Pese a las promesas de cambio, el retorno de los talibanes al poder desde el pasado agosto ha provocado en la sociedad afgana un retroceso en derechos, considerablemente intensificado para las mujeres. Los fundamentalistas han prohibido a las adolescentes recibir una educación, han limitado el movimiento de las mujeres y han segregado los espacios públicos por sexos, entre otras medidas, en nombre de su rígida interpretación del islam.
El retorno de los talibanes al poder en agosto de 2021 desató una ola de inquietud entre las mujeres afganas, ante el temor de ver desaparecer los derechos ganados en las últimas dos décadas. El goteo de restricciones impuestas en los pasados ocho meses ha confirmado los peores escenarios.
En su primer régimen, entre 1996 y 2001, los talibanes confinaron a las mujeres en el hogar y les impidieron trabajar, reduciéndolas a ser ciudadanas de segunda. Tras la captura de Kabul el 15 de agosto, al término de una fulgurante campaña militar al tiempo que las tropas estadounidenses abandonaban el país, los fundamentalistas prometieron haber cambiado.
En contra de sus propias promesas, los talibanes impidieron a finales de marzo la esperada vuelta de las adolescentes a los centros de educación secundaria en Afganistán. El pasado diciembre, el Ministerio para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio de los talibanes prohibió viajar sin velo y sin acompañante masculino en caso de trayectos largos a las mujeres en Kabul.
Las prohibiciones de los talibanes se extienden a otros ámbitos e incluyen también la segregación por sexos en los parques de Kabul, obligando a mujeres y hombres a acudir en días separados. Y a la televisión, con la prohibición de la emisión de programas de ficción que incluyan actrices.