Jürgen Habermas, reconocido filósofo y sociólogo alemán de 93 años, publicó recientemente en el Süddeutsche Zeitung germano un largo artículo que recogió El País el domingo 19 de febrero. En el mismo, intenta hacer equilibrios entre quienes ayudan decididamente a Ucrania, invadida injustificadamente por Rusia como, acertadamente, repite siempre Sánchez, y aquellos que, de un modo u otro, dan su apoyo a Putin, como, pe, Noam Chomsky que tanto gusta a Podemos y a sus seguidores.
En “Un alegato a favor de las negociaciones de paz”, no se atreve Habermas a condenar la ayuda occidental a Ucrania, pero quiere provocar dudas entre quienes asisten a Ucrania frente a su hermano Caín. Puede ser el rol del filósofo. Sin embargo, ha vivido el nazismo de Hitler, el precursor de Putin. Sin dejar de apoyar a Ucrania, Habermas subraya los riesgos que para todos nosotros comporta esta guerra iniciada por Rusia. Ciertamente, Alemania vivió con especial intensidad la Guerra Fría que pudo desembocar en un conflicto nuclear, si bien no ocurrió. Como le preguntó una vez Gensher a un colega de Exteriores aliado para callarle: “¿Tienes misiles nucleares desplegados en tu país?”.
No obstante, ¿Es ello motivo suficiente para abandonar al justo y salvarse uno? En la mar el rescate de otros exige mantener ante todo la seguridad de la propia nave, así como de su tripulación y pasaje. Pero, en Ucrania, el abandono del agredido tendría también otras consecuencias como recompensar al agresor e invitarle a repetir sus fechorías.
Nadie puede, tampoco, obviar que, si bien el mundo es más amplio que Europa, en este continente se establecieron a partir de los años setenta del siglo pasado unas reglas internacionales de convivencia que lo han gobernado más o menos civilizadamente hasta que hace un año, al invadir Ucrania, Rusia tiró ese valioso jarrón al suelo, haciéndolo añicos.
Putin suspende ahora el Tratado New START que limita los arsenales nucleares estratégicos ruso y americano, no las “pequeñas” bombas tácticas nucleares, más problemáticas en Europa. No lo duden, los amigos de Putin seguirán dándole la razón a pesar de todo. El antiamericanismo subvierte la razón poderosamente.
Bloqueado el Consejo de Seguridad de la ONU por Rusia, queda acudir a su Asamblea General
Habermas aboga por unas negociaciones inmediatas y hace a los occidentales corresponsables del destino ucraniano al ayudar a Kyiv. Como, se supone, ocurre asimismo cuando se asiste a un mendigo, aunque también se es responsable de no ayudar al necesitado o, en el caso ucraniano, serían responsables los occidentales por no auxiliar a Ucrania, como hicieron Francia y el Reino Unido con la II República española. Con esta corresponsabilidad, ¿Desea Habermas soldar exclusivamente a los occidentales con Ucrania? Sin embargo, más responsable que nadie es Rusia, la agresora e invasora.
Negociaciones cuanto antes pide Habermas. ¿Quién no las quiere? ¿Zelensky, Biden, Macron, Scholz o Putin? Bastaría con que Rusia sacara sus ejércitos de Ucrania. ¿Sería Washington-Londres-Varsovia-Kyiv el nuevo eje del mal, según pretenden algunos? En realidad, en la Conferencia de Múnich del pasado fin de semana, los occidentales mostraron unidad. Habermas, como filósofo, debiera, quizás, interesarse más por un resultado justo de esas negociaciones, uno que no favoreciese al agresor.
Bloqueado el Consejo de Seguridad de la ONU por Rusia, queda acudir a su Asamblea General. Sólo condiciona moralmente, pero allí Rusia fue condenada mayoritariamente el año pasado. China se abstuvo, pero, en realidad, está perdiendo una ocasión de intentar mediar seriamente. Sottovoce le gusta más Rusia, vecina y compadre de ausencia democrática. Y eso que Rusia está asentada en Siberia sobre territorios que fueron chinos. Sin embargo, fascismo y comunismo llegan a entenderse, como cuando Alemania y Rusia invadieron Polonia en 1939.
Borrell le ha expresado a su colega chino unas líneas rojas de la UE para que no ayude a Rusia con armamento. Queda por ver si Xi Jinping, que tendría un plan de paz, querrá facilitar que la legalidad internacional vuelva a imperar en Europa. Otros, impacientes, ladran: “A ver si Zelensky se rinde pronto”.