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"El mundo no será destruido por los que hacen el mal, sino por aquellos que los miran sin hacer nada."Albert Einstein

La brecha digital en el acceso a los servicios públicos

La brecha digital en el acceso a los servicios públicos

El Plan de Digitalización de las Administraciones Públicas 2021-2025 es uno de los elementos principales del componente 11 del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, de modernización de las Administraciones Públicas, y recoge el desarrollo de las actuaciones concretas que se llevarán a cabo dentro del ámbito de la administración digital. El objetivo es la mejora de la eficacia y eficiencia de la Administración Pública en su conjunto. Ahora bien, bajo los Planes está la realidad. En este artículo, de nuestro colaborador, Mariano del Mazo se explica con claridad la brecha digital que existe actualmente en los servicios públicos y cómo la pérdida de la personalización en los mismos es una gran merma en su calidad.  


La creciente automatización digital de las administraciones públicas y las entidades bancarias, agudizada con las medidas excepcionales que se adoptaron durante la pandemia, ha modificado en muy poco tiempo y de forma drástica la forma de relacionarse de los ciudadanos con bancos, ministerios y otros organismos oficiales.

 

Parece que esa tendencia de limitar o  incluso suprimir  la relación personal entre administradores y administrados ha venido para quedarse y no se vislumbra ni una vuelta atrás ni una flexibilización en la acelerada carrera hacia la sustitución de las oficinas con personas por las máquinas.

 

Algunas consecuencias de esta digitalización de los servicios públicos están resultando sin duda positivas para sus usuarios: evitan colas y esperas, ahorran tiempo en desplazamientos y favorecen la disponibilidad del acceso a las plataformas en la red a cualquier hora del día. Cuando la aplicación digital funciona. 

 

Sin embargo, esta vertiginosa y fuerte reducción e incluso supresión de la forma de prestar servicios personalizados en una oficina, pública o privada, promovida por distintas reformas administrativas, está empezando a mostrar un efecto secundario no muy halagüeño: la exclusión de un importante colectivo de personas con enormes dificultades para tramitar por esta vía telemática las gestiones más habituales y cotidianas. Como el cobro de la pensión u otra prestación de la Seguridad Social, la reserva de plaza en un centro educativo, la consulta del saldo bancario o hacer un pago en un organismo oficial, así como pedir información sobre cualquier asunto particular, muchas veces vital y no caprichoso.

 

Ya es un lugar común hablar de brecha digital para referirse a las dificultades que tienen para sobrevivir en esta era de Internet quienes carecen de recursos y conocimientos para poder usar los dispositivos de acceso a la red. Esta discriminación la sufren a veces personas con bajos ingresos e inmigrantes que no hablan español. Pero son sobre todo la edad y la soledad los obstáculos más infranqueables para no verse afectado por esa brecha digital. 

 

Y es que incluso hasta para los más habituados a moverse en las redes estas plataformas digitales de la administración son en ocasiones un auténtico quebradero de cabeza y un insuperable laberinto. Pues no todas las aplicaciones para conectarse con la administración son igual de ágiles y asequibles. 

 

 

Ya solo falta sustituir la consulta presencial del médico por una videoconferencia o una tablet en el centro de salud. 

 

 

En las administraciones públicas ya hay trámites que o no se pueden hacer en persona o es extremadamente difícil efectuarlos fuera de las aplicaciones informáticas diseñadas al efecto. Y en la prestación de servicios bancarios sucede exactamente lo mismo. Quizá cabe pensar que lo que desea la banca es sustituir las cada vez más menguadas sucursales por oficinas virtuales y  trasladar a los propios clientes las tareas tradicionalmente destinadas a los trabajadores del sector.

 

Los ciudadanos a veces tenemos la impresión de que las distintas administraciones públicas se están blindando ante el público imponiendo unas nuevas barreras con la excusa de la revolución tecnológica, que las vuelve a convertir en inaccesibles. Como en los peores tiempos del “Vuelva usted mañana” del que hablaba Larra en el siglo XIX.

 

Que el fenómeno de la brecha digital va a más lo pone de manifiesto el hecho de que algunas entidades financieras parece que  se disponen a dar un nuevo paso en esa dirección de ahuyentar al cliente de la ventanilla, cuando anuncian la supresión de las tradicionales libretas de ahorro, de forma que todos los cuentacorrentistas tengan que tener acceso a la banca on-line para efectuar las operaciones bancarias más cotidianas e imprescindibles.

 

De esta forma se está obligando a los ciudadanos a tener una “competencia digital” para poder ejercer sus derechos elementales. 

 

A raíz de la irrupción de movimientos ciudadanos reivindicativos, como “Soy viejo, pero no tonto” se han planteado diversas soluciones para paliar o resolver esta dificultad de acceso de los mayores a los servicios bancarios. Algunas parten del supuesto de dotar a los legos en informática de esa competencia digital o esa accesibilidad a los ordenadores en centros públicos, como bibliotecas, centros de día o residencias. También se ha hablado de hacer más fácil el uso de las aplicaciones digitales, de asesoramiento telefónico o presencial sobre cómo llevar a cabo el trámite correspondiente. 

 

Pese a que estas soluciones podrían ser interesantes y útiles para algunas personas hoy excluidas del acceso digital a los servicios públicos, no es, sin embargo, la medida más satisfactoria ni que resuelva el problema de fondo. Pues deja sin plantear lo que más discrimina a un importante segmento de la población, un colectivo muy vulnerable, por cierto: la falta de una atención personalizada, telefónica o presencial. 

 

Si vamos hacia una sociedad envejecida y en la que cada vez aumenta más el número de personas que viven solas, una atención personalizada pasa a ser una esencial. Frente a la soledad, encontrar una persona que te atienda, no dejar solos a los ciudadanos frente a una máquina. 

 

Proporcionar capacitación y apoyo técnico a los analfabetos digitales es una buena idea. Porque la dictadura de lo digital puede terminar convirtiendo en dependientes o en mucho más dependientes. ¿Y los que no tengan a nadie? ¿O va a tener que haber un agente de los servicios sociales de guardia para hacerles a esos discapacitados digitales todos los servicios?

 

Los servicios públicos debieran combinar el acceso informático y digital a todas sus prestaciones con la atención individualizada a clientes y ciudadanos que quieren ser escuchados, para contarle a un empleado o funcionario su problema. Para tanta gente que vive sola y no tiene mejor forma de poder acceder a estos trámites, sería una forma de evitar su exclusión social, de no convertirlos en los nuevos dependientes de la era digital.

 

Ya solo falta sustituir la consulta presencial del médico por una videoconferencia o una tablet en el centro de salud. Que a lo mejor quizá pueda resolver algún problema puntual de ciertos pacientes, pero que no parece que sea una buena atención médica para las personas.


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