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Irene Montero

Irene Montero

La física de materiales explica de alguna manera lo que ha pasado con Irene Montero. Por ejemplo, con la diferencia entre los estados elástico y plástico de un mismo material sometido a esfuerzos. En el primer caso, un material sometido a un esfuerzo puede sufrir una deformación que desaparece cuando cesa aquel. En el segundo, cuando, por aumentar el esfuerzo, se sobrepasa su límite de elasticidad, el material entra en estado plástico y su deformación se hace permanente. En el límite de ese esfuerzo, y para algún tipo de material, este se rigidiza y rompe. Cualquiera que compare un junco, una barra de chicle y una varilla de cristal, por ejemplo, puede entender la diferencia.


En política hay ejemplos muy conocidos de juncos, chicles y varillas de vidrio. Lo normal suele ser adaptarse a las circunstancias con objeto de mantener el estatus logrado. Eso puede deberse a varias circunstancias, desde tener un talante comprensivo, de esos que aguantan carros y carretas, hasta la carencia de principios firmes, pasando por la inteligencia de comprender la necesidad de lograr acuerdos aunque, para ello, haya que hacer algunas cesiones. En cualquiera de esas circunstancias, un político actuaría como un junco.

 

 

Pero la personalidad de Irene Montero parece no adecuarse a ninguna de esas circunstancias. Un retrato reciente (El País del pasado 10 de junio), y no de ninguno de sus múltiples enemigos declarados, la describe como una mujer luchadora que no da nunca una batalla por perdida. Reproduzco algunos rasgos de esa personalidad: "busca el conflicto, la batalla, el discurso duro", "siempre opta por ir al choque y no dar ni un paso atrás", "no tiene cintura política”, “vive en el conflicto y no es capaz de buscar aliados", "su visión de la política como un conflicto muy duro para cambiar las cosas, para romper el sistema, y cree que eso no se puede hacer de manera amable ni con sonrisas", “cuantos más golpes recibía, más inflexible se volvía”. Son expresiones que reflejan un estado plástico en el que resulta imposible recuperar la forma inicial si cesa el esfuerzo que produjo la deformación. Porque, además, el esfuerzo no ha cesado durante todo su mandato.

 

 

El Ministerio de Igualdad ha promovido algunas leyes que han merecido fuertes críticas pero que, no hay que olvidarlo, han sido aprobadas por las Cortes Generales, lo que significa que responden a la mayoría del país. Eso significa la democracia representativa. Sin embargo, es sabido que el infierno está lleno de buenas intenciones. Sobre todo la llamada ley del “solo si es si”, fue promulgada con alguna disposición jurídica que ha producido efectos no deseados como la reducción, en determinadas circunstancias, de condenas a delincuentes.

 

 

Cuando, eso, se puso de manifiesto, Montero se comportó de acuerdo a su personalidad. Sus declaraciones y su resistencia a modificar los defectos de la ley son conocidas, así como las repercusiones que el asunto ha tenido sobre la valoración del gobierno progresista. El Tribunal Supremo, en lo jurídico, y la ONU, en lo político, terminaron sentenciando: la ley, como si estuviéramos hablando de tenis, fue un error no forzado.

 

 

Al final, Irene Montero se ha vuelto tóxica incluso para el segmento, la izquierda del PSOE, donde llegó a ser merecedora de un ministerio "de cuota de Unidas Podemos" en el gobierno de coalición. El veto a su inclusión en las listas de una nueva coalición de izquierdas se ha convertido en el último obstáculo antes del acuerdo de Podemos con Sumar. Incluso su propia gente, de la que era "su principal activo político", la ha sacrificado aunque, todavía quede algún episodio del protocolo de rendición. 

 

 

Como parece que "tus amigos no te olvidan", el Tribunal Supremo, en su Sentencia n° 910/2023, del reciente 8 de junio, estima parcialmente una demanda contra Irene Montero por haber vulnerado, mediante unas declaraciones, el derecho fundamental al honor de un demandante. No hacen al caso los detalles de la forma en que se produjo esa vulneración. Lo que si merece la pena es reproducir un párrafo de los fundamentos de derecho que invoca el alto tribunal.

 

 

Concretamente, dice: "No se estima que deba hacerse advertencia alguna a la demandada de que se abstenga en lo sucesivo de hacer manifestaciones del mismo sentido como las realizadas, al no existir riesgos objetivos de reiteración, sin perjuicio, en su caso, del ejercicio de nuevas acciones judiciales que tutelarían, de esta forma, los intereses del demandante si fueran lesivas para su derecho fundamental al honor".

 

 

Teniendo en cuenta que esa vulneración la había cometido desde su cargo de ministra de Igualdad y el Tribunal entendía que ya no existían "riesgos objetivos de reiteración", cualquiera podría interpretar en esa apreciación que el ocaso de la carrera ministerial de Irene Moreno habría llegado hasta conocimiento del Tribunal Supremo como algo obvio.

 

 

Irene Montero es joven, combativa e inteligente. Por ello, los siguientes capítulos de su vida política podrían no ser tan previsibles como parecen ahora. Pero debería cambiar las dosis de soberbia juvenil, espíritu de combate e inteligencia que emplee para ello.

 


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