Publicado el 12 de mayo a las 15:20
Desde hace mas de una década asistimos a un debate con difícil salida sobre la crisis de la democracia occidental. En la revisión de los distintos argumentos sobre que está sucediendo , se plantean diversos frentes.
Por una parte la incorporación de la tecnología, la velocidad y síntesis de los argumentos sin grandes razonamientos , la fuerza de las redes sociales basadas en opinar, o peor insultar , desde el anonimato, el populismo creciente en países de base democrática dónde representantes públicos son capaces de prometer y asegurar determinados logros no razonados siquiera económicamente y esencialmente inviables a medio plazo. Como diría mi tutora de historia Moderna y Contemporánea, doctora Mercedes Vilanova , se trata de un fenómeno provocado políticamente al dejar de tratar a los electores como ciudadanos capaces de reflexionar y opinar con conocimiento de causa , para convertirlos simplemente en clientes a quienes satisfacer las pulsiones de compra ofreciendo productos seductores a precio económico e incluso gratuito, sin mayor preocupación que la captación de su voto, más allá de si luego se va a cumplir o no con el compromiso e incluso si va a resultar viable el cumplimiento. Como viene señalando quien fue rector de la Universidad de Barcelona y Catedrático de Análisis Económico, Joan Tugores: gratis no hay nada , la palabra gratis, esconde una ilusión errónea porque siempre hay alguien que paga la fiesta. En mi Sanpedor natal, aprendí de mi padre que lo más económico es siempre pagar , regateando precio si es viable, pero pagar porque en sustancia se trata de saber el costo y no aceptar regalos que luego pueden resultar muy caros. Regatear en el fondo es ajustar el precio en la franja baja del mercado, o dicho de otro modo es limitar la ganancia excedente para contener los excesos inflacionistas.
Personalmente adoro el mostrador, porque el acto de convencer, vender, cobrar y pagar, es la esencia del comercio . Un arte y una satisfacción muy respetable que nos ha permitido crecer y progresar universalizando la transacción via exportación hasta los puntos más recónditos del planeta. Recuerdo con emoción aquellos vendedores de corte al detalle empeñados en colocarte 2 metros de la pieza sobre el hombro, cerca de la cara, y llevarte hasta la salida de la tienda para convencerte de lo bien que te sentaba el color a la luz del día y el maravilloso resplandor que el genero daba a tu piel y la mejoraba hasta la belleza. Era un perfecto ritual que continuaba a la hora de cortar los metros adquiridos con las bromas pertinentes de las clientas diciéndole al dependiente, cuidado no se corte los dedos, para que fuera unos centímetros más generoso, y seguía en casa la modista, ajustando, largos, anchos y cortes, mientras tratabas de esquivar alfileres sin deshacer las marcas que modista o modisto, había señalado con un yeso fino o enhebrando hábilmente la posición de la manga, el escote o lo que fuera.
Todo esto termino, ahora manda el clic para comprar en soledad cualquier cosa innecesaria , solo para matar el rato y que aparezca un ciclista con bolsa de reparto en la espalda, que igual te trae una pizza, que unas croquetas , que un vestido de oferta, que una baraja de cartas, para practicar el solitario. ¿Qué vamos a venderle a un votante que ha perdido el gusto por escuchar, preguntar y pensar antes de decidir. ? Para eso están ahora los asesores políticos que conocen mejor la televisión que las personas y sus necesidades reales.
No es que la democracia este en crisis, somos nosotros que estamos en crisis porque hemos olvidado los grandes principios , algunos defendidos por el gran turinés, Norberto Bobbio en su Teoría General del Derecho cuando argumenta que amar la democracia es amar la libertad y el respeto a los Derechos Humanos . Defensor de la libertad negativa inspirada en Isaiah Berlin y que para él cumplía con la cláusula de cierre del ordenamiento jurídico según la cual, todo lo que no esta prohibido en la Constitución o por normas de inferior jerarquía, está permitido y constituye una posición jurídica de libertad. Berlin defendía que la libertad positiva o negativa son dos conceptos de libertad: eres libre de forma negativa en la medida que otros no restrinjan lo que puedes hacer. Y para ultimar vayamos a la ética de la conciencia utilitarista defendida por Jeremy Bentham sobre todo del axioma de que gobernar es conseguir la mayor felicidad para el mayor número de personas y marca la medida de lo correcto y no correcto introduciendo también el principio de distribución esencial en su obra: Introducción a los Principios Morales y de Legislación. Su amado discípulo John Stuart Mill se encargo de enmendarle la página, o mejor dicho el axioma incorporando la importancia al respeto de la libertad de expresión y el principio de daño. Sobre este último estipula que cualquier persona tiene derecho a ser libre en su accionar y expresar, siempre que esto no genere un daño a los demás. Mientras que Bentham considera que todos los placeres son iguales y que el único barómetro importante es la cantidad del mismo, Stuart Mill cree que esa idea es errónea y que el cálculo utilitarista no puede dejar de lado la vertiente cualitativa de los placeres ya que algunos placeres son mejores que otros. La introducción de este elemento de calidad frente a cantidad será su gran contribución.
Finalmente, Max Weber logró condensar en su obra algunos dilemas que siguen siendo pertinentes hoy día y de manera especial en: La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Es indudable que vivimos en sociedades cada vez más plurales.También que la democracia tiene mucho de procedimiento para hacer que esos valores compitan libremente ahora que tenemos tantos dioses a los que podemos servir. Esto, en gran medida, es lo que justifica su constante preocupación por la expansión de las formas de gobierno burocráticas. En sociedades complejas, donde la ciudadanía espera mucho de sus poderes públicos —y en España es el caso— este no es un tema menor, siempre que entendamos la burocracia en un sentido amplio de la palabra.
Ahora que discutimos sobre el papel del Estado frente a instancias técnicas supranacionales, no deberían caer en saco roto las advertencias de Weber. Ni su inevitabilidad como forma de organización ni la necesidad de moderarla para evitar que sea captada por intereses de parte, especialmente visto que son irresponsables políticamente. ¿Cuáles son los límites de la técnica y la política? Son temas que todavía estamos discutiendo.
Es cierto que Max Weber tenía un exceso de confianza en el papel que jugaba el parlamento en la vida política, y quizá demasiada alarma por la llegada de los nuevos partidos de masas. En cierta medida Weber estaba asistiendo a la muerte de la política liberal —la de los notables— y el nacimiento del mundo de las grandes ideologías. Una nueva política que en su Alemania natal tendría un efecto desgarrador. De ahí que probablemente su giro hacia la figura del líder carismático de carácter plebiscitario es una evolución tras el inevitable desencanto de unos usos políticos que cada vez eran más lejanos a su tipo ideal; el de una política moderada y plural desde las instituciones parlamentarias
Weber quiso analizar las condiciones culturales que permitieron el desarrollo del capitalismo. Remarcó que el capitalismo se desarrolló en aquellos lugares en los que lograr riqueza se consideraba un deber moral. Esta concepción ética nació con las reformas religiosas del siglo XVI. Y más específicamente en la ética económica del protestantismo calvinista, que Weber vinculaba con el desarrollo económico y civil de las sociedades en que había triunfado la reforma, como el caso de Países Bajos e Inglaterra. Por tanto, la reforma protestante es la que permitió las condiciones culturales necesarias que favorecieron el desarrollo del capitalismo.
Esta postura ética era incompatible con la mentalidad tradicional del cristianismo católico medieval. Muy al contrario, el dogma exigía que cada individuo debía ganar solo lo necesario para sobrevivir. En cambio, pretender lograr más riqueza o posesiones de lo necesario se consideraba un pecado.
Ética y riqueza
Al contrario que para los católicos, para los calvinistas la riqueza dependía de la predestinación divina a la que todo ser humano se encuentra sometido desde su nacimiento.
Si todo estaba predestinado, la acumulación de riqueza no era más que la plasmación de la voluntad divina. Ello, a su vez, era una muestra de que individuo enriquecido había sido bendecido por la gracia de Dios y comportaba otras importantes implicaciones éticas personales, como que esa riqueza no debía usarse para el lujo o el disfrute personal, sino que debía servir para aumentar la propia fortuna. Esto explicaba que incluso los que poseían riquezas, debían seguir trabajando y manteniendo una vida austera, para mayor gloria de Dios.
En definitiva, para Weber, todos los aspectos típicos de la mentalidad capitalista y burguesa están cargados de significado religioso protestante. Entre ellos, la laboriosidad, el celo, el rechazo al lujo y la adopción de una conducta rígida y metódica de la vida. Vamos exactamente lo contrario de lo que sucede en las riberas mediterráneas.
Sobre el autor
Anna Balletbò
Anna Balletbò es licenciada en Ciencias de la Comunicación e Historia Moderna y Contemporánea, y diplomada en Periodismo y Ciencias de la Educación. Presidenta de la Fundación Internacional Olof Palme. Entre 1980 y 2000 fue diputada en el Congreso de los Diputados.
Desde 1973, ha colaborado como periodista en diferentes medios de comunicación, como el País, el Diario de Cataluña, La Vanguardia, Radio 4, COPE, Ona Zero, COM Radio, Antena 3, TV3 y Tele Cinco.