Las tecnologías y herramientas surgidas en los últimos cincuenta años del siglo XX, y los primeros 20 años de este siglo XXI, como, por ejemplo, la informática, nano tecnología, microelectrónica, blockchain, IA (CHATgpt), etcétera, han configurado un nuevo escenario de cambio y transformación que se puede identificar como la tercera ola de transformación tecnológica, según la evolución descrita por Toffler.
La digitalización de las empresas se conceptualiza como un proceso de cambio continuo, por el cual las estructuras de las etapas industriales anteriores se ponen en evidencia y, como en transformaciones anteriores, están siendo reemplazadas por unas nuevas que encajan mejor con el paradigma actual de producción económica y social. En definitiva, se trata de un proceso de cambio que una empresa ha de iniciar para acomodarse a la era digital que hoy en día abarca lo económico y social.
Este cambio debe combinar la tecnología digital con sus conocimientos y algunos procesos tradicionales, para lograr diferenciarse y ser más eficiente, competitivo y rentable.
La digitalización debe estar acompañada de una evolución mental para abrirse a este nuevo concepto. Para ello, debe estar fundamentada en la nueva tecnología digital y los individuos transformados por la tecnología o los comportamientos de los empleados sobre la nueva tecnología.
Todos los cambios que se están produciendo, y mencionaremos sólo unos pocos en este texto, van a implicar que las cuestiones productivas no se parezcan a lo que industrial y socialmente se haya visto en épocas anteriores.
Esta digitalización incide en aspectos de la producción empresarial como la arquitectura de procesos, metodología, costes, hasta el propio producto y servicio que hoy se ofrece.
Se han introducido elementos como la automatización del control remoto y el conocimiento de datos agregados de los sistemas para con ello mejorar la asistencia técnica en las etapas que se encuentren los fallos. Incluso las máquinas aprenden solas y se autocorrigen para ser más eficientes.
La interoperabilidad de los elementos productivos, es decir, todos los activos se comunican entre sí, todos los sensores funcionan interconectados y se hablan instantáneamente, es un hecho; existe una relación entre personas y dispositivos mucho más activa que antes, y eso mejora la productividad del proceso porque se reducen fallos debido a esa comunicación fluida.
El nuevo estilo de vida lleva consigo que la digitalización de casi todo sea y esté presente desde que las personas se despiertan
Casi de manera inmediata, si un producto final tiene alguna tara de peso o de dimensiones, los sensores del final de la cadena de fabricación lo detectan y el responsable que no está delante del producto defectuoso, encarga corregir los parámetros que sean necesarios, manda desechar ese producto o incluso la propia máquina lo hace sola y siguen el proceso de fabricación, incorporando la corrección.
O también se ha mejorado la relación de los usuarios y clientes con los productos y servicios que se usan, esto se ve por ejemplo, cuando las personas ya no quieren comprarse un Cd, si no que quieren tener acceso a la música en streaming y que se la ofrezcan con otros atributos, más sociales que físicos, que les diga cuando ese artista tiene conciertos, que le ofrezcan las entradas para los mismos, que le de una breve reseña de su vida, y así más cosas que la simple sucesión de acordes armoniosos.
Como se puede deducir, los procesos se agilizarán, serán más transparentes y simples y se conseguirán mejores niveles de eficiencia productiva y de seguridad de las personas.
Todo esto viene determinado por un cambio no sólo del sistema productivo, si no también un cambio del modelo de negocio y de las personas que intervienen en el proceso.
La nueva realidad social es que las personas se encuentran en el centro de todo y participan en la fabricación de los productos y con más preponderancia que en decenios anteriores.
El nuevo estilo de vida lleva consigo que la digitalización de casi todo sea y esté presente desde que las personas se despiertan y ponen en marcha sus dispositivos de ehealth (fabricados con una industria digitalizada y con parámetros de gustos asociados a lo que la mayoría de gente desea) para controlar las pulsaciones y demás variables biométricas, hasta cuando se meten en la cama para descansar y, con esos mismos dispositivos, se mide la calidad del sueño.
La digitalización está aquí y ya no se marchará.