Publicado el 7 de abril a las 16:12
En estos tiempos de turbulencias económicas y sociales una de las polémicas más repetidas es la confrontación entre el crecimiento de la economía y la equidad en el reparto de sus frutos. Sustentan este debate las dificultades por las que ha atravesado la economía española en las últimas décadas, la importantísima inflación y las medidas adoptadas por el gobierno respecto a los salarios y las pensiones.
Con respecto al reparto de la renta hay que recordar en estos años ha habido una pérdida importante de renta en la población que depende de un salario, especialmente en los niveles más bajos. Por el contrario, los salarios de los niveles más elevados , así como las rentas no salariales han tenido un comportamiento alcista en estos últimos tiempos . Cuando se plantea por expertos, sindicatos u organizaciones sociales la necesidad de afrontar esa dispar evolución aparecen recurrentemente argumentos en contra, generalmente desde el estamento empresarial o desde posiciones políticas conservadoras. La idea recurrente es que crecimientos salariales importantes irían en contra las decisiones de inversión de los empresarios y de ello se derivaría un menor crecimiento de la economía que perjudicarían de nuevo a las clases trabajadoras. Como refuerzo a esta idea se mantiene que, en un escenario fuertemente inflacionista como el presente, los aumentos salariales reforzarían la espiral de crecimiento de precios al incidir sobre los costes de producción de las empresas. Nuestra posición, por el contrario, es que es posible combinar mejores salarios con un mantenimiento o incluso crecimiento de las rentas empresariales siempre que se incremente de manera significativa y constante la productividad.
No obstante, conviene aclarar que, según se conceptualice la productividad, se pueden derivar conclusiones para la acción de distinta orientación. La forma más convencional de entender la productividad se refiere exclusivamente a la productividad del trabajo. Siendo esto necesario, no se reconoce la importancia de otros elementos productivos. Por eso, aquí partimos, de acuerdo con la teoría económica, de un concepto la productividad más completo: la Productividad Total de los Factores , que tiene en cuenta, además del trabajo, otros factores productivos como el capital y los distintos intangibles que forman parte de la empresa. Esto permite afrontar de otra manera la contradicción aparente ente crecimiento y equidad.
Si no movemos en el plano macroeconómico, a los factores productivos empresariales hay que añadir el conjunto de elementos estructurales en los que las empresas desarrollan sus actividades. Así, el funcionamiento del sistema financiero, la eficiencia en la producción y distribución de la energía o la adecuada relación entre educación y producción, serían algunos de esos elementos estructurales que deben ser tenidos en cuenta.
Ahora bien, ¿Cómo estamos en España respecto a la productividad? Su evolución en los últimos años ha sido claramente deficiente, significativamente por debajo de lo que ha ocurrido en los países con los que mantenemos las relaciones competitivas más importantes . Este menor desarrollo de la productividad está condicionando de manera importante nuestras posibilidades para un desenvolvimiento más eficiente y justo. Detrás de esa evolución se encuentran múltiples aspectos desde elementos estructurales, como la reducida dimensión de las empresas y la menor presencia de sectores de alta intensidad tecnológica, hasta un déficit notable en capital tecnológico e inversión en innovación, pasando por el menor desarrollo del capital humano. A ello, hay que añadir un entorno institucional y regulatorio poco eficiente.
El margen de mejora en la productividad de nuestra economía es, pues, muy considerable, aunque, como se ve, no sea una tarea fácil, dado la compleja combinación de factores que intervienen. Pero si somos capaces de mejorar eficazmente en este aspecto crítico, el margen para una nueva política económica y social se ampliaría considerablemente.
Es muy importante tener en cuenta que en el desempeño nuevo que se propone deben considerarse no solo aspectos tecnológicos y económicos, sino que debemos incorporar otros elementos dónde las aportaciones deben venir desde otras Ciencias Sociales, habitualmente no consideras. Basten dos referencias: la primera está relacionada con la organización del trabajo, siguiendo las pautas que emanan de la más moderna Psicología del Trabajo. La otra tiene que ver con las relaciones que se establecen entre el trabajo, el capital y la sociedad y para cuya valoración hay que poner en juego los conocimientos que nos aporta, entre otros, la investigación en Sociología Industrial.
En definitiva, estamos proponiendo un cambio profundo que quiero denominar “movimiento por la productividad”, en recuerdo de lo que fue ese movimiento a mediados del siglo pasado. El fuerte desarrollo de las economías y la mejora que el conjunto de la sociedad a partir de los años 1950 no puede entenderse sin las relaciones establecidas entre capital, tecnología y trabajo que propiciaba precisamente aquello que conocimos como movimiento de la productividad.