< Septiembre 2023 >

Apuntes sobre las inundaciones

Un pato en las termas de A Chavasqueira y el Muiño da Veiga cerradas por inundación en noviembre de 2022, en Ourense. Imagen: EP

Apuntes sobre las inundaciones

Las inundaciones son uno de los fenómenos naturales que más caro le sale a los seguros en España, pero ¿Por qué se inundan las zonas urbanas?, ¿Cómo es posible que todos los años aparezcan pueblos anegados de agua por las lluvias o el desbordamiento de algún río? La respuesta inocente es porque entra más agua de la que sale. Tomando como punto de partida ese sencillo criterio, y con las limitaciones de condesar la información en este breve artículo, trataremos de comprender la verdadera magnitud del problema.

Los daños que provocan las inundaciones están íntimamente ligados a la velocidad del agua, el calado (profundidad del agua) y al tiempo que dure la inundación. 

 

En un cauce inundado, existe una relación directa entre la velocidad y el calado. Si disminuye la velocidad del agua, aumenta el calado, y viceversa. Esa relación la observamos intuitivamente en un canal, acequia o río, cuando interponemos un obstáculo. Provocamos que el agua se frene y al mismo tiempo que suba su nivel para rebasarlo. Es lo que pasa con las presas o los puentes con pilas en los cauces de los ríos.

 

Lo primero que nos viene a la cabeza para mejorar la evacuación del agua es aumentar el desnivel con el punto de desagüe. A mayor desnivel, más agua sale.

 

Igualmente, como hemos visto que el calado depende de la velocidad del agua, y todos sabemos que cuanto más lisas son las paredes y el fondo, más rápido fluye el agua, podremos hacer que el desagüe funcione mejor disminuyendo la rugosidad de los cauces, eliminando vegetación, por ejemplo. 

 

Desde el punto de vista teórico, a muy grandes rasgos, ya tenemos algunas de las herramientas básicas para actuar contra las inundaciones. Son medidas estructurales, basadas en la ejecución de algún tipo de obra.

 

Podríamos tratar de actuar sobre el agua que entra, tratando de retenerla, laminarla o desviarla, para que entre menos agua. Se pueden construir presas, bypass, nuevos encauzamientos de ríos o zonas de almacenamiento alternativo.

 

Podríamos tratar de actuar sobre el agua que sale, mejorando la capacidad de desagüe. Las actuaciones más comunes son la eliminación de obstáculos en los cauces, la corrección de los cauces, mejorar la rugosidad para que el agua fluya más rápido o tratar de conseguir un mayor desnivel para que el agua fluya más rápido.

 

Pero todo tiene un precio. Por desgracia los recursos son finitos y hay actuaciones que tienen un coste económico tan elevado en relación con el beneficio que aportan, que las hacen inviables.

 

Es en ese momento en el que aparece la figura de los técnicos, que proporcionan al legislador la ayuda para adoptar unos criterios que valoren lo que es asumible de lo que no lo es. Con el tema de las inundaciones ¿Cómo se decide si un determinado nivel de inundación es asumible o no? Pues, básicamente, se hace mediante una mezcla de análisis de riesgo y de probabilidad. Se adoptan criterios que permiten que los eventos que supongan un mayor riesgo tengan una baja probabilidad de ocurrencia, y viceversa.

 

Como ejemplo, en España, los alcantarillados de las ciudades se suelen diseñar para que aguanten las lluvias que tienen una probabilidad de ocurrir inferior a una vez cada veinticinco años. Aunque no lo parezca, esa probabilidad es alta, y representa que hay muchas posibilidades de que se produzca una lluvia que colapse el sistema de alcantarillado. A modo de referencia, las normas consideran que la probabilidad es baja cuando la probabilidad de esas lluvias es de una vez cada quinientos años. Sin embargo, los riesgos que suele acarrear el desbordamiento del alcantarillado en una zona urbana suelen ser bajos. Por eso, ese criterio se considera asumible.

 

A todos nos gustaría que nuestros alcantarillados se diseñaran para las lluvias de quinientos años, para que nunca se nos inunden nuestras calles, pero el coste de las obras sería tan elevado, que las haría prohibitivas. 

 

 

Las actuaciones que se hacen para luchar contra las inundaciones no deben ser exclusivamente estructurales, porque dentro de la decisión de ejecutar cada actuación asumimos cierto grado de riesgo

 

 

Por este motivo, las actuaciones que se hacen para luchar contra las inundaciones no deben ser exclusivamente estructurales, porque como hemos visto, dentro de la decisión de ejecutar cada actuación asumimos cierto grado de riesgo de que la obra por sí sola no sea capaz de contenerla.

 

Llegamos así a las actuaciones no estructurales. Consisten básicamente en la adopción de medidas de gestión que mejoren la defensa frente a los efectos de las inundaciones.

 

Este grupo de medidas tienen muchas ventajas, son económicas, previenen los daños y son relativamente rápidas de implantar. Entre las más importantes que disponemos están los sistemas de información hidrológica, conformado por una red de medidores que registran información en tiempo real, y que permite hacer previsiones o establecer alertas, los mapas de riesgo de inundación y de peligrosidad, los planes de emergencia ante inundaciones y sobre todo la ordenación urbanística.

 

La normativa vigente, entre otras medidas, limita los usos del suelo en las zonas inundables, obliga a crear un Sistema Nacional de Cartografía de Zonas Inundables, cuya consulta es pública y gratuita (https://sig.mapama.gob.es/snczi/index.html?herramienta=DPHZI), insta a los promotores a anotar en el registro de la propiedad las construcciones situadas en zonas inundables y establece criterios de diseño para las edificaciones.

 

La adecuada combinación de las medidas estructurales y las no estructurales nos permiten gestionar las inundaciones, pero en ningún caso nos garantizan al cien por cien que no se produzcan. Asumimos que seguiremos teniendo inundaciones, pero los objetivos se encaminan a que los daños que produzcan sean cada vez menores.

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