La palabra “bulero” no existe en la lengua castellana, aunque sí la de buldero, aunque esta esté en desuso. Ya Lázaro de Tormes nos habla del buldero a quién sirvió, de quien decía que fue este “el mas desenvuelto y desvergonzado, y el mayor echador de ellas – de las bulas- que jamás vi ni ver espero, ni pienso que nadie vio, porque tenía y buscaba modos y manera muy sutiles invenciones”.
Pero a pie firme que una y otra podrían ser perfectos sinónimos, porque tanto el bulo como la bula se fundamentan en la falsedad que construye su relato en la concesión de privilegios, una carga, una obligación o una dispensa, que entre otras y hasta no hace mucho, concedía la Iglesia católica a sus fieles mas acomodados, de comer en vigilia ciertos días, pero que también se concedía a aquellos “cruzados” que poseían bienes ajenos cuando no les constaba el dueño de ellos, o el contar con facilidades negadas a los demás para conseguir u obtener dispensas difíciles o imposibles.
Las bulas pervivieron por nuestras tierras durante siglos, y los bulderos fueron personajes que “vivieron del cuento”, vendiendo este tipo de documentos eclesiales, ya fuesen “verdaderos” o “falsos”, que incluso dentro de la mismísima falsedad la hay aún mayores.
Hoy la política, el mensaje y la exageración se ha convertido en un todo. Hay bula para ello, concedida por los mas resabiados proceres de la Patria o aspirantes a ello.
Un interés inusitado por el “bulo”, y los “bulderos” ponen enorme interés porque se les escuche, para lo cual es imprescindible que la exageración raye la estupidez y la estulticia, y que en la boca de estos pícaros y perspicaces personaje puedan parecer frase o relato singular e ingenioso, fruto de aguda y concienzuda investigación o paradójico descubrimiento de lo oculto.
Desde hace tiempo jalear a los propios y denigrar al contrario se ha convertido en un deporte de alta competición. ¡A ver quién más jalea y quien es el que más denigra ¡
A este deporte voluptuoso y olímpico dedican todos sus esfuerzos sesudos laboratorios de comunicación política e “ideas”, personajes indeseables que se autodenominan “periodismo libre e independiente”, y que viven del libelo. Son “comunicadores de la nada”, repletos de sesudos y convincentes análisis, todos esparcidos en una pléyade de medios digitales, o preparados para ser pronunciados por “conspicuos” políticos con pretensiones de “hombres de Estado” a los que dan a leer frases lapidarias, contundentes, mesiánicas e irrebatibles.
Política y comunicación se han trastocado en un enjambre de buleros o bulderos, calumniadores, extravagantes, exageradores, twiteros de barra, trumpistas, ayuseros, esperpentos, troleros, bebedores de “carajillos” a primera hora de la mañana, mentirosos, embusteros, cameladores, engañadores, “constitucionalistas” y “anticonstitucionalistas”, chismosos, “comunistas”, “fachas” y “fascistas”, bolivarianos, bilduetarras, alcahuetes, echadores de cartas, cuentistas, paparrucheros, filferos, whasapeadores, infundiadores, patrañuelos, difusores de fake news, encantadores, brujos de medio pelo, pícaros, imbéciles, ignorantes, traidores, vividores del escándalo, adivinos, profetas, bolsonaristas, propagadores de posverdades … ¡Y curioso¡ Todos suelen utilizar este tipo de epítetos, como si no hubiera un mañana, para calificar a sus contrarios.
La barbaridad prima, y se premia. El caso es intentar “ser alguien”, estar en boca de los comentaristas de turno, los tertulianos de postín o los salvapatrias del amanecer, entre otras especies de cotidiana inconsistencia…. Sabelotodos de nada, adivinos de la prospectiva y magos del futuro, personajes que nos amargan la vida prediciendo lo mal que va, o va a ir, prediciendo catástrofes en el mundo, la sociedad, la economía, el Gobierno, la oposición o la salud. Sabedores de nada e ignorantes de todo. Se distorsiona deliberadamente la realidad, se manipulan las creencias y las emociones con el fin de influir en la opinión pública y en las actitudes sociales. La confusión crea adictos…, y “la duda” deja de ser cartesiana para ser “duda no discernible”.
Quien almacena bulos en el cerebro pierde lentamente su personalidad, sin apercibirse de ello, hasta el punto de anular el “yo” y para pasar a ser NADIE.
¡Bien¡, pues esta suerte de personajes han tenido a bien poner a nuestra insigne Patria, a la que muchos dicen amar y defender, en el corazón de los Golpes de Estado. Golpes de Estado que están, hoy por hoy, al precio de las castañas en invierno. No hay radio, televisión, mensaje de Whasap o Telegram, artículo periodístico, frase “ingeniosa” que no sea pronunciada por un “buldero profesional” que nos perturbe o amargue el día, como si ese fuera su único oficio o razón de ser.
Las frases oídas y escuchadas por nuestros oídos han perturbado el sentido de la audición y enajenado nuestras mentes de cualquier raciocinio o ejercicio intelectual.
Por todo ello, entiendo, que es muy recomendable bueno, sano y salubre el lavarse las manos cuando se está en contacto con un bulo, de esos que propagan con tanta ligereza y asiduidad. El bulo tiene un alto poder infeccioso y es socialmente muy contaminante. También conviene lavarse la boca e intentar que la enfermedad no llegue al cerebro, porque de ser así estararíamos perdidos.
Quien almacena bulos en el cerebro pierde lentamente su personalidad, sin apercibirse de ello, hasta el punto de anular el “yo” y para pasar a ser NADIE. El individuo, perdiendo su esencia y ser, es capaz de convertirse en masa amorfa y cuestionar lo hasta ahora incuestionable, el sentido común, convirtiendo tal vez el “meta verso” en “incuestionable realidad”, como pasó en el asalto al Congreso de los Estados Unidos, recientemente en Brasilia, o sucediese en Cataluña con el bloqueo realizado a su Parlamento en 2011. Su objeto no es otro que poner en cuestión a las mas altas instituciones del Estado.
No obstante, el infectado, siempre tendrá la sensación de ser ALGUIEN, de ser más fuerte y poderoso, de ser un SER SUPERIOR, creerá saberlo todo, estará en posesión de ideas arrebatadoras y convincentes, que reproducirá “cual Verdad Absoluta”, a los cuatro vientos. De esta forma se crean “paraísos” y conciencias particulares en torno a cuestiones generales, de tal forma que la sociedad se ve compelida a pensar lo que ningún individuo ha sido capaz de discernir por sí mismo.
Al final, el conjunto de la sociedad acaba reflejando su rostro en el espejo cóncavo del callejón de Gato, o en esos millones de espejos que todos llevamos en el bolsillo, cual “agente” de un “Gran Hermano” desconocido, o también en ese otro que todos tenemos en casa, que ha pasado de ser cóncavo, a ser plano y ahora convexo. Todo un mundo en imágenes y palabras.
Aunque parece imposible, es aconsejable preservarse de los bulos y las bulas. Cuidar nuestra salud mental e intelectual, mimar la razón propia y tratar de ser nosotros mismos. Así sea.