Publicado el 2 de febrero a las 19:48
Siempre es conveniente recordar a Max Weber cuando diferencia, en obras como "El político y el científico", aunque no solo, la ética de la convicción, o de los principios, de la ética de la responsabilidad, con la que se tienen en cuenta las consecuencias de una decisión. Y, ambas, pueden ser no coincidentes. Por eso, cuando se ejerce la política, y se tienen responsabilidades con terceros por lo que puede pasar con las decisiones adoptadas, a veces ha de elegirse entre ellas utilizando dosis adecuadas de las mismas.
La explicación, antes que Weber, la dio Von Bismark cuando avisó de la conveniencia de que no se supiera como se hacían las leyes como no era conveniente que se supiera como se hacían las salchichas. Porque, aunque el resultado final de ambas acciones pueda ser satisfactorio para el común de las personas, como se demuestra por lo buenas que están las salchichas, el conocimiento de la forma en que se hacen podría chocar con los principios de cada uno sobre lo que entendemos como saludable.
Pues bien, ni Weber ni Bismark conocían bien lo que podía ocurrir cuando se podía estar repicando y en la procesión, o en el plato y en las tajadas, que es decir lo mismo. Eso lo hemos conocido después, cuando hemos visto como se participa en un gobierno de coalición, en minoría, queriendo practicar la "nueva política" pero habiendo adquirido en poco tiempo los hábitos de la política de toda la vida. En ese caso, se puede alardear de principios y dejar que la responsabilidad la ejerza la parte mayoritaria del gobierno. Que para eso es mayoritaria.
La forma más cotidiana de hacerlo es muy sencilla. Consiste en debatir las medidas que se van a adoptar en el consejo de ministros pero haciéndolo cara al público, en entrevistas o declaraciones a los medios. Así, se pueden explicitar las versiones más populares del debate para dejar claro que, si al final no son las que prevalecen, la culpa no es suya, si no de la mayoría del gobierno, a quien le "tiemblan las piernas" . De esta forma se conserva la virginidad de las ideas que pueden servir para la siguiente cita electoral. Es lo que se llama quedar de bonito.
Y luego está la modalidad de la "opera prima". En el mundo del arte se conocen ciertas obras de principiantes como "operas primas". Se trata de representaciones, ya sean de cualquier expresión artística, en las que se quieren decir muchas cosas a la vez, todas esas que se han almacenado durante la espera hasta poder comunicarlas. De ello, puede salir una obra maestra, debida al talento del autor, o un fracaso si la falta de mesura ha hecho estallar la obra por sus costuras no demasiado firmes.
¿Puede haber ocurrido eso con la ley del "solo si es si"?. Podría ser, porque confluyen algunas circunstancias. Una mera visita a la web del Ministerio de Igualdad nos permite ver que la “Ley Orgánica 10/2022, de 6 de septiembre, de garantía integral de la libertad sexual”, es una auténtica "opera prima" . Es cierto que existen otras normas anteriores de este mismo ministerio pero, ni por su rango ni por la importancia del tema regulado, pueden discutir esta calificación a la ley del "solo si es si".
Entre la ética de los principios y la ética de la responsabilidad, hemos podido conocer algún ejemplo de ética de la irresponsabilidad.
Pues bien, lo que podría haber sido una obra maestra se ha convertido en una norma que ha alcanzado un amplio rechazo incluso en parte del mismo arco parlamentario que la aprobó. Y, todo, por la existencia de una puerta trasera por la que han salido antes de tiempo unos centenares de violadores de esos que se querían evitar con la promulgación de la nueva ley. Los efectos políticos más inmediatos han sido empañar la labor de un gobierno progresista y permitir que la derecha española presuma de feminismo.
Desconozco cual es esa puerta de escape que se ha abierto. No sé si es la falta de una disposición transitoria, la levedad de las penas menores o la dificultad de compaginar esas penas con el criterio general del código penal al haber cambiado ciertas tipificaciones. Lo ignoro. Pero me atengo a las declaraciones.
Rechazo muchas de esas declaraciones, sobre todo las del "ya lo decía yo" de personas que ostentaban cargos desde donde lo podían haber evitado, al menos, votando en contra en el parlamento. Pero me quedo con dos declaraciones. Una, del presidente de gobierno reconociendo la necesidad de corregir la ley y otra, de la propia ministra, cuando achaca los efectos negativos de la norma promulgada al "machismo" de los jueces y juezas.
Seguramente había que esperar un tiempo antes de corregir la ley para ver cómo se aplicaba en los juzgados y, sobre todo, algún pronunciamiento del Tribunal Supremo pero, las formas, tan importantes en política, han marcado diferencias, tanto como la disposición a aceptar una responsabilidad.
Y, así, entre la ética de los principios y la ética de la responsabilidad, hemos podido conocer algún ejemplo de ética de la irresponsabilidad.