¿Quién, de entre los presentes, no recuerda aquella cruel y deliciosa película de finales de los cincuenta, claro exponente del neorrealismo patrio, protagonizada por Mary Carrillo y López Vázquez, titulada El Pisito? ¡Pues, los aquí lectores de este medio, por pertenencia a igual quinta, porque de entre los mozalbetes, ni uno! Consejo jóvenes: ved la película.
Así que vamos a tratar el temita del derecho a cueva propia en España en versión clásica, dígase muchachada de a 50 o, lo que es lo mismo, sabios y advenedizos a la sabiduría. ¡Ahora querría escuchar unas buenas risas!
Antes de poner a caldo a políticos y especies cercanas, situemos el país de las últimas décadas….y algo más. Un país que quedó lejos de la industrialización, salvo escasos territorios, eminentemente rural en subdesarrollo, aislado del mundo y, a veces, de si mismo, que asumió un crecimiento urbano feroz a golpe de ladrillo y especulación, muy vinculado al abandono del campo y al turismo de sol y playa. Un auténtico desastre.
Estas pequeñeces han creado un paisaje de viviendas sin derecho y un derecho a vivienda sin viviendas. Hablamos igual en la España de “El Pisito”, en la España de los 30 metros cuadrados o en la España de las viviendas turísticas aderezadas con okupas
Hemos confundido los términos. Hemos mezclado el derecho a una vivienda digna con el derecho a la propiedad y con el pecado de la especulación.
La construcción de viviendas no ha perseguido nunca la satisfacción de un derecho individual de guarecerse bajo techo de las inclemencias o de configurar un ámbito de intimidad y protección. La construcción de viviendas no ha sido un auténtico sector empresarial que aportara riqueza al país y a sus ciudadanos.
La construcción de viviendas es un monstruo con piel de cordero. Se han justificado daños ambientales en el antes, en el durante y en el después amparándose en un logro social que nunca ha llegado. Al paquete le han puesto el lazo de las casas baratas, o las viviendas de protección oficial o los porcentajes de vivienda pública, lo mismo da que da lo mismo. ¡Mira tu lo qué es el lazo respecto al regalo!
Ni nuestros abuelos, ni nuestros padres, ni nosotros, ni nuestros hijos han accedido a un derecho a morada digna de una manera racional y sostenible y, ello, sólo tiene una explicación que las viviendas deben de ser económicamente inaccesibles para que sean rentables.
¡Menudo sueño americano a la española! Sólo cabe separar el derecho del negocio, solo cabe separar al hombre del pisito y, de esa manera solucionar un problema arrastrado en el tiempo y cultivado en la pobreza.