Cuando en 2019 a la artista granadina Marina Vargas le diagnosticaron cáncer de pecho descubrió lo poco que sabía de una enfermedad teóricamente muy conocida e investigada. “A pesar de que una de cada ocho mujeres es diagnosticada, cuando me tocó a mí ser una de ellas ya que detectaron tres tumores en el pecho izquierdo de estadio 3 y 4, me encontré con la necesidad de dar con un lugar en el que asumir lo que me estaba pasando y vivir el proceso de forma reflexiva”.
Así fue como la artista, en plena pandemia y junto a otras catorce artistas, empezaron a gestar Intravenus la Asociación de creadoras para la visibilidad y el apoyo a las mujeres en procesos de cáncer. La organización acaba de presentarse con el apoyo del CNIO y su directora Maria A. Blasco. Una puesta de largo que ha contado además con la escultura creada por la propia Vargas. “Nuestra asociación sirve para superar tres estigmas: el de ser mujer, estar enferma y ser artista. Somos una sociedad desvinculada con la muerte y la covid ha mostrado esto y nos ha enfrentado a nuestras debilidades y a asumir pérdidas. En estos dos años se hablaba de víctimas como números y poco más. Enfrentarte al cáncer, vivirlo con este entorno, me ha servido para darme cuenta de que sigue siendo un tabú”. Un tabú que a ella le costó pasar por seis sesiones de quimioterapia, mastectomía radical del pecho izquierdo, vaciado de ganglios del brazo izquierdo, quince sesiones de radioterapia, un mes de rehabilitación para poder volver a levantar y estirar el brazo izquierdo y ahora tomar una pastilla diaria durante diez años de Tamoxiceno.
Intravenus es un proyecto homenaje a la artista Hannah Wilke (1940-1993) pionera de la aproximación feminista al arte y de la lucha por acabar con la inexistencia de la mujer en el ámbito artístico. “Su obra se centra en temas como la autorrepresentación, el body art, arte y género, y, en sus últimos años, en el arte y la enfermedad. Intra Venus (en inglés intravenous) significa intravenoso y hace referencia al sustento que Hannah recibía en su estancia en el hospital, aquello que le daba fuerzas y que también reflejó en sus obras. Del nombre también se desprende una referencia a la diosa romana del amor y la belleza, Venus, siempre sonriente y máximo símbolo de belleza”, recalca Vargas.
La organización, de naturaleza asociativa y sin ánimo de lucro, se inicia “como una red colaborativa que refuerce la visibilidad, el acompañamiento, la mentoría y el apoyo mutuo intergeneracional de las mujeres en procesos de cáncer, así como para crear una plataforma para el activismo social, señalando recursos, impulsando proyectos y favoreciendo la reinserción laboral de las creadoras o profesionales vinculadas al sistema de las Artes y la Cultura, que están con un cáncer activo - o que lo hayan padecido-, y que quieran colaborar con los objetivos de esta asociación”, comenta.
Si tienes referentes, tienes esperanza
Así las cosas, Intravenus se ha propuesto potenciar la figura de las artistas que tienen o han tenido cáncer “como trayectorias que pueden enriquecer a la población general (en hospitales, centros de recuperación, etc.) potenciando la creación como elemento de visibilización, elaboración personal, terapia y transformación a través del arte. También queremos mostrar las múltiples voces y miradas de las mujeres, en tanto que creadoras y profesionales presentes en toda la cadena de producción de valor cultural para que sean reconocidas y su talento sea visibilizado. Además, impulsaremos estrategias de posicionamiento para las creadoras en distintos ámbitos y sectores de la cultura, entre los que se encontraría de forma destacada la educación, así como la relación entre la creación artística y la ciencia, la tecnología, la mediación cultural, las terapias artísticas y la medicina”. La Hora Digital habla con su promotora para conocer más a fondo la asociación.
- ¿Cómo puede seguir siendo el cáncer un tabú?
Te respondo con mi propio ejemplo. Cuando di la noticia en mi entorno de que estaba enferma me dijeron que no me preocupara, que siendo un cáncer de mama me iba a curar, iba a poder vivir. Y esto es falso. Hay casos en los que esto no es verdad. Un cáncer de mama te enfrenta a la muerte y a ti misma. Por eso pensé que era un buen momento para crear una asociación en la que mujeres jóvenes y artistas que estuvieran pasando por lo mismo y con las que empecé a hablar y compartir vivencias durante la pandemia tuviéramos un espacio en el que afrontar el proceso de la enfermedad y sus consecuencias.
Porque se habla mucho del diagnóstico, pero no de lo que hay detrás, de la enfermedad social que hay tras pasar por la clínica o tras darse el tratamiento. Hay aspectos que se desconocen como lo que significa asumir perder todo aquello que socialmente vinculamos con lo femenino: quedarte sin cabello, dónde comprar gorros, que son las prótesis mamarias y cómo se reconstruyen el pecho, ver un pecho tatuado, tatuarse pezones o cejas…
El cáncer es una enfermedad intransferible y un duelo de ti misma. Es un proceso que no culmina con la quimioterapia y del que no se sabe, por ejemplo, que hay mujeres que no vuelven a ser contratadas por el miedo al repunte. Una persona me puede acompañar, tener empatía, pero quienes vivimos los procesos somos nosotras, y hay que dejar constancia de todo ello y ayudar a las que viene detrás.
- ¿Y ese viaje en Intravenus lo hacéis mediante la sororidad?
Acompañarse, tener el compromiso vital de entender que las mujeres cuando estamos enfermas no somos objetos sino sujetos es muy importante. Y ser la voz de lo que sucede es fundamental porque cuando se habla del cáncer se habla de las supervivientes, de las familias, pero no se nos da voz a las que estamos pasando por ello. Hay que recuperar la voz de las enfermeras y contar cuáles son nuestras necesidades. Nosotras nos ponemos en el centro, nos vinculamos entre nosotras para no estar al margen y favorecemos el autocuidado sin importar el tiempo que necesite cada una de nosotras.
- ¿La escultura que os representa es reflejo de todo ello?
La escultura muestra no solo el estado de mi cuerpo y su transformación sino también la pérdida de identidad que supone la enfermedad. Un cáncer te provoca pérdida de un pecho o dos, del cabello, te quedas sin hormonas femeninas… Cuando te ves calva, te extirpan una mama o los ovarios y llegas a pasar por una menopausia prematura con quimio, el proceso es muy duro. Y esto es lo que evoca la escultura: la mastectomía que me hicieron y todos los ganglios que me quitaron del brazo izquierdo. Cuando no podía levantar el brazo quise registrar mi cuerpo al límite porque el cuerpo de las mujeres sigue siendo un campo de batalla, un objeto revolucionario. Mostrarme desnuda, era y es un acto revolucionario.
Cuando hice la escultura me costaba mirarme al espejo o desnudarme. Ni siquiera quería que me viera mi pareja porque la ausencia de pecho te recuerda todo el tiempo la presencia del pecho. Y eso duele mucho porque además implica que dejas de tener una serie de movimientos corporales. En mi caso, que soy pechugona, al no tenerlo, mi cuerpo se desvía, cuelgo los cuadros torcidos, no puedo dormir bien. Y esto no está en las conciencias. Además, hablar de un pecho es hablar de maternidad, de erotismo. Cuando lo pierdes esa seguridad desaparece.
Por eso quise escanear mi cuerpo y hacer una escultura de mármol. Yo soy mi propia obra. Intra venus registra los resultados del tratamiento: la calvicie, así como la cicatriz, la hinchazón del cuerpo entero y ese brazo izquierdo extendido que registra mi mes de rehabilitación. Mi cuerpo en estado límite, hinchado, dolorido y deteriorado se convierte en objeto de estudio y centro de la obra para desmitificar el cuerpo femenino y afrontar la enfermedad. Yo soy mi mejor obra.
- ¿Querías romper el canon de la belleza que se nos exige a las mujeres?
Totalmente. Quería romper el canon heteropatriarcal que nos impone una idea de belleza. Yo había roto ese canon a través de una enfermedad vivida en una pandemia. Pensé que no había mejor manera de romper con lo que se espera que con una escultura, hecha en mármol de Carrara, a la que le falta un pecho, estaba calva y con el cuerpo al límite.
Ahora en abril me quitarán el otro pecho y me reconstruirán los dos. Era inmortalizar una experiencia muy dura y crear un icono que nos representