Octubre siempre ha sido un mes convulso e importante para Cataluña. El 6 de octubre de 1934, como reacción a la llegada de las derechas al Gobierno de la República, el president Companys proclamaba “l’Estat Català de la República Federal Espanyola” (una proclama federalista como se ve, nada que ver con el “procés”), el resultado fue la detención del Gobierno de la Generalitat y la suspensión del Estatuto de Autonomía (un 155 de la época). También en octubre, ochenta y tres años más tarde, lo que ya es sabido: referéndum unilateral de independencia, cargas policiales, discurso del rey, proclamación de independencia e inmediata suspensión de la misma, prisión para la dirigencia política y social del independentismo, salvo para los que marchan del país.
Nuevamente octubre, cinco años después del referéndum, se rompe uno de los pilares del movimiento soberanista desde 2015 hasta la fecha: el gobierno de unidad independentista de la Generalitat. Esa ruptura se debe a la imposibilidad de hacer compatible la lucha insomne, que libran ERC y Junts per Catalunya (JxC), por la hegemonía en el campo del independentismo, con la necesaria cooperación que exige un gobierno de coalición. Las grandes coaliciones son cosas de alemanes.
La apuesta de ERC por la mesa de diálogo y por un dialogo político con el Gobierno central no da frutos claros más allá del indulto parcial para los presos del “procés”, Junts acusa: ERC vendida a los socialistas por un plato de lentejas. Un dato importante: ANC, la tradicional organizadora de las manifestaciones del 11 de septiembre en los años del procés, organiza la de este año con la consigna de partidos traidores, el pueblo decide, independencia ya. Aragonés se niega a acudir a la manifestación, la convocatoria reúne a unos 150.000 personas según la Guardia Urbana del Ayuntamiento de Barcelona, 700.000 según los organizadores. Sea cual fuere la cifra cierta, aunque se halle alejada de los números de los años gloriosos del procés, continua siendo una asistencia notable. Existe un independentismo populista huérfano de dirección política. Algunos dirigentes de JxC toman la calculadora.
La marcha del JxC del Gobierno de la Generalitat puede ser, para ERC, salir del fuego para entrar en las brasas. Teniendo en cuenta la conformación de la cámara catalana el nuevo gobierno solo puede sobrevivir con el apoyo, puntual si se quiere, del PSC. No es esa una buena noticia para los republicanos, con esa dependencia sus votos en Madrid pierden todo valor, se tratará ahora de un simple cambio de cromos, no podrán exigir nada, habrá reforma del delito de sedición si a Sanchez le interesa. Y las municipales están a la vuelta de la esquina.
Quizás la forma de salir del laberinto seria que socialistas y republicanos salieran de su zona de confort y aceptaran determinadas propuestas del adversario
El PSC ha movido sus piezas con la precisión de un gran maestro, se presentó a las autonómicas buscando el voto huido a Ciudadanos en los anteriores comicios (cuestionamiento en parte de la inmersión lingüística, participación en las manifestaciones del 12 de octubre, etc.), tras las elecciones, política de acuerdos con el Govern (elección de los titulares de las instituciones autonómicas de conformación parlamentaria, acuerdo para la aprobación del régimen lingüístico de las escuelas, mano tendida para la aprobación de los presupuestos), está política parece dar sus frutos según las encuestas, que señalan una ampliación de la ventaja obtenida por el PSC a los republicanos en las últimas elecciones catalanas, parece quedar lejos las últimas generales y municipales donde el primer partido en Cataluña fue ERC.
Sin embargo, no todo son buenas noticias para el PSC en las encuestas, puesto que éstas también anuncian, junto a una victoria más holgada del PSC en unas próximas elecciones autonómicas, el mantenimiento de una mayoría independentista en el Parlament, que, incapaz de conformar gobierno, puede actuar como mayoría de bloqueo, de modo que, incluso en el improbable caso que Illa concitara el apoyo de todos los partidos no independentistas incluido VOX, no sería posible articular una mayoría de gobierno.
Por otra parte, no es pensable que en actual estado de cosas ERC vote a un candidato socialista para la presidencia de la Generalitat, teniendo en cuenta el coste electoral que le reportó el último tripartito, ni viceversa.
En Cataluña se da pues una situación de equilibrio catastrófico (Gramsci dixit) donde ningún bloque social puede imponerse al otro, quizás la forma de salir del laberinto seria que socialistas y republicanos salieran de su zona de confort y aceptaran determinadas propuestas del adversario hasta ahora consideradas sacrílegas (por ejemplo aceptación de la Constitución y de una posible salida del conflicto que no pase por la independencia por parte de unos, aceptación de la pluralidad nacional del Estado y a estudiar una posible ley de claridad por parte de los otros).
Esto llevará su tiempo, quizás para otro octubre.