En la antigua Grecia existían los oráculos, que eran templos donde los ciudadanos, desde reyes a gente humilde, podían consultar a los dioses, previo pago de una ofrenda, aquellas cuestiones que más les preocupaban en sus vidas cotidianas, con la creencia que sus consultas serían escuchadas por la divinidad y sus respuestas les arrojarían la luz necesaria para tomar decisiones acertadas.
Los oráculos griegos que se conservan, como el de Delfos, son hoy tan solo el bello vestigio de una cultura mítica. Esos oráculos de la antigüedad clásica, sin embargo, tienen en la actualidad un cierto reflejo en lo económico con lo que representan los organismos económicos internacionales, las agencias de calificación financiera o los servicios de estudios económicos de los grandes bancos. La difícil situación económica vivida en 2022 con la guerra en Ucrania, el elevadísimo precio de los combustibles y la inflación disparada, hacía presagiar un año 2023 igualmente malo. Las principales instituciones económicas y muchos analistas vaticinaban el otoño pasado la alta probabilidad de que Europa entrara en recesión al comienzo de este año.
Sin embargo, la evolución reciente de las principales variables macroeconómicas tanto del conjunto de la UE, como de la zona Euro, muestran mejores resultados de los inicialmente previstos por “las pitonisas de la modernidad”, permitiendo ciertas razones para el optimismo.
Las previsiones económicas de invierno, presentadas este lunes por el Comisario de economía comunitario Paolo Gentiloni en Bruselas señalan, con cierta seguridad, que Europa no entrará en recesión, incluso que registrará en este año un tímido crecimiento del PIB del 0,8%, que llegaría al 1% en el caso de la zona Euro. La economía española no sería ajena a esta evolución y registraría uno de los datos más significativos, alcanzando en su caso un crecimiento todavía mayor del 1,4%, cuatro décimas más que la previsión anterior de otoño, superando la media comunitaria y de la zona Euro. Unas previsiones que contrastan con las previstas para las otras grandes economías europeas como Italia con un crecimiento del 0,8%, Francia con el 0,6% o Alemania con el 0,2%.
Al partir de unas expectativas otoñales tan malas que abocaban a la recesión, estas previsiones de crecimiento, que en otra coyuntura podrían resultar muy pobres, han pasado a considerarse datos que invitan al optimismo y generan esperanzas de recuperación de la maltrecha economía europea.
Por otra parte, la evolución de la inflación parece dar muestras de una leve mejoría aunque los precios seguirán creciendo durante este año el 6,4% en el conjunto de la UE y el 5,6% en la zona Euro según la Comisión, muy por encima del tradicional objetivo del 2% de inflación del Banco Central Europeo. Esta misma tendencia se apunta para España, que moderará su inflación media anual del 8,4% del 2022 al previsto 4,4% en 2023. En Alemania e Italia, la inflación también se reducirá hasta el 6,3% y el 6,1% respectivamente, mientras que Francia registraría según las previsiones una inflación media del 5,2%.
Esta evolución de la inflación conduce a pensar que muy probablemente los tipos de interés seguirán subiendo en 2023, lo que se traducirá en un nuevo encarecimiento del dinero y, por tanto, una pérdida de poder adquisitivo todavía mayor de las familias y de las empresas, especialmente de aquellas que estén endeudadas a tipos variables y, como consecuencia de todo ello, un enfriamiento de la demanda.
El precio de los combustibles en Europa también parece moderarse en los últimos meses y con ello la inflación. El precio de referencia del gas, por ejemplo, que tras registrar un máximo histórico en agosto pasado de 350 euros el kilovatio hora, se ha situado ahora en 60 euros, un nivel inferior al registrado al estallar la guerra de Ucrania, gracias a la contención de la demanda y a la mayor diversificación de las fuentes de suministros desde el pasado otoño.
