(Chistes par[r]a desorientar a la [policía] poesía)

 

Poemas y antipoemas,
versos de juventud sin mar,
olvido de los nombres,
amar cuando ya no hay más remedio.

 

"Creo que moriré de poesía",
dice el vate
mientras toma té y se pregunta
quién es aquella doncella repentina.

 

Advierte el autor al lector
que no responde a los improperios vertidos,
que la poesía es un túnel lleno de cascotes
donde tropezamos con los vicios del mundo
y que, como poeta, es solo un individuo.

 

No, la vida no tiene sentido
si no hay vino en la mano
brindando por lo humano y por lo divino.

 

Uno puede escribir
versos de salón, cambiar de nombre las cosas,
advertir que somos momias
viajando por un infierno
donde la muerte no responde
si no es en ripio.

 

"La poesía terminó conmigo",
es un sueño, una noticia, un discurso,
una canción, un rito,
es el tiempo de la nieve derretida,
es donde clamamos al cielo,
es un manifiesto
donde el poeta es un hombre (o mujer) como todos,
son dioses bajados del Olimpo.

 

Escuché tu voz, Nicanor Parra, después de haberte oído
y ahora sé que te retractas de todo lo dicho.

 

Como nos ibas diciendo
"todo es poesía menos la poesía"
y yo, entonces, te sigo.

 

Me llevas de un sermón a una réplica,
de un chiste a un chascarrillo,
para desorientarme de cachureos,
de ecopoemas, de guatapiques y de consumismos.

 

Me cubro con tus hojas de Parra,
me bautizo,
y paso el tiempo leyendo sonetos de cruces
que, por supuesto, no dicen lo mismo.

 

No me aprenderé
tus poemas de memoria,
pero a ti, 
ya no te olvido.