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"Nunca consideraré como libre a quien vive vive en el temor..." Horacio 

Rubiales, Jetales y la desmesura

Rubiales, Jetales y la desmesura

No lo llamare por su nombre, no merece que lo tratemos como a una persona porque carece de los atributos que corresponden.  Fonéticamente he pensado llamarle “Jetales”, verbo transitivo imperativo singular de jetar que significa, según el diccionario, desleír algo en un líquido, jetar la salsa, jetar un ajo y echarlo en el guiso.


Es como un triste resumen del caso. Ha tratado de embrutecer la victoria de nuestras campeonas, (primera vez en la historia que España se consagra ganadora del mundial de futbol femenino)  al tratar de desleír un gran éxito en las miserias de un protagonismo destructivo.

 

No estoy segura que lo peor de Jetales sea el machismo, que por supuesto padece de forma crónica, lo peor es la superioridad que se auto arroga, su engreimiento y chulería su actitud de matón de Torrente, con permiso de Santiago Segura, todo ello bien jetado junto con varios ajos de eructo asegurado. Definen a un personaje, que anuncio dimitiría, para posteriormente negarse a dimitir y afortunadamente ya suspendido por la comisión disciplinaria de la FIFA por 3 meses hasta que se aclare el barullo montado y que han clarificado los hechos, tratando de presentarse primero como víctima y acusando a Jenni Hermoso, la victima real, de mentir; acusando a las miles de personas, mujeres y también hombres, que nos hemos  solidarizado, de ejercer un falso feminismo; utilizar a la familia padres e hijas para tratar de reforzar sin éxito, su imagen; acusando a partidos políticos y medios de comunicación de haber cambiado de posición y buscar el aplauso de la asamblea de la RFEF mayoritariamente hombres que llegaron a aplaudir partes de su discurso cuando trato de dar lecciones de verdadero y falso feminismo.

 

Qué sabrá el de feminismo, forzando besos en la boca a las  jugadoras cuando lo normal en las relaciones de amistad es el abrazo o el beso en las mejillas. No es habitual ver por la calle que la gente se bese en la boca cuando se encuentra sin más o que el hombre agarre con las dos manos la cabeza de la violentada para que no pueda ladear la cara para evitar el salivar no deseado. Tampoco he visto en ningún deporte que un presidente se cargue al hombro a una jugadora como ternera preparada para entrar en la línea de matanza del desolladero, ni que desde la tribuna en una final en que juega su país, se masajee los genitales invitando a la felación en un lenguaje gestual que arrocino toda la tribuna del Stadium Australia de Sídney y televidentes mundiales y dónde asistía también la reina de España y la infanta Sofia en apoyo a la selección femenina.  No son comportamientos normales que  afortunadamente ya  habíamos olvidado hasta que llego el sátrapa jetales, que además ha tratado de enmarañar a sus hijas en estos desgraciados y nada ejemplares episodios de sus bajezas.

 

Este hombre esta poseído por la hibris, concepto griego que puede traducirse como ‘desmesura’ del orgullo y la arrogancia. No hace referencia a un impulso irracional y desequilibrado, sino a un intento de transgresión de los límites impuestos por los dioses a los hombres mortales y terrenales. En la Antigua Grecia aludía a un desprecio temerario del espacio personal ajeno unido a la falta de control de los impulsos propios, siendo un sentimiento violento inspirado por las pasiones exageradas, consideradas enfermedades por su carácter irracional y desequilibrado, y más concretamente por Ate, diosa de la fatalidad , personificación  de las acciones irreflexivas y sus consecuencias presas de furia y orgullo. Como reza el famoso proverbio antiguo, erróneamente atribuido a Eurípides: «Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco».

 

La religión griega ignoraba el concepto de pecado tal como lo concibe el cristianismo, por lo que la hibris se consideraba la principal falta. Se relaciona con el concepto de moira, que en griego significa ‘destino’, ‘parte’, ‘lote’ y ‘porción. El destino es el lote, la parte de felicidad o desgracia, de fortuna o infortunio, de vida o muerte, que corresponde a cada uno en función de su posición social y de su relación con los dioses y los hombres. Ahora bien, la persona que cae en hibris es culpable de querer más que la parte que le fue asignada en la división del destino. La desmesura designa el hecho de desear más que la justa medida asignada y está relacionada con el ego desmedido. El castigo a la hibris es la némesis, respuesta de los dioses que tiene como efecto devolver al individuo dentro de los límites que cruzó. Una especie de justicia retributiva

 

La concepción de la hibris como falta determina la moral griega como una moral de la mesura, la moderación y la sobriedad, obedeciendo al proverbio pan metrón, que significa literalmente ‘la medida en todas las cosas’, o mejor aún ‘nunca demasiado’ o ‘siempre bastante’. Al Jetales no le queda alternativa más que dimitir, o dejar que la ola que ha despertado lo destroce de forma implacable e irreversible. Hibris era una deidad inferior de la mitología griega, una personificación de la necedad, el descaro y la arrogancia excesiva. En esencia, la del insulto. Los antiguos griegos pensaban que el comportamiento arrogante y soberbio, la enfermedad del poder, conducía inevitablemente a los mortales a cometer errores trascendentales.

 

El síndrome de hibris suele afectar a los que el poder ha cegado. La locura y desmesura guían su proceder. Se sienten llamados por un mandato superior que los mortales no son capaces de comprender y por eso su actuación es incomprendida por los “infra seres”. Están poseídos por un ego desmedido. Una enfermedad que los lleva a actuar no por el bien común sino con el único objetivo de glorificarse y mejorar su posición personal. La ha padecido Berlusconi, la padece Trump, la padeció Albert Rivera y se ha contagiado al Jetales. Haga lo que haga, está condenado. Cuando antes rectifique más posibilidades de renacer, pero no lo tiene nada fácil.


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