< Octubre 2023 >

Y, ¿qué pasaría con las renovables?

Y, ¿qué pasaría con las renovables?

Agua, sol, viento, … estas tres palabras remiten a paisajes naturales relajantes como podrían ser los del Parque Nacional de Aigüestortes en el Pirineo catalán o los del Parque Nacional de Picos de Europa en Asturias. Pero, ademas de eso, constituyen un preciado tesoro energético. Sin ir más lejos, entre las 10:00 y las 19:00 del pasado 16 de mayo, estos tres elementos suministraron el 100% de la energía eléctrica demandada en España.

Cada vez es más frecuente que las energías renovables satisfagan el total de la demanda eléctrica. Actualmente disponemos de una potencia instalada de 30 Gigavatios (Gw) de energía eólica y 21 Gw de fotovoltaica (1 Gw = 10 elevado a 9 vatios) y, gracias al PERTE de energías renovables que supone la movilización directa de 3.550 millones de euros públicos y de otros 5.300 millones privados, dicha potencia se encuentra en acelerado crecimiento. Las previsiones para 2030 son llegar, respectivamente, a 50 y 39 Gw, es decir, a cerca de 90 Gw de potencia renovable instalada. A ellos hay que sumar otros 17 Gw de potencia hidráulica. 

 

Para calibrar la importancia de estas cifras, los siete reactores nucleares que todavía funcionan en España suman una potencia de 7,1 Gw. Las energías renovables suponen, ya en 2023, el 70% de la potencia total instalada y serán el 90% en 2030. Hay que considerar, no obstante, que las centrales nucleares trabajan unas 8.000 horas al año y las renovables solo del orden de 2.000. Es decir, 1 Gw nuclear suministra la misma energía anual que 4 Gw renovables. Dicho de otro modo, los 90 Gw de renovables, equivaldrían a 22 reactores nucleares.

 

Además de estar exentas de carbono y libres de residuos radiactivos, las energías renovables son extremadamente baratas. Sus costes de operación son prácticamente nulos, por lo que solo hay que considerar la amortización de la inversión. El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, PNIEC 2023-30, elaborado por el Gobierno y Red Eléctrica y remitido recientemente a Bruselas, prevé un coste medio de 28,5 € por megavatio-hora (Mwh) en lo que queda de década. Por comparación, en 2023 hemos pagado el Mwh a un promedio de 90 €.

 

Tal como se explicaba en un reportaje de El País del 02/07/23, España y Dinamarca tienen condiciones inmejorables para convertirse en las “pilas” de Europa. Dinamarca tiene los vientos del Mar del Norte y es líder en potencia eólica marina. España tiene también mucho viento —si bien nuestras condiciones son peores para la eólica marina debido a la mayor profundidad del mar— y una irradiación solar envidiable. Eso nos permite producir energía fotovoltaica muy barata y exportarla al exterior, bien a través de las todavía insuficientes conexiones con Europa, bien en forma de hidrógeno y amoniaco verdes. También nos posiciona favorablemente para atraer inversiones industriales extranjeras que buscan energía barata.

 

Los empleos que generan las inversiones en renovables son muy cualificados y están bien pagados. En El País del 12/06/23 se daba cuenta de la escasez de profesionales en el sector fotovoltaico para los que se ofrecían sueldos de entre 35.000 y 100.000 € anuales. El PNIEC 2023-30 mencionado más arriba prevé la creación de 500.000 puestos de trabajo entre los dos sectores eólico y fotovoltaico.

 

Al calor de estas inversiones en renovables, España se está posicionando también en la producción y exportación de hidrógeno verde y en la movilidad eléctrica. Numerosos modelos de automóviles eléctricos se están construyendo ya, o lo harán en breve, en factorías españolas, tenemos una gran fábrica de baterías en construcción en Sagunto y unas inversiones extraordinarias en Huelva y Cádiz para producir hidrógeno y amoniaco verdes.

 

Pues bien, a la vista de este ingente proceso de descarbonización y, al mismo tiempo, de reindustrialización, impulsado con fuerza desde el gobierno actual, yo me pregunto, ¿en que quedaría todo si las elecciones del 23-J tuvieran como resultado un gobierno del PP con Vox?

 

Investigados los programas electorales de estos dos partidos, el del PP menciona media docena de veces el término “cambio climático”, pero nunca en relación con las energías renovables. Se refieren a ello solo al hablar de la agricultura o de las infraestructuras hidráulicas. En cuanto al término “energía renovable”, aparece otra media docenas de veces en relación con el agua y una sola vez en relación con la producción de hidrógeno verde —de la que sí parecen partidarios, si bien le dedican una sola medida, la 118, de un total de 365—, dando por supuesta que la energía renovable existe, pero nunca como un área en la que sea necesario invertir. También propone prolongar la vida de las centrales nucleares. Conviene recordar que el presidente Rajoy tuvo que desistir de esta idea porque las empresas propietarias querían que el Gobierno corriera con los costes asociados a dicha prolongación.

 

En cuanto al programa de Vox, el término “cambio climático” aparece cuatro veces, siempre dentro de la frase “Ley de Cambio Climático”, la ley actual, para decir que, en su opinión, hay que derogarla inmediatamente. También aparece el término “fanatismo climático”, lo que da una idea de su posición al respecto. En cuanto a las energías renovables, tan solo las mencionan para proponer trabas a la instalación de los proyectos que ya están en marcha.

 

A la vista de estos programas, de la abstención del PP en la votación de la Ley de Cambio Climático y de la oposición a la misma de Vox, es fácil imaginar que un gobierno PP-Vox supondría la paralización de los proyectos en curso, o bien su obstaculización con trabas burocráticas, tasas o impuestos, como aquel famoso “impuesto al sol” del presidente Rajoy para dificultar las instalaciones de autoconsumo.

 

Nuestras derechas, a diferencia de otras derechas europeas, considera que las energías renovables y la transición energética son una obsesión de la izquierda y siempre han oscilado entre el escepticismo y la oposición frontal a estos cambios. Lo que demuestra que esas cúpulas políticas van por detrás de las evidencias científicas y de los consensos de la mayoría social.

 

Paralizar la transición energética es una razón más para no votarles.

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