Corren tiempos en el que los Iluminados se nos acercan, y como predicadores de augures anuncian que vienen a salvarnos. Que un cerdo volador,  posiblemente muy parecido al buey de Tomas, pero con las connotaciones de Napoleón -el cerdo de Orwell en “rebelión en la Granja”-, se adviene con vocación de redimirnos de no se sabe bien que extraños males que atenazan nuestras vidas, los valores “tradicionales” y la “secuestrada la libertad”. 

 

Sí, los Iluminados ya han llegado. Pronto comprobaremos que poco o nada cambia, que todo permanece, y que, como siempre, “todos somos iguales”, pero eso sí, “unos más que otros”, y como “los otros”, que no “los unos”, son los culpables de todo aquello que no se pueda cumplir o de los males que puedan acontecer. 

 

Mientras, constatamos que en el horizonte, se perciben ese tipo de espejismos que sólo existen en desiertos lejanos o siderales. La historia es repetitiva, la vida reitera sus aconteceres, a veces con una inmutabilidad pasmosa. Es el Eterno retorno sobre el que ya escribiera Friedrich Nietzsche y que plantea que no sólo son los acontecimientos los que se repiten, sino también los pensamientos, sentimientos e ideas en una reiteración infinita e incansable. 

 

Podemos avanzar cinco pasos - a veces, mal dados o poco medido- y retroceder tres -seguramente dados con peor fortuna y menos discernimiento -, pero en buena medida serán los mismos pasos de avance y retroceso, que nuestra contumaz ignorancia de la historia nos presentan como novedosos o desconocidos. 

 

Este desconocimiento hace que algo así como “El Manifiesto de los Persas” (1814) pueda esgrimirse con la misma ignorancia que hace poco más de dos siglos. Una vez cumplido un ciclo de hechos, estos vuelven a ocurrir con otras circunstancias, pero siendo, básicamente, semejantes. Y normalmente pasa poco más de una generación para que los hechos -mutatis mutandis- se vuelvan a repetir,  lo que nos viene a indicar el grado de estulticia e ignorancia histórica en el que se mueven las sociedades presentes respecto de las pasadas.  

 

El texto de dicho Manifiesto reaccionario toma su nombre de su primer punto, relativo a la costumbre de los antiguos persas de tener cinco días de anarquía tras la muerte del rey. En ello debe parecerse a esos “Pactos” que vienen a corroborar lo que algunos han venido en llamar “derogar el Sanchismo”, como esa especie de periodo “anárquico” de nuestra historia contemporánea donde “no se hace nada a derechas”, se cuestiona el mundo y sus tradiciones y se formaliza una especie de “dictadura encubierta” (I.D. Ayuso, dixit) y/o cuestiona “la Libertad” y se difunden ideas disparatadas sobre igualdad o cambio climático… 

 

Esta “opresión” es fruto de cuantas leyes y decretos han emanado de la impostura de un Gobierno “ilegítimo”, liderado por un “okupa” y penetrado por “comunistas”, independentistas, bilduetarras, y otras gentes de mala calaña que han cuestionado la integridad de España. 

 

Es obvio, que estos “nuevos pactos” defenderían la “monarquía constitucional” como «una obra de la razón y de la inteligencia... subordinada a la ley divina, a la justicia y a las reglas fundamentales del Estado», en un nuevo proceso “constituyente” donde unas Cortes, perfectamente legitimadas, defiendan “la libertad”, “con arreglo en todo a las antiguas leyes», considerando que el Sanchismo solo ha sido un elemento ilegítimo, perturbador y distorsionante de la legítima y tradicional constitución de España, igual que lo fuera la constitución de 1812 (de ahí el grito de ¡Viva la Pepa!, reconvertido en peyorativo por los felones), recordada por el movimiento reaccionario patrio como símbolo de anarquía o desgobierno. 

 

Los Iluminados ofrecen lo que no tienen, y se comprometen con lo que no pueden. Algunos de ellos nos llevarán a la ruina social e intelectual, (es el “! vivan las caenas !”, de la época Ominosa de Fernando VII) pero lo harán como la lluvia fina, empapándonos, sin enterarnos. Cuando nos demos cuenta habremos cogido una pulmonía, pero ya será tarde, porque revolverán nuestro cerebro para asegurarnos lo equivocados que estábamos. 

 

Apostarán por un futuro que hunde sus raíces en un pasado muerto, un pasado que dejó de existir pero que nos vaticinan como “nuevo”. Son los “dos pasos atrás” que tanto gustan a algunos conservadores de las esencias patrias, sucesores en línea directa de Don Pelayo, que aún se atrincheran en las montañas astures reconquistando “la Patria” de invasores de todo tipo. 

 

Pero, líbresenos de padecer el tormento de quienes insistirán en lo novedoso de un mundo que jamás existirá, porque feneció a fuerza de ser pernicioso. Mientras tantos, cientos de Alcaldes bien valorados por la ciudadanía, han sido víctimas de una estrategia contumaz y cainita, diseñada sin pudor y sin tapujos, tal y como en su día fue elaborado el Manifiesto de los Persas. 

 

¿La concupiscencia es, acaso, el nuevo viejo orden? Sí, tan seguro de ello como que los cerdos vuelan.