La huelga de transportistas, el descontento del campo, los agricultores, ganaderos, también cazadores, taurinos y señoritos con hacienda propia, ardiendo las calles. La crisis energética y la vertiginosa escalada de precios de los combustibles, que ahoga. La guerra contra Ucrania y la incertidumbre con los proveedores rusos de gas y otros combustibles fósiles, que genera una brutal angustia colectiva. La salida a medias de una pandemia que sigue matando y rebrotando con crudeza en otras latitudes, como China, con millones de personas confinadas, que asusta. El vecino africano, Marruecos, siempre con la amenaza de saltar la valla. Además de todo esto, emerge una ultraderecha española echada al monte, aliada con la derecha “democrática”, que no termina de entender su compromiso patriótico para mantener los ánimos y la estabilidad del Estado español… ¿le faltaba algo más a Pedro Sánchez por padecer en sus casi cuatro años al frente del Gobierno de España? Una vez más, ha vuelto a demostrar su resistencia y resiliencia. Y sin embargo, un hombre no hace equipo. Echando un poco la vista a hace pocos meses atrás, cuanto añoramos a ministros y ministras “recios, sólidos y forjados en la experiencia de gestión y en las mil batallas”.
El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, escribió un Manual de Resistencia al poco de poner patas arriba a todo el aparatichi socialista y formar su propio Psoe, renovado desde las bases, junto a aquellos que apostaron a caballo perdedor, y contra todo pronóstico ganaron, llevándole en volandas a liderar Ferraz, después Moncloa, y pronto Europa. Sánchez se ha convertido, él mismo, en un símbolo de esa misma resistencia y resiliencia que tanto le define. En el Consejo Europeo, de este pasado viernes en Bruselas, Sánchez volvió a ser el de antaño, recuperando su fama como cuando era un jovencito político de 26 años en la Guerra de los Balcanes y le tocó negociar con criminales de guerra en Sarajevo: “culo de hierro, aguantar y ganar”.
Así lo hizo, cuando todos estaban agotados en Bruselas, pidió airearse, y volvió con un plan debajo del brazo y una victoria. Consiguió que el resto de países miembros entendieran la particularidad, de España y Portugal, como una “isla energética” y que se incluyera el compromiso de una rebaja de 20 céntimos en el carburante, en el texto de las conclusiones. Si bien Europa se reserva la última palabra. Pero una gran victoria, y nada fácil, al fin y al cabo. Un nuevo éxito que ayuda a agrandar la leyenda de Sánchez como un mago de las negociaciones. Un encantador de serpientes. Y también, por qué no decirlo, un hombre con suerte, que se arriesga, patina por el hielo fino y casi siempre cae de pie.
Este verano, nadie podía ni siquiera imaginar que Putin nos iba a meter en una cruenta guerra en Europa, invadiendo y masacrando a Ucrania y propiciando la escasez de proveedores energéticos y la escalada infinita en los precios de los carburantes que ahogan, al campo, a la industria y a los hogares. Además de romper el alma a millones de europeos que vemos con terrible pesar cómo se está masacrando un pueblo de casi cincuenta millones de personas, sin respetar los mínimos dictados de la Convención de Ginebra o del Derecho Internacional Humanitario. El verano pasado, el presidente Sánchez, en su universo de hombre con estrella y proyección internacional, creyó posiblemente que lo peor de su mandato había pasado ya, y que, con la esperada lluvia de millones de los Fondos de Reestructuración Europeos, era el momento de hacer un cambio de cara en su Ejecutivo. Sacar a personas a las que les “pesaba” la experiencia, la brillantez y la capacidad empírica de gestión, haciéndolo pasar como un premio a los servicios prestados (curioso premio que no ofreció ninguna contraprestación a cambio) y diseñando un nuevo Psoe, remozado, a su imagen y semejanza. Con la fachada pintada de juventud, buen físico y muchas mujeres (no necesariamente feministas).
Algunos político de primera línea, que aunque no están en la cabeza del presidente, lo conocen a fondo, porque le acompañaron día y noche, carretera y manta, en su periplo de casi un año por los pueblos de España, en sus momentos más bajos, achacan estos cambios drásticos en su Ejecutivo a una vieja obsesión del SG socialista, por “cambiar y rejuvenecer al Psoe”. Rejuvenecer precisamente a un partido, el mas antiguo de la democracia española, con más de 140 años de edad, que tiene precisamente como valores fundamentales: sus principios y valores inalterables a través de dos siglos. Para algunos de los militantes y cargos más “arremangados”, es como querer construir una fachada de cristal en la Catedral de Burgos. Gran parte de su militancia, cree que presumir de echar a los mejores para “bajar la edad del Gobierno en unos cinco años” es un sarcasmo absurdo que raya el insulto. Sobre todo si se analiza la media de edad de los dirigentes europeos y del Parlamento de la UE así como de las democracias occidentales.
En este orden de cosas, lo que se presumía iba a ser un Ejecutivo joven, de poca experiencia, sin pesos pesados, diseñado para “repartir fondos europeos” (Next Generation) para recuperarnos de la crisis originada por la pandemia, se ha convertido en un campo de batalla donde faltan generales “curtidos en mil batallas”, con aplomo y experiencia empírica que sepan bregar y no asustarse de nada. Luis Planas es uno de los que quedan con un perfil de calibre alto y en la crisis del campo se ha notado, y mucho, su presencia y su brillante papel. ¿Hacía falta que los novatos tuvieran que aprender en pleno conflicto social y bélico, con un país con la calle incendiada, la ultraderecha desquiciada y casi en pie de guerra?. No se, a lo mejor, más de uno echa de menos la experiencia de esos “cinco años de media que nos hemos quitado”. Sánchez es resistente, resiliente… pero tantos frentes abiertos y tantos focos dirigidos a su persona, no es buena estrategia para ningún líder. El mejor líder es el más protegido por el mejor y más leal equipo.