La Cumbre del G20 en Bali que se desarrolla en estos momentos está siendo vista con gran expectativa mundial. El Grupo de los Veinte (G20) reúne a diecinueve Estados además de la Unión Europea y a España como único invitado permanente. Su origen se remonta a 1999 cuando la creación de éste fue orquestada por EE.UU., Canadá y Alemania, quienes amalgamando actores provenientes de los cinco continentes, buscarían crear de manera informal una agrupación de una veintena de miembros que se reunirían en la modalidad de ministros de finanzas con el fin de establecer un diálogo permanente sobre aspectos financieros y económicos a escala global.
Sin embargo, la crisis financiera de 2008 pondría en evidencia que las estructuras con las que se contaban a nivel financiero mundial como el FMI o el Foro de Estabilidad Financiera no parecían ser suficientemente resilientes ni anticipadoras de los ingentes desafíos que se desprendían de unos mercados globalizados. Rápidamente, los líderes de las economías desarrolladas más afectadas intentaron buscar soluciones a nivel global. Hacía falta un consenso sobre medidas fiscales, financieras y económicas que se debían tomar, por lo que el G20 emergió como la agrupación ideal para establecer esa dinámica al más alto nivel, siendo los mandatarios de esos países los que se reunirían por primera vez en noviembre de 2008 en Washington.
Catorce años después y con muchos vaivenes, los líderes del G20 representativos del 85% del PIB mundial, 80% del comercio internacional y dos tercios de la población del planeta, celebran su decimoséptimo encuentro en 2022. En esta ocasión, Indonesia ha sido el país elegido para organizar la cumbre del G20, perfilar la agenda y dar continuidad a los compromisos que poco a poco se van adquiriendo en aras de una gobernanza mundial. Con mucho entusiasmo y una gran organización, el gobierno de Indonesia puso en marcha una ingente agenda bajo el slogan “Recuperarse conjuntamente, recuperarse más fuerte” invitando a sumarse al proceso a lo largo del año a Camboya, Emiratos Árabes Unidos, Fiji, Países Bajos, Ruanda, Senegal y Singapur. Arrastrando aún el desafío de la pandemia de la Covid-19 e intentando establecer sendas reuniones tanto ministeriales como de grupos de trabajo sobre sus tres grandes ejes elegidos: arquitectura sanitaria mundial, transición de energía sostenible y transformación digital, el trabajo del país asiático se vio inevitablemente perturbado con la llegada de la guerra de Ucrania.
Por primera vez en la historia del G20, existen claras discrepancias y rechazo hacia un miembro, es decir hacia Rusia. Especialmente por parte de los Occidentales, este rechazo ha sido tangible a lo largo del año, sobre todo en las reuniones habituales de ministros de finanzas, reuniones claves donde se acuerdan grandes medidas a escala global. La invasión por parte de Rusia hacia Ucrania ha despertado tal incomodidad que durante todo el proceso nunca llegó a emitirse ninguna declaración conjunta. El rechazo al ministro de finanzas ruso Antón Siluánov ha sido abierto, especialmente por parte de EE.UU., Canadá, Francia y la Unión Europea quienes no han querido compartir reunión con dicho funcionario. Una situación de gran incomodidad para el anfitrión del G20 que no ha aceptado expulsar o no invitar a Rusia a todo el proceso, pese a las peticiones formales y presiones. Indonesia ha optado por mantenerse en un estado de neutralidad, decidiendo mantener a Rusia e invitar a Ucrania, porque es consciente sobre su incapacidad para expulsar a algún miembro. Pese a carecer de carta fundacional y de secretaría permanente, el G20 posee en su seno reglas no escritas aceptadas por todos, por lo que nadie puede cambiarlas por sí solo. Todo acuerdo necesita de consenso y China, integrante de gran peso ha dejado ver siempre su postura “imparcial” ante Moscú por lo que no existe un total acuerdo de rechazo hacia Rusia.
La guerra de Ucrania se traduce en serias consecuencias económicas para todos
Aunque 2022 ha sido un año de difícil entendimiento en el G20, cabe destacar que tan solo tres días antes de la esperada cita anual (12 de noviembre) la presidencia de Indonesia ha sacado adelante el acuerdo concreto sobre la creación de un fondo económico para hacer frente a futuras pandemias de 1400 millones de dólares. No obstante, la cumbre del G20 es en esta ocasión especialmente llamativa por todos los encuentros bilaterales que tienen lugar al margen. Un recién confirmado Xi Jinping se entrevista con el presidente francés E.Macron, el español Pedro Sánchez, el argentino Alberto Fernández, el senegalés Macky Sall y el tan anunciado cara a cara con el presidente estadounidense J. Biden.
Si bien es cierto que en los últimos días la posible presencia de V.Putin a la cumbre ha sido una cuestión polémica, el encuentro entre China y EE.UU. parece mucho más esperado. La visita oficial de Nancy Pelosi (Presidenta de la Cámara de Representantes de EE.UU) en agosto de 2022 a Taiwan ha supuesto la antesala a un conflicto comercial aún más complejo entre ambos actores. Una visita nada inocente por parte de Pelosi a la isla donde se ubica la conocida, sofisticada y más grande empresa de semiconductores TSMC del mundo, ha despertado gran y justificada incomodidad por parte de China. En esta atmósfera incierta, donde la guerra de Ucrania se traduce en serias consecuencias económicas para todos, el singular espacio del G20 ofrece flexibilidad para encuentros valiosos que necesitan, en realidad, de voluntad política. Esa es la virtud del G20 que ahora está a prueba.