Su última creación titulada “La hija de las mareas” va viento en popa. No solo porque en menos de lo que canta un gallo salió su segunda edición sino porque ha desempolvado una historia guardada entre legajos que es reflejo de una mujer tan valiente como desconocida: la de la ilustrada, escritora y maestra Andrea Carbayo de Jovellanos, La Gabacha, hija de Gloria Carbayo, la Encantadora, y de Gaspar Melchor de Jovellanos, Jovino, que fue perseguida por la intransigencia del inquisidor Valdés.
- Una adelantada a su tiempo
La historia, editada por Roca Editorial, es la manera con la que su autora hace justicia al pasado que enterró en el olvido a una generación de mujeres tan fuertes como los robles. “Como Andrea yo soy consciente de la desigualdad que sufren las mujeres y hago lo que está en mi mano por equilibrar la balanza. Durante la Revolución Francesa, las mujeres se unieron y organizaron para defender sus derechos”. Por eso la novela se abre con el Cuaderno de Quejas que la asociación Damas por la Libertad -a la que Andrea pertenece-, presenta ante la Asamblea Nacional en 1789 y que tiene una actualidad pasmosa. “Al ver que sus aspiraciones no se consiguen y que sus compañeros revolucionarios no solo las ignoran, sino que las atacan, irá radicalizándose, como las propias sociedades femeninas de la época. Desde su trinchera literaria fundará dos periódicos, y tendrá un papel activo publicando columnas y panfletos bajo la firma de Una mujer, que entiende las representa a todas. Siendo secretaria de Olympe de Gouges, colabora con esta en la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana y otras obras. Esta doble vía de acción, colectiva e individual, es compartida por las feministas en todo tiempo y lugar”.
- Si Andrea hubiera nacido en este siglo ¿habría sido la misma mujer valiente o lo sería aún más?
En La hija de las mareas asistimos al albor del feminismo. Tanto Olympe como Mary Wollstonecraft contemplan en ese momento como prioritario el acceso a la educación, es la primera de las reivindicaciones. La primera ola feminista llegaría años más tarde a mediados del XIX, donde cansadas de buenas palabras, las sufragistas empezaron a poner bombas. En el siglo XX hemos accedido a la educación y al trabajo, pero con peores condiciones laborales y un techo de cristal que el siglo XXI no parece romper. Llevamos cerca de 20 mujeres asesinadas y solo ese dato nos indica que queda mucho por resolver. La violencia machista no se traduce solo en feminicidios. Es física o sexual, pero también económica, vicaria, psicológica, social, por poderes… más sutiles, pero no menos dañinas. Por no contar que cada cuatro horas se denuncia una violación en España. Se denuncia, que, como en los casos de maltrato, hay muchas más que no ven la luz. Como mujer valiente de su tiempo, el objeto de su lucha habría cambiado, el sujeto no. La ventaja es que ya no se sentiría tan sola en su empeño, somos muchas y cada vez más las que usamos gafas violetas para ver el mundo que nos rodea.
- ¿Ella es buen ejemplo del borrado de las mujeres? ¿Esta tendencia lejos de cambiar se reinventa?
El borrado de las mujeres es algo permanente, porque una cosa es la historia -o la literatura o el arte-, y otra el relato que hacemos de ella. El relato que conocemos está sesgado al haber sido escrito en el siglo XIX por señoros blancos de la élite dominante con un pigmeo disecado en el despacho y aislados de la realidad. Para aquella minoría privilegiada, ser mujer no era más que otra forma de esclavitud muy conveniente. En todos los campos de la ciencia, el arte y el conocimiento ha habido importantes mujeres. Escritoras, pintoras, filósofas, poetas, científicas o impresoras como Andrea… pero sus avances y obras han desaparecido de ese relato al no ser hombres. Y no conseguiremos nada mientras sus nombres no sean incorporados a los libros de texto, donde la presencia femenina no llega al 7% y es inexistente como referente. Este año el premio de la Comadre de Oro -otorgada por la Tertulia Feminista Les Comadres- ha recaído sobre la plataforma “Contra el borrado de las mujeres”, la alianza feminista contra la discriminación de las mujeres que lucha contra los roles asignados por el patriarcado y rechaza convertirlos en identitarios.
- ¿La Historia es una guerra continua contra nosotras?
Hay quien la denomina la guerra más larga del mundo y con razón. Lo malo es que a las mujeres nos ha tocado estar siempre en el bando perdedor solo por el hecho de serlo. A las muchas formas de violencia citadas se une nuestra marginación en las instituciones y organizaciones que deciden el devenir de nuestros días. Las armas y estrategias de dominación y sumisión del patriarcado están en el sustrato de la política, la sociedad, la religión y hasta la economía. La lectura de Quién le hacía la cena a Adam Smith es reveladora en este sentido.
Una sociedad feminista es aquella donde priman la justicia social y la igualdad, por eso el patriarcado practica el divide et impera en cuanto ve que cobramos impulso. En 2018 hubo una movilización histórica, una huelga de mujeres que puso los pelos de punta a más de uno y convirtió al movimiento en un enemigo a batir. A partir de ese momento, se acentuó la disensión, magnificado por los medios y alentada en redes. La criminalización triunfaría un par de años después, haciendo culpable al 8M de haber introducido el Coronavirus en España, cuando ese mismo día estaban llenos los estadios de fútbol. Es un ejemplo reciente. Las mujeres hemos pagado un precio muy caro por intentar ser protagonistas de nuestras propias vidas, por querer ser libres y romper las ataduras. Las Carbayo soportarán maledicencias, murmuraciones, denuncias, rechazo, destierro, cárcel, violaciones, torturas y hasta la hoguera. Sufrirán en propias carnes lo que es subvertir el orden establecido…
- Si tuvieras que explicar qué es ser mujer ¿cómo lo harías?
Ser mujer hace referencia a nuestro sexo, en biología es la hembra de la especie humana, una realidad material e indiscutible sobre la que se fundamenta el patriarcado y en la que se basan los principios de opresión y los estereotipos de género, ese constructo sociocultural creado para mantenernos dominadas y en situación de inferioridad. Para una mujer el primer drama viene motivado por su propio cuerpo, hipersexualizado, cosificado, vendido y explotado al servicio del varón, algo cada vez más sangrante debido al temprano acceso a la pornografía. Se habla poco de las operaciones implantes y trastornos alimentarios persiguiendo una estética imposible. O de los cientos de revistas que nos dicen cómo vestir, adelgazar, complacer a tu pareja o ser feliz. La ablación de clítoris, los pies de loto…El propio lenguaje, ese masculino genérico, nos invisibiliza, olvidando la RAE que hasta los años veinte se hablaba de niños y niñas en algo tan poco sospechoso como la Gazeta (el BOE). Con las mismas, se nos adjudica el papel vocacional de cuidadoras, derivándose de él nuestra condena en el mundo laboral, donde se nos contrata menos y cobramos menos tanto si estamos en la edad fértil como si la dejamos atrás. Somos imprescindibles para la reproducción de la especie y encima somos castigadas por ello… Nosotras parimos, pero no decidimos, es más, ponen en venta el fruto de nuestros vientres.
- ¿Y la lista no acaba ahí?
Así es sigue por ejemplo con el trabajo doméstico que no está remunerado ni compartido, se nos adjudica en exclusiva, pero ni el hogar ni la calle son nuestros espacios, pues la violencia acecha en ambos. Se nos estigmatiza por llevar falda corta, por salir de noche, por denunciar y por no denunciar. El auge de la ultraderecha y su odio visceral hacia las mujeres está favoreciendo la marcha atrás de los avances conseguidos hasta ahora. Estamos viendo cada día el uso de un discurso político antifeminista como recurso electoral en sus campañas. Y la Justicia, que debería ampararnos y protegernos, es el arma más efectiva para prolongar esta desigualdad, pese a las reiteradas advertencias y recomendaciones de los tribunales europeos. El catolicismo, por su parte, se fundamenta en otorgar a las mujeres un papel secundario y comparte ese odio secular hacia las insumisas, como se refleja muy bien en la novela donde está encarnado en la saga de los Valdés, religiosos que harán la vida imposible a Andrea y su familia.
- ¿Dónde crees que radica la fuerza del feminismo? ¿En el abolicionismo?
Desde el Medievo con los Memoriales de agravios, hasta la actualidad, las mujeres hemos aprovechado el mínimo resquicio para asomar con fuerza y reclamar nuestros derechos. Hemos conseguido grandes avances, al menos sobre el papel, por eso la cuarta ola se centra en las olvidadas por las anteriores: las víctimas de la trata y la prostitución. En los últimos años, las violaciones en manada y las drogas de sumisión química han puesto la violencia sexual sobre el tapete. La pornografía y la prostitución son los ámbitos donde esa violencia se normaliza y materializa comercialmente y una denuncia ha conducido a otra. Es una marea abolicionista que cuestiona una vez más el sistema establecido, porque la prostitución está en el corazón del capitalismo neoliberal. No se puede hablar de “trabajo sexual”, porque la violación pagada o no, nunca puede ser considerada un trabajo porque el cuerpo, la vagina, el ano, la boca… no son lugares de trabajo. La prostitución nos convierte en receptáculos de semen, objetos destinados a la satisfacción de los deseos masculinos. El discurso regulacionista solo beneficia a los puteros y a los proxenetas. En mi novela se refleja muy bien esa hipocresía social, que hinca sus raícen en el pasado.
- Hablando de hipocresía o más bien de traición a las mujeres ¿crees que a Irene Montero la Ley trans se le volverá como un boomerang?
La ministra de Igualdad representa a la izquierda nacida del 15M y a un feminismo global reciente que multiplica las causas del feminismo y equipara, sorprendentemente, sexo y género, un debate que parecía ya superado. Confundir los estereotipos sociales con la identidad de género provoca serios desajustes físicos y psicológicos. Si a un niño le gusta jugar con muñecas, solo es un niño que le gusta jugar con muñecas. Que seas lesbiana no implica que tengas que cortarte los pechos, someterte a mil operaciones y hormonarte, es solo que te gustan las mujeres. Ni la personalidad debe ajustarse al sexo ni el sexo a la personalidad. Debemos querernos como somos, no ser en función de los demás.
Este nuevo enfoque identitario se sustenta básicamente en el ciberactivismo y actúa a través de las redes sociales. Hay quien lo contempla como una brecha generacional o un afán de control hegemónico, pero de ninguna manera pueden justificarse los ataques a las feministas acusándolas de tránsfobas, porque si alguien ha apoyado al movimiento LGTBI a lo largo de la historia hemos sido nosotras. Y no puedo evitar ver detrás intereses espurios promovidos por el lobby farmacéutico. Por no hablar del deporte de alta competición… Las personas trans que conozco no necesitan exhibir atributos fetichistas estereotipados, son profesores de universidad y profesionales asentados. Y esa sobreactuación de la feminidad no los beneficia, tan solo perjudica a las mujeres al explotar una imagen que ya habíamos desterrado. Ni ser musulmana obliga a tener que usar burka, ni ser mujer implica llevar tacones, brilli brilli y pintalabios. Por otra parte, decir que hay miles de feminismos es como decir que no hay ninguno, nos diluye. ¡Con lo que ha costado unificar el discurso y conseguir una agenda común! Esa división artificial fomenta la confusión y el descrédito, algo que nos perjudica a todas.
- ¿Qué es lo que más te indigna del presente?
La ignorancia, la hipocresía, la mentira, la corrupción, la injusticia... esos son los valores dominantes, sobre los que se asienta la sociedad actual. Me indigna ver cómo somos incapaces de aprender del pasado, como ignoramos nuestra historia, como permitimos que la falacia se haya instalado en nuestro sistema operativo. La sororidad es una excepción, es el arma más poderosa, por eso está duramente reprimida y ejercerla supone ir a contracorriente. Pero ahí estamos, nadando sin parar, remando para no morir en la orilla. Ya los romanos eran eficaces especialistas en bulos y borrado de la memoria, en manipular a la plebe. Es increíble que más de dos mil años después sigamos cayendo en este juego que solo beneficia a las clases dominantes, como bien se ve en La hija de las mareas.
- ¿Veremos caer el patriarcado?
El patriarcado, como la religión, hunde sus raíces en los “valores” citados. El sistema está creado a su imagen y semejanza. Solo nos queda ser antisistema….
Nuria Coronado Sopeña es periodista, conferenciante y formadora en comunicación no sexista. Además es autora de Mujeres de Frente y Hombres por la Igualdad (Editorial LoQueNoExiste); Comunicar en Igualdad (ICI), documentalista de Amelia, historia de una lucha (Serendipia) y Premio Atenea 2021 @NuriaCSopena