestino se ha hartado de sacar resoluciones, las cuales solo han servido para adornar los discursos de los gobernantes de turno. Hoy las Naciones Unidas ya no sirve ni para eso.
La actuación de Hamás, tenga detrás a quien tenga, sin duda el caso de Irán parece más o menos evidente, es un paso de extensión territorial del conflicto existente en Europa. Una evidencia más de la debilidad de las democracias y de su incapacidad de resolver los problemas por una forma distinta que la tradicional.
Rusia, sin negar su apoyo a Hamás, al cual occidente tilda de grupo terrorista aunque “legitimado” por las urnas palestinas y con más de una evidencia de que fue una creación de los propios israelitas para oponerse a la OLP, juegos perniciosos, ha pedido que este nuevo episodio del conflicto no termine en una carnicería y que se establezca algún proceso de negociación.
En definitiva, en ello hay una llamada a los Estados Unidos y a sus fervorosos aliados, de que la única forma de poner fin a los conflictos armados en este momento y que van a seguir creciendo no es por desgracia a través de la ley internacional, solo puede ser en torno a una mesa de negociación donde no se pretenda que sólo se pueda ocupar la silla del vencido, reservando a los de siempre la del vencedor.