Los cines Babel de Valencia han programado un ciclo dedicado al director Olivier Assayas para amenizar el tórrido verano de 2023, ciclo culminado por la proyección de Après Mai (Después de Mayo). El cineasta francés refleja en Après Mai una perpleja mirada sobre la adolescencia, en la que convergen multitud de perspectivas sobre las postrimerías de las revueltas iniciadas en 1968. El mérito de la apertura de significados del film puede ser, sin embargo, objeto de crítica en una cultura dominada por la visualización lineal y voraz de capítulos ordenados por temporadas en plataformas online. Esta reflexión sobre el modo de narración cinematográfica viene a cuento de una compleja escena de Après Mai, en que se opone la sintaxis revolucionaria al relato burgués en un diálogo establecido en un cinefórum all'aperto en una plazoleta de barrio.
Reabro desde nuestra actualidad dos significados exhalados por los estertores del mayo del 68 y enigmáticamente tratados por Après Mai: 1) la revolución, 2) su después.
Por lo que respecta al significado de la revolución, los adolescentes franceses representan el espejo invertido de los estudiantes rebeldes del 2023. Si en el 68 parisino la motivación juvenil de la revolución consistía en la subversión de la moral conservadora, en el 23 podría consistir en la subversión de la moral progresista. Con el fin de no caer en una falsa generalización, sitúo el ámbito de la subversión del 23 en los pasillos de mi instituto de secundaria. Allí las posturas subversivas de los alumnos malotes se enfrentan a los valores representados por la mayoría del profesorado progre.
Por ello, los docentes sentimos una nostalgia, tal vez, ingenua al percibir la ilusión de los estudiantes post-68 imprimiendo panfletos comunistas con un ciclostil. El esfuerzo de esa impresión contrasta en la actualidad con la sumisa vagancia de reenviar un video de un tiktoker de extrema derecha. Pero eso es lo que sentimos los profesores al analizar el contenido opuesto de los mensajes del 68 y del 23.
Quizá, desde el punto de vista formal, la ilusión del estudiante comunista del 68 no difiera de la del ultra del 23. La forma común a ambos podría basarse en la irritación, porque los estudiantes pueden percibir fácilmente lo que nos irrita a los profesores. En el 68 irritaba el comunismo al profesorado burgués, en el 23 irrita el franquismo al progre. Esa mezcla entre contenidos revolucionarios y formas de irritar se destila magistralmente en Après Mai y, probablemente, en el alma de muchos estudiantes que acaban de votar por primera vez en su vida en 2023 y lo han hecho a Vox.
Esa mezcla es connatural a la adolescencia y, a veces, persiste en la vida adulta, cuando la neuroplasticidad mengua inexorablemente. En suma, los adultos a veces no sabemos cómo nos sentimos nosotros mismos, ¿cómo vamos a saber cómo se sienten los adolescentes? Es más, ¿cómo van a saber los adolescentes cómo se sienten ellos mismos? ¿Será el examen de conciencia una práctica psicológica en desuso en una era posterior a la cristiandad?
El pan cotidiano es el cierre del grifo de las experiencias revolucionarias
Respecto al después de la revolución, el film resalta su importancia desde el título: Après Mai. Así resemantiza el tema freudiano de la posterioridad (Nachträglichkeit) desde el primer momento hasta su impotencia revelada por la mirada retrospectiva del final de la revolución.
La potencia de las experiencias revolucionarias se manifiesta en el golpe de ariete posterior, es decir, la potencia del grifo abierto se nota cuando después se cierra. Aplicado concretamente a Après Mai: el largometraje de más de dos horas camina hacia la lentitud y la pesadez cotidiana. Hacia la pesadez de ganarse el pan cotidiano. El pan cotidiano es el cierre del grifo de las experiencias revolucionarias. El ritmo decrece desde los altercados trepidantes del inicio, reprimidos brutalmente por los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado francés, hasta el aburrimiento de la inserción en el mundo laboral del protagonista al fin de la película. La desaparición final del protagonista principal por detrás del decorado de la película de entretenimiento en que está trabajando se abre a múltiples interpretaciones, que inciden en la imposibilidad de ser continuamente adolescente y de ser siempre protagonista. Añado: la imposibilidad de la revolución continua. Más aún: la necesidad de volver al trabajo cotidiano después de la revolución. Por eso Walter Benjamin comparaba la revolución a un flash: un fulgor en el instante de su desaparición. Irritar cansa al irritador. Soñar al soñador.