< Mayo 2023 >

Momentos estelares de la historia parlamentaria

Ramón Tamames saliendo del Congreso, ayudado por un ujier. Imagen: EP

Momentos estelares de la historia parlamentaria

El Congreso de los Diputados y, en menor medida, el Senado, ha registrado a lo largo de su historia momentos inolvidables. Y dado que el Parlamento, sede de la soberanía nacional, es el cauce donde esa soberanía se manifiesta a través de la palabra, los momentos que se recuerdan lo son por lo que allí se dijo. Bien por la importancia de sus repercusiones o bien por su forma de expresión.

Todo ello está guardado en el Diario de Sesiones, las actas de la historia parlamentaria, o han trascendido a periódicos o libros en los casos más excepcionales. Son palabras pronunciadas por grandes oradores, como Emilio Castelar, Antonio Maura o Josep Antoni Durán i Lleida por citar tres ejemplos en tres épocas de nuestra historia. Aunque, en esta última, cada uno podrá tener su ejemplo dependiendo del estilo que más le agrade y, con el ya citado político catalán, podrá poner a competir a Alfonso Guerra, Gabriel Rufián o Aitor Esteban.

 

 Pero no me quiero referir a eso, sino a otros momentos donde lo que se dijo tuvo menos importancia que lo que se hizo. Son algunos hechos que han pasado a la historia del parlamentarismo español a través de una imagen que, en estos casos, valió más que cualquier palabra. Y no, en todos los casos, por su importancia política, sino por su repercusión en los medios gráficos de comunicación hasta llegar al paraíso del meme.

 

 Como sugiere Leonard Shlain (“El alfabeto contra la diosa…..”), quizás vivimos un momento "femenino" de nuestra historia donde predomina la imagen sobre la palabra escrita. Por ello, y porque disponemos de medios para almacenar las imágenes, es ahora, y no en momentos anteriores, cuando ese predominio se hace patente. Por eso, las palabras de Castelar son, hoy, menos conocidas que los siguientes hechos:

 

En primer lugar, el conjunto de tricornio, bigote y pistola del ex coronel Tejero. Aunque también ha pasado a la historia del parlamentarismo español su breve alocución: ¡Al suelo!, lo que todos tenemos, todavía, en nuestras retinas, es la imagen del golpista ocupando el espacio reservado a nuestros representantes democráticos. Momento estelar digno de que Stefan Zweig lo hubiera incorporado a su famoso libro.

 

 En otro orden, muy distinto, de cosas, está "el niño de Bescansa". Doña Carolina, con la pretensión, quizás, de llevar la vida cotidiana al parlamento, se trasladó allí llevando en brazos a su hijo. Bien es verdad que, tratándose de una sesión casi protocolaría, no tenía nada que decir desde la tribuna, lo que hubiera precisado que dejara a su compañero de escaño, Pablo Iglesias, al cuidado del niño. Tiempo más tarde volvió al parlamento con su hija, en una ejemplar aplicación de los criterios de igualdad entre sexos.

 

Los diputados de la “nueva política” han sido frecuentes protagonistas de momentos destacables en el Congreso de los Diputados. Quizás, para estar acordes con los “nuevos tiempos”. Pablo Iglesias y Xavier Domènech protagonizaron uno de esos momentos con su famoso beso en los labios. Una escena como esa no hubiera extrañado nada si hubieran sido Putin y Medvédev, por ejemplo, los que lo hicieran, ya que es costumbre proceder así. Sin embargo, y a pesar de que la homosexualidad, aquí, está mucho mas admitida que en Rusia, una imagen así, en el Congreso, fue, ciertamente, sorprendente.

 

Como lo fue la “impresora de Rufián”. Reivindicando el derecho de los catalanes a reproducir papeletas para votar sobre su independencia de España, a don Gabriel no se le ocurrió nada mejor que llevarse una impresora al Congreso. Una urna podría haber cumplido el mismo papel pero, al ser transparente, no habría salido tan bién en las fotos como una impresora y Rufián, experto en numeritos, quería la máxima visibilidad para el acto. Algo así, hubiera merecido que se hicieran sellos postales con esa imagen. 

 

La transmutación de Mariano Rajoy en el bolso de su vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, es otra imagen inolvidable de nuestra reciente historia.

 

 

La transmutación de Mariano Rajoy en el bolso de su vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, es otra imagen inolvidable de nuestra reciente historia. Fue cuando Rajoy, consciente del final de su carrera política, se fue de copas con sus amigos dejando su escaño libre para que Sáenz de Santamaría pudiera dejar libre el espacio para sus pies. Quizás Rajoy recordó esa máxima atribuida a Napoleón de que, si bien celebrar la victoria con champagne es potestativo, hacerlo en la derrota es obligatorio. Inenarrable en que acabó la carrera parlamentaria de don Mariano: en un bolso. ¿Sintomático del motivo de su censura?.

 

Y, por último, last but not least, Tamames. No habría que agregar nada más, como dice el himno del Real Madrid, pero no me resisto a hacerlo. Desde la imagen de Tejero no se ha visto nada semejante en el hemiciclo de la Plaza de las Cortes en lo tocante a vergüenza ajena y desvergüenza propia. Desde su entrada, entre un bastón y un ujier, con Abascal en su popa, a su discurso, rentabilizado después por Amazon, pasando por la petición de manta y almohada, todo ello es enormemente sorprendente para que lo exhiba alguien que decía querer ser presidente del gobierno español. Y, en su representación, de una gran indignidad muy poco respetable por muchos años que tenga el personaje.

 

Si lo de Rufián fue digno de un sello, lo de Tamames lo es de una falla valenciana y no de las que se queman, si no de las que se salvan, para que nadie lo olvide. Para quemarse, ya está la hoguera de las vanidades. Aunque, ¿cómo se puede tener vanidad de lo que hizo Tamames en el Congreso?. Hace falta tener muy poco sentido del ridículo para hacer eso. La explicación más noble es el rendimiento económico que pueda obtener de ello, a base de libros, camisetas grabadas, caganers, etc. Solo eché en falta el que las televisiones avisaran de que su retransmisión tenía emplazamiento de producto que es lo que se avisa en algunas películas que hacen publicidad de algún producto de consumo.

 

Noah Cross, el personaje interpretado por John Huston en Chinatown, dice, en un momento dado que, los políticos, como los edificios y las prostitutas, con el tiempo se vuelven honorables. Yo no estoy de acuerdo en que haga falta tiempo para que, ni políticos, ni edificios, ni prostitutas, puedan ser honorables y, además, lo de Tamames, desmiente a Polanski.

 

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