A día de hoy el turismo es un sector importante para la mujer, pero la mujer no lo es para el turismo.
Me explico:
El turismo emplea en proporción a muchas más mujeres que otros sectores.
Según la OMT, el 54% de los empleos está conformado por mujeres, muy por encima del promedio de otros sectores que están en un 39%.
Aunque a priori nos parezca un dato muy positivo, detrás de la fachada esperanzadora nos damos cuenta de que queda mucho por hacer.
Las mujeres tenemos posiciones menos importantes en este sector; según un estudio del Banco Mundial de 2019, solo el 20% de los puestos a nivel gerencia lo ocupan mujeres. El 79% de posiciones de auxiliares de vuelo en Estados Unidos son mujeres, mientras que representan solo un 5% de pilotos de aerolíneas y un 1.5% comandantes. Según vamos subiendo en escala profesional, disminuimos en número de mujeres.
Además, el turismo tiene salarios por debajo de la media de otros sectores, y las mujeres ganan un 14,7% menos que los hombres en un sector que intenta recuperarse de la pandemia que se llevó por delante a 62 millones de empleos, podemos acordar que hay un largo camino por recorrer.
Aún estamos muy lejos de tener una radiografía de la realidad y nos falta mucha evidencia sobre ello, sobre todo si tenemos en cuenta la perspectiva de género que nos trae esta cuarta ola de feminismo, un movimiento que comenzó en el siglo XIX y que hoy nos ofrece una visión más amplia y compleja, y que muchas veces queda diluida por slogans, frases hechas y discusiones estériles sin mayor trasfondo.
Si cruzamos estas variables con otras como la inmigración, ciertos rangos etarios o grados de discapacidad, encontraremos muchos más matices a la hora de hablar de inclusión y de la mujer, que aún estamos lejos de comprender, porque simplemente nos falta información.
Si la mujer es relevante como fuerza laboral, también lo es como consumidora. Por ejemplo, El 75% de los pasajeros del 2019 del Programa Vacaciones Tercera Edad de Sernatur de Chile son mujeres, y en España, en los programas de turismo social del IMSERSO, fueron un 58% en el 2019.
¿Podría ser la mujer una palanca de cambio positivo en el turismo?
¿Podríamos elegir, como consumidoras, productos y servicios más inclusivos y respetuosos? Parece que el turismo tiene muchos elementos que bien gestionados podrían generar impacto positivo encadenado.
Para ello se requiere información, educación, y no solo a las generaciones más jóvenes, que en su mayoría ya conocen estos conceptos, sino a las generaciones en activo que están en la edad de producir y que suelen ser los que ocupan puestos que toman decisiones que generan e implementan cambios con efecto cascada.
Y por último se requiere compromiso.
En resumen, el verdadero empoderamiento de las mujeres en el turismo pasa por varias vías, fáciles de decir y laboriosas de conseguir; por un lado, seguir apostando por el papel de la mujer en puestos de responsabilidad en toda la cadena de valor del turismo, por perseguir que las condiciones laborales sean equitativas y dignifiquen el trabajo.
Desde la ISTO estamos trabajando desde nuestro grupo en equidad de género, diversidad e inclusión, en identificar y visibilizar iniciativas exitosas que pongan de manifiesto la necesidad de este impulso como una parte más del turismo del futuro, el turismo responsable.
Mientras eso sucede, invito a las mujeres lectoras de esta columna a ser esas palancas de cambio positivo, premiando a las empresas y servicios que están comprometidos con la equidad y la inclusión.