Queda por ver cuál será la evolución de los precios de los alimentos, de los alquileres y de algunos bienes que han escaseado por el desajuste de las cadenas de valor. Aún siendo altos, parecen mostrar en las últimas semanas una cierta moderación, al amparo de la reducción del IVA de algunos alimentos, las medidas adoptadas por diferentes gobiernos para poner un tope al precio de los alquileres y la progresiva eliminación de los cuellos de botella en las cadenas de suministro internacionales. La imprevisible evolución de las amenazas derivadas de la invasión de Ucrania a lo largo de los próximos meses también será un elemento determinante para la marcha de la economía europea durante este año.
En época de incertidumbre, solo el análisis ponderado y razonado de los hechos nos dará una idea fiel de la situación, si bien siempre habrá quienes prefieran buscar respuestas a sus anhelos en los dogmas de oráculos.
En un contexto como el previsto, tan importante son los datos de inflación o de inflación subyacente (sin incluir los productos energéticos y los alimentos sin elaborar, que, por cierto, empeoró el pasado mes de enero), como las expectativas inflacionarias de los agentes. Resulta esencial en la coyuntura actual que casi todo el mundo mantenga la expectativa de que la inflación no va a aumentar y no va a convertirse en un desequilibrio persistente porque, de lo contrario, podría acabar provocando una mayor inflación.
Otra variable que habrá que seguir con atención es el consumo de los hogares, ya que todo apunta a que la pérdida de poder adquisitivo se prolongará a lo largo de este año. Muchas familias vienen sufriendo la pérdida de capacidad de compra durante todo 2022 por el crecimiento de la inflación, al que se suma la subida de tipos de interés en aquellos hogares con hipotecas a tipos variables, que han sufrido el encarecimiento moderado de estas durante la segunda mitad del año pasado. Todo ello en un contexto en el que el empleo se mantiene pero los salarios reales se han reducido. Salvo en Alemania donde el salario mínimo se incrementó un 14,86% para 2023, muy por encima del 8,63% de inflación en 2022, en el resto de las grandes economías europeas con salario mínimo, este creció por debajo de la inflación.
Las previsiones de inversión para este año parecen aguantar moderadamente bien, sobre todo por los estímulos que propician los fondos europeos, especialmente en aquellas actividades vinculadas a la digitalización y las energías renovables. No obstante, habrá que seguir de cerca la evolución de los márgenes de las empresas y el destino de los mismos porque, en un contexto de subida de tipos de interés, podrían dejar de invertirse en mejoras de la capacidad productiva y dedicarse a la adquisición de activos financieros cada vez más rentables por la subida de tipos.
Otros indicadores económicos adelantados como el Índice de Gestores de Compras (PMI: Purchasing Manager´s Index) de NTC Economics o el Indicador de Sentimiento Económico de la Comisión Europea, refuerzan la posición optimista y esperanzadora al reflejar una mejora de las expectativas de los hogares y las empresas en Europa para los próximos meses, después de haber registrado datos muy malos durante la segunda mitad del año pasado.
Por último, las debilidades del capitalismo global, puestas de manifiesto por la crisis pandémica y el contexto geopolítico actual, invitan a un replanteamiento de las relaciones económicas internacionales. Las grandes potencias comerciales parecen apostar por la adopción de posiciones más proteccionistas que, de consolidarse, podrían afectar al comercio internacional de la Unión Europea y suponer un desafío para su política común en un contexto de división de opiniones entre sus miembros.
Por todo ello, aun con datos esperanzadores, no hay lugar para el triunfalismo, ya que la buena marcha de la economía europea depende del frágil equilibrio de unas variables inciertas. ¿Qué futuro económico inmediato tendrá Europa? En época de incertidumbre, solo el análisis ponderado y razonado de los hechos nos dará una idea fiel de la situación, si bien siempre habrá quienes prefieran buscar respuestas a sus anhelos en los dogmas de oráculos, videntes y agencias de rating, aunque ello suponga una revisión permanente de sus vaticinios.