Desde que el pasado 24 de febrero comenzara la guerra entre Rusia y Ucrania, ya son 3,4 millones de ucranianos los que se han visto obligados a huir de sus casas. Además de todos los peligros que conlleva una guerra, las mujeres y los niños tienen que afrontar uno adicional: el de la trata de seres humanos. En Varsovia y Przemysl, dos ciudades polacas cercanas a la frontera con Ucrania, han definido protocolos y extremado la vigilancia para detener a estos delincuentes.
Las mafias están aprovechando una de las mayores crisis de refugiados de la historia para hacer negocio con el tráfico de personas. Rafal Trzaskowski, alcalde de Varsovia (capital de Polonia cercana a la frontera con Ucrania, a la que llegan miles de refugiados), ha asegurado a la agencia EFE que “el 99% de la gente en Varsovia tiene buenas intenciones”, pero que se han visto obligados a trabajar con ONG que luchan contra el tráfico de personas, la trata de mujeres y otro tipo de abusos por parte de criminales.
El alcalde de la capital polaca alerta “intentamos distribuir información a las mujeres para decirles que deben tener cuidado. Que no acepten cualquier ayuda si van solas. Que deben viajar en grupo, que pidan los datos de la gente que les ofrece ayuda si no es gente de la ciudad, el gobierno o las ONG que están registradas con nosotros. Tenemos que estar vigilantes”.
Hay otra ciudad en Polonia en la que se ha detectado la presencia de delincuentes, Przemysl. Medio millón de personas, la mayoría mujeres, niños y ancianos, han pasado ya por ahí. Y para mayor seguridad, la ciudad ha creado un sistema que funciona en toda la provincia, por el que los conductores deben quedar registrados con una licencia y un número de matrícula del coche, y con un destino previamente acordado con las autoridades, antes de recoger a un refugiado.
La Comisión Europea alerta, en particular, de la situación que viven los niños huérfanos, que son “extremadamente vulnerables”, ante la posibilidad de que caigan en este tipo de redes de delincuencia.