Con lo que no contaba el oligarca y criminal de guerra, Vladimir Putin, es que el pueblo ucraniano, dentro y fuera del país, con su presidente a la cabeza, el judío Volodímir Zelenski, iba a organizarse y defender Ucrania con la vida. Mientras los bombardeos no cesan, en los puntos fronterizos con Polonia se ven todo tipo de aprovisionamientos, conductores voluntarios que llevan y traen sus coches, taxis o autobuses desde diferentes países de Europa. Desde el minuto cero, los vecinos de Ucrania, entraron de forma espontánea en estado de guerra para evacuar al máximo de amigos, familiares y civiles. Ayuda mucho que haya varios millones de ucranianos viviendo permanentemente en Europa, la mayoría en los países del Este, también en Italia, Francia, Portugal... Más de cien mil en España. Un millón sólo en Alemania. Y esta gigantesca fuerza solidaria, antes de que los grandes organismos de la UE o la OTAN, pudieran reaccionar, ya estaban sacando familias enteras del “infierno bélico” y recolocándolas por las ciudades europeas. Putín, el déspota ex jefe de la KGB, un individuo hecho para matar o morir, ha optado por lo primero. El mundo entero, no sólo por solidaridad, sino también por intereses geopolíticos y financieros, en términos de suministro energético, no está dispuesto a permitírselo. Putin ya no tiene salida. Acabará deportado, encerrado o muerto, pero antes habrá masacrado a tantos ucranianos como le permita su potente y bien armado ejército ruso.
Quince días de intensos bombardeos y destrucción sin ningún tipo de miramientos, con una diplomacia Europea, encabezada por el español Josep Borrell trabajando contrarreloj con la OTAN y otras potencias mundiales; al tiempo que arden los despachos financieros en los organismos internacionales, el FMI o el BM, cerrando un cordón férreo de ahogamiento casi total contra la economía rusa, tanto dentro como fuera del país. Todo ello, ha dado el protagonismo en esta guerra, no sólo a los generales y presidentes rusos y ucranios, también, a Borrell, junto a dos mujeres, la búlgara Kristalina Ivanova Gueorguieva, directora gerente del Fondo Monetario Internacional, y Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo.
Junto a estos tres personajes en escena, emergen en el día a día, la presidenta de la Comisión Europea, ex ministra de defensa de Alemania, Úrsula Von der Leyen, y en los últimos días el presidente español, Pedro Sánchez, que puede jugar un papel importante en el tablero energético internacional convirtiéndose en la alternativa española a la dependencia de Rusia.
Europa necesita con toda urgencia independizarse del gas ruso. Lo que da una oportunidad a España de reconvertir y utilizar el Midcat, gasoducto entre España y Francia, para llevar energía al norte y este de Europa tan dependientes del país soviético. El problema hasta ahora era su elevado coste, un coste que sin embargo, bien podrían pagar los países miembros, junto con los del Norte, Suecia, Noruega o Finalandia, amenazados por la locura del oligarca sin escrúpulos, Vladimir Putin. Sánchez ha puesto sobre el tablero esta posibilidad detallando la construcción de un gaseoducto de unos cien kilómetros a través de los Pirineos con un coste menor de doscientos millones. Si bien, el presidente español, ha condicionado esta acometida, con su apuesta por el gas renovable y el hidrógeno verde, sobre todo por la parte de España y su gran capacidad para energías renovables. En cambio Francia está fuertemente nuclearizada.
Mientras todo esto sucede, Putin recrudece su atroz ataque cada día con mayor crueldad. Las principales ciudades atacadas (Kiev, Jarkov, Lugansk, Donetsk, Korku, Mariupol) en estos quince días sólo dejan sirenas, gente aterrorizada en los búnker, cadáveres por las calles, hospitales, casas y objetivos destruidos así como personas huyendo, como pueden, hacia las fronteras de Ucrania con Polonia, la ciudad de Leópolis, que es el principal foco de evacuación. Estamos asistiendo horrorizados, ante el escenario típico de una de las guerras más abusiva y cruenta que se recuerda en Europa, desde las dos Guerras Mundiales. Pero también, al escenario de un país patriótico que ha hecho frente al invasor y pide ayuda. Centenares de ucranianos asentados en Europa, incluso, están volviendo a su país para empuñar un fúsil y defender a los suyos. Un escenario atroz que nadie podía imaginar, y ese ha sido el gran fallo de la Unión Europea, la falta de lectura de la condición humana de un genocida sin escrúpulos, con un pasado que le avala y le delata.
El historial de Putin es bien conocido. Durante la guerra fría y antes de la caída del muro de Berlín, fue agente de espionaje de la KGB. En 1998 fue nombrado director del Servicio Federal de Seguridad (organismo de inteligencia sucesor de la KGB). En ambos servicios no temblaba el pulso para ordenar desapariciones, torturas, ejecuciones o deportaciones a Siberia de disidentes comunistas. Su falta de respeto por los derechos humanos, la ha reflejado en hechos tan belicosos como el manejo del conflicto checheno, el hundimiento del submarino Kursk (2000), la tragedia en el Teatro Dubroyka, la masacre en la escuela de Beslán, o el asesinato de periodistas, entre ellas, Ana Politkóvskya, entre otros actos típicos de un oligarca brutal.
Eslovaquia, Hungría, Rumanía, también los países escandinavos están movilizados ya que si cae Ucrania, ellos son la frontera de la UE (bajo la defensa de la OTAN) con el imperio moscovita. Convoys de la Cruz Roja Internacional y voluntarios de la zona, sobre todo Alemania y Polonia, están dejando su vida habitual para desplazarse, con vehículos, provisiones, etc, a una zona donde cada día que pasa, es más difícil penetrar y sacar familias enteras unidas y con vida. No obstante, con el impulso de la solidaridad ciudadana y la improvisación de las ONG sobre el terreno, ya se han conseguido evacuar dos millones y medio de refugiados. ACNUR ha desplegado todo su sistema de evacuación y protección en la zona y espera que de esta guerra salgan más de cinco millones de refugiados. Pero nadie se atreve a prever las semanas que puede durar la invasión.
Hay controversia sobre si proveer de armas, ligeras y pesadas al pueblo ucraniano, pero mientras surte, o no, efecto la diplomacia y el "corralito financiero internacional", el pueblo, con su presidente Zelenski, casi convertido en héroe nacional, dice preferir morir con un arma en la mano, con lanzamisiles antiaéreos, con cazas y en general armamento disuasorio, antes que rendirse o dejar que el invasor destroce impunemente el país. ¿Quién a estas alturas puede pensar que el hecho de que el pueblo esté desarmado pueda frenar el ímpetu y la crueldad destructora de Putin? Eso es precisamente lo que ha hecho desde el minuto uno. El mundo, incluso los multimillonarios rusos amigos de Putin, empiezan a dejarlo solo. Incluso China, ha decidido intermediar en el conflicto.
La otra guerra, es la mediática. Como perfectamente describe mi compañero Juan Antonio Sacaluga, en este mismo medio “en Rusia, la confusión entre información y propaganda es total. Más bien podría decirse que la propaganda ha sustituido a la información, como suele ocurrir en los sistemas en los que el estilo autoritario domina el funcionamiento institucional”. No sólo no es una “operación militar” como quiso vender el Kremlin, sino que además se prohibió a los medios hablar de “guerra” y mucho menos de invasión. Putín cometió un error de cálculo garrafal cuando, hace meses, diseñó esta invasión.
En su cesarismo de oligarca sanguinario, el ex jefe de la KGB, creyó que los ucranianos iban a tragarse la propaganda de que el Gobierno de Volodímir Zelenski les mantenía bajo una represión no identitaria y que ellos debían de sentirse orgullosos de ser “patriotas rusos”, por lo tanto diseñó la operación bélica para que las tropas rusas entraran a Kiev en una especie de paseo triunfal rápido y de rendición sin resistencia. No contaba con el heroísmo de Zelenski y la reacción inmediata de la UE y la OTAN.
Por eso cerró los medios independientes y la Duma ha aprobado, sin votos en contra “una ley que penaliza con hasta 15 años de cárcel a quienes transmitan ´mentiras´ sobre los acontecimientos en Ucrania”, dice el experto en política internacional Juan Antonio Sacaluga, en este mismo medio. Sólo existe la versión oficial. “Los dos medios independientes más prestigiosos, Radio Echo Moscú y la Tv Dozh, han tenido que cerrar, amedrentados”. Las televisiones europeas, americanas y del resto del mundo occidental, están transmitiendo desde fuera de Rusia y de Ucrania.
De manera que, la población rusa, que también se han quedado sin FB, Twitter, ni TikTok, vive un apagón informativo y ha quedado a merced de las versiones del oligarca. Un dictador, ex dirigente de la KGB que está diseñado como una “maquina de matar”, por lo que su objetivo, de anexionar Ucrania, no le hará frenarse ante nada, haya los muertos que haya. Ahora se trata de Putín o la democracia. Y el dictador ruso ha elegido lo primero.