Ya se lo decía Don Sebastián a Don Hilarión en un tórrido agosto madrileño de hace más de un siglo mientras celebraban las Fiestas de la Paloma, “Hoy las ciencias adelantan, que es una barbaridad”; ¿demasiado?. Hace 50 años, Martin Cooper, inventó el teléfono móvil y por estas fechas anda de gira celebrando el éxito: 56 millones de terminales sólo en nuestro país, 67% de la población mundial posee uno y de los que están leyendo, casi el 80% se acuesta con él al lado y es lo primero que mira al levantarse.
Y hace unos poquitos años pudimos abandonar las intrascendentes charlas de ascensor con el vecindario pues ya las podíamos tener con nuestros altavoces; ¿inteligentes?, no parecen, es relativamente fácil sacarles de su zona de conocimiento y que nos digan, “no tengo respuesta para esa pregunta”.
Parece (eso dicen) que ahora ya hay sistemas que tienen respuesta (más o menos afinada) para todo y que nos pueden suministrar cualquier contenido musical y/o visual (con más o menos calidad); se hace llamar Inteligencia Artificial (IA). Aunque no lo crean, su nacimiento está más cerca de la aparición del teléfono móvil (incluso anterior) que la de sus primos los altavoces (llevan el mismo apellido). Por aquella época se utilizaba principalmente para ahorrar armamento en tiempos de la Guerra Fría; querían saber dónde estaban los barcos de “Hundir la Flota” pero a priori y así se ahorraban lo de las coordenadas y el tocado, les interesaba el hundido y de una vez. Más adelante también se utilizó para que las máquinas ganaran a las personas al ajedrez.
Pero aquello, como el primer el modelo de terminal móvil, era la versión 1.0. Como todo en la vida, van apareciendo versiones y en la actual, vemos que ocurren cosas que hace sólo un año ni pensábamos; y digo un año porque el archifamoso chatGPT se lanzó en Noviembre pasado y hace nada Italia lo prohibió porque permite el acceso indiscriminado a menores y recopila nuestros datos para utilizarlos (cuando no perderlos) a su antojo y entregarlos como considera a terceros que puedan preguntar por ellos; en Italia saben como sabemos todos, que las fronteras legislativas (casos que no vienen a cuenta en estas líneas nos lo han recordado la semana pasada) y físicas (por tierra, mar y aire) se saltan hoy; y las ciberfronteras más fácilmente y sin movernos del sofá de casa con herramientas VeryPopularName pero que no quiero detallar para no hacerlas todavía más conocidas. Y nos puede surgir la pregunta de si la IA es realmente lo que dice ser.
La IA puede ser útil para el ejército de trolls (y ciberdelincuentes) que les permite crear contenido fake a velocidad de vértigo
¿Inteligente?; quizá lo sea más que la que jugaba a los barquitos o al ajedrez, pero está a años luz de la humana (que no es unidimensional como la de los patrones de redes neuronales que son el inicio de todo) y por supuesto que no incluye la emocional. Hace unos días saltó la noticia de un belga que se quitó la vida tras 6 meses de cibercomunicación con un chatbot, recordándonos un poco la película Her, y que nos dejó los pelos de punta al conocer los detalles y pensar en lo que podía pasar con estos chatbot en relaciones con adolescentes o adultos solos y/o vulnerables.
¿Artificial?, parece que tampoco, pues muchas veces no genera contenido sino que se apropia de él y por supuesto detrás hay un código, y detrás del mismo hay una persona que puede programar según los sesgos que considere, propios o financiados con lo que eso significa para las discriminaciones y para la pérdida de democracia.
Pero aunque el término IA haga aguas por ambos flancos, sin control, sí que puede ser útil para el ejército de trolls (y ciberdelincuentes) que pueblan las redes pues les permite crear (como las fotografías inverosímiles que hemos visto estos días) contenido fake a velocidad de vértigo y de una calidad muy superior a la de sus mentiras actuales; también le será de utilidad al Algoritmo Dopamínico que sobrevuela por encima de nosotros y sólo nos deja ver lo que ocurre en el prado de nuestra zona de confort pues el pasto que suministre será más barato de elaborar. Del tema de los puestos de trabajo amenazados hablamos otro día, que ya hemos tenido ración de apocalipsis por hoy.
Ya lo dijera Mafalda o Groucho Marx, “que se pare el mundo que yo me bajo”; ¿sí?: demasiados interrogantes en esta columna, pero caerían con una legislación sobre el tema basada en la trasparencia y en la ética; parece que la UE la quiere tener a finales de año. China y USA, no (por cierto, y para terminar, Microsoft, accionista de OpenIA desde 2019, propietaria a su vez de ChatGPT prescindió de su departamento de ética hace pocas fechas; seguro que ese no es camino).