“Estaba en la situación del ajedrecista que no tiene ningún movimiento para evitar la derrota y tiene que abandonar la partida”. Milán Kundera. La insoportable levedad del ser.
La investidura de Feijoo, cuyos prolegómenos están siendo tan largos como interminables, se ha convertido en una suerte de despropósito cuyo final todo el mundo conoce. ¡Cómo si este país estuviese para perder el tiempo!
Mientras tanto, el Todo se convierte en una especie de comedia de enredo, donde se buscan soluciones inexistentes, se hacen llamadas al trasfuguismo, o donde un tal Puigdemont es capaz de intentar de nadar en el oleaje y sumergir a toda España, incluida Cataluña, en una especie de absurdo combate submarino con guantes de boxeo. Es el Ruedo Ibérico valleinclanesco que en este país nuestro “de todos los demonios”, como diría Gil de Biedma, resucita cada dos generaciones.
Feijoo no acierta, se desparrama, se contradice, es dúctil, dubitativo, superfluo, no se orienta, anda como perdido, mientras parece que sube o parece que baja. Ha dilapidado en año y medio esa imagen de hombre sensato, moderado y prudente con la que quiso aterrizar en las Españas. Pero ha demostrado que España le viene grande, y ha dirigido un partido que se queda corto, muy corto, para ser una alternativa de Gobierno seria.
Alberto no controla. Los que dicen ser de “los suyos”, le han convocado una manifestación contra el adversario en víspera de su fracasada investidura, como ya hicieron en su día con Pablo Casado, en la Plaza de Colón. Y a resultas, quien pretende ser frustrado Presidente del Gobierno puede acabar convirtiéndose en frustrado líder de la oposición, esperando tan solo, a que “ella” tome el relevo.
El pobre de Alberto ha conseguido convertir la investidura en una auténtica embestidura, y es que la maraña es tal en esta sempiterna piel de toro, que bueno es recordar las palabras sensatas de aquel racional poeta, Antonio Machado: “De cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa. Nunca extrañéis que un bruto se descuerne luchando por la idea”. Pues ahí, en ese enredo andan tirios y troyanos, cabezas y brutos, inquisidores y herejes, como si todos tuviesen en sus manos una solución que ni tan siquiera conocen. Pues eso.