El cantante británico, Harry Styles, ha celebrado este viernes su concierto en España, el penúltimo de la gira “Love On Tour” en Europa, y lo ha hecho en la que ya es su casa: el Wizink Center, antiguo Palacio de los Deportes de Madrid. El aforo del recinto ha estado casi completo, con 14.500 personas disfrutando de una experiencia que se había postergado hasta dos veces debido a la pandemia. La cola del concierto se confundía con un desfile de moda de los setenta, protagonizado por los propios fans, que portaban grandes collares, gafas con forma de corazón, pantalones acampanados, lentejuelas y, por supuesto, boas de todos los colores.
Harry Styles vuelve a pisar los escenarios españoles después de casi cinco años, cuando celebró su primera gira en solitario. Y lo ha hecho acompañado de la banda de rock alternativo, Wolf Alice, los elegidos para telonear al intérprete a su paso por los recintos europeos. El grupo londinense presentó algunas de las canciones de su nuevo disco, “Blue Weekend”, como el tema “Smile”, con el que Ellie Rowsell, la vocalista, abrió el espectáculo.
El ambiente ya estaba caldeado para la llegada de Harry Styles. Eran ya las 21:00 cuando acababan de reproducir “Bohemian Rhapsody” a través de los altavoces, un momento en el que los asistentes aprovechan para cantar el tema de Queen al unísono, como viene ocurriendo desde que comenzó la gira. Y entonces las luces se apagaron y los gritos comenzaron a resonar por todo el recinto. La pantalla central se iluminó, colorida, con el vídeo de introducción del tour, antes de dar paso a las primeras notas de ”Music For a Sushi Restaurant”, canción con la que Styles inauguró el escenario con sus saltos, bailes y sonrisas carismáticas, embutido en un atuendo rosa y amarillo, acorde a la vestimenta que ha lucido desde los comienzos del Love On Tour.
Las luces convirtieron el recinto en oro puro mientras Harry cogía su guitarra y comenzaba a cantar “Golden”, antes de pasar a “Adore You”, con la que se permitió abandonar el pie del micrófono para bailar de un extremo a otro de la tarima. Fue entonces cuando habló a Madrid por primera vez: “Sé que no hemos pasado por aquí desde hace cuatro años”. “Significa mucho para mí que hayáis venido esta noche. Sé que hemos tardado un poco, así que muchísimas gracias por estar aquí”, añadía el británico.
Volvió a colgarse la guitarra para interpretar “Daylight”, uno de los temas de su nuevo álbum, “Harry´s House”, manteniéndose en silencio para permitir que el público entonara el final, y prosiguió marcándose unos pasos con “Cinema” antes de abandonar el escenario principal y dirigirse al extremo de la pasarela junto a Sarah Jones, batería y corista de su banda, para endulzar el Wizink con uno de los temas más esperados, “Matilda”, provocando que el público derramase las primeras lágrimas. El dúo permaneció en el sitio para interpretar “Boyfriends”, después de anunciarla con el que ya es el lema de la canción: “para los novios de todas partes… que os den”.
Styles cantó “Lights Up”, con la que es habitual que el artista ondee la bandera LGTBI. Siguieron “Satellite” y “Canyon Moon” y, entre tema y tema, el intérprete pidió que el público coreara un cumpleaños feliz para el padre de una de sus fans. El Wizink se tornó multicolor mientras Harry bailaba al ritmo de “Treat People With Kindness” antes de continuar con su particular versión de “What makes you beautiful”, haciendo un guiño a su etapa en One Direction. El británico se tomó un breve descanso para presentar a la banda que lo acompañaba: Mitch Rowland a la guitarra, Elin Sandberg como bajista, Sarah Jones frente a la batería, Yaffra al teclado, y Pauli Lovejoy, el encargado de percusión.
"Gracias por haberme apoyado durante un año, 6 meses, 5 años, 12 años o los que hayan sido. Me habéis cambiado la vida una y otra vez”, Harry Styles.
El espectáculo continuó con “Late Night Talking”, “Love of my life”, “Sign of the times” y “Watermelon Sugar”. Con cada canción que pasaba, el público sentía el amargo sabor de boca a despedida. “Me aseguraré de que no pase tanto tiempo hasta la próxima vez”, prometía el británico. Su voz sonaba quebrada al admitir que aquella había sido “de las mejores giras de su vida”. “Gracias desde el fondo de mi corazón por haber hecho este concierto tan especial para mí”, decía antes de añadir: “Nadie sabe mejor que yo que no podría hacer esto si vosotros no vinierais a pasar este rato conmigo. Gracias por haberme apoyado durante un año, 6 meses, 5 años, 12 años o los que hayan sido. Me habéis cambiado la vida una y otra vez”.
Harry Styles lo dio todo en la recta final del concierto, concluyendo con dos de los que son sus temas más sonados, “As It Was” y “Kiwi”, esta última, acompañado como siempre de su botella de agua para salpicar a las filas más cercanas al escenario. Y así, el fin del espectáculo de luces daba por acabado el concierto, después de que Harry Styles diera las “buenas noches” a Madrid por última vez en un “sold out” prácticamente histórico.
Y es que, para los fanáticos, todo empezó mucho antes, y casi agotaron las entradas en 2019, año en el que el intérprete anunció la gira “Love On Tour”, con la que pretendía presentar el lanzamiento de su segundo álbum, Fine Line. Debido a la pandemia del coronavirus, el tour llegó a reprogramarse hasta dos veces, un período de tiempo, en el que el fenómeno viral de las redes sociales ha ayudado al británico a encumbrarse como estrella aún más si cabe.
La organización ha tratado de sacar nuevas tandas de entradas, liberar asientos de visibilidad reducida y, por supuesto, nunca faltan las páginas no oficiales de reventa de entradas, que han intentado sacar provecho del creciente éxito de Styles. No han sido pocas las chicas que no han logrado acceder al recinto al descubrir que su entrada era falsa, siendo estafadas por webs o cuentas de Twitter que afirmaban venderlas por no poder ir al concierto.
Algunos de los asistentes llevaban acampando frente a las puertas del recinto desde el domingo, llenando las calles de sillas plegables, mantas, o envoltorios de comida. Un lugar que, a partir del viernes por la mañana comenzó a transformarse en una pasarela en la que los fans lucían atuendos acordes al estilo del cantante con colores brillantes, largas boas y lentejuelas, sin olvidar las características gafas rosas con forma de corazón o los pantalones de campana. En definitiva, un espectáculo colectivo en el que el protagonista no era solo Harry Styles, sino también su público, permitiéndose convertir el Wizink en un espacio seguro y libre de prejuicios, en el que dar la nota, no desentonaba en absoluto.