La industria musical corre sin frenos a ritmo de “hits”. Desde que en 2018 publicara un disco en el que experimentaba con el flamenco, la catalana Rosalía Vila ha colaborado con algunos de los artistas mas importantes del mundo: The Weeknd, Arca o Bad Bunny. Después de tres años de absoluta dedicación, su tercer álbum de estudio ha dejado de ser parte de ella, para expandirse y llegar a los oídos del mundo. Y eso que empezó siendo rechazada, por supuestos jueces entendidos en música y nuevos talentos, en algunos reality Show televisivos.
Desde tiempos inmemorables la sociedad ha dividido la cultura en alta y baja. En el ámbito musical, un claro ejemplo es “jazz” frente a “reguetón”. El primero se respeta, el segundo se desprestigia. Y en Saoko, el tema que abre `Motomami´, Rosalía ha decidido combinarlos.
El título del disco, en palabras de la artista, hace referencia al contraste entre las palabras “moto” y “mami”. La primera, aparentemente, es dura, y la segunda, delicada. Un contraste que también se ve en la portada, que mezcla la postura del cuadro El nacimiento de Venus (asociado a la alta cultura) con el aspecto de grafiti (asociado con la baja cultura) en el título.
La transformación y contradicción son dos constantes en las canciones. En Bulerías, las palmas flamencas se distorsionan hasta transformarse en disparos. Disparos también oímos en Hentai, que contradice una melodía que nos recuerda a Disney con una letra explícitamente sexual.
Uno de los ejercicios más interesantes se oye al final de Como un G. En las baladas tradicionales, cuando se acerca el final, los artistas suelen hacer alarde de su voz. En esta, Rosalía utiliza un premeditado y exagerado auto-tune en su voz, para al final subir el instrumental y que su voz se desvanezca.
Hay referencias a Lady Di, Julio Iglesias o La niña de fuego de Caracol. En G3N15 se dirige a su sobrino de 10 años, a quien no pudo ver en tiempos de pandemia, e incluye un audio que su abuela le envió, reivindicando la importancia de Dios y la familia. Y se despide con Sakura, el nombre de las flores del cerezo en japonés. Bellas hasta la extenuación, pero con corta vida. La artesana de la canción es consciente de que su fama puede desaparecer, e incluso encuentra belleza en la destrucción.
“Y si me rompo con esto, pues me romperé. Las llamas son bonitas porque no tienen orden y el fuego es bonito porque todo lo rompe” son las últimas líneas de Sakura, la canción que cierra `Motomami´. Un disco en el que Rosalía acaricia los motores, y los hace rugir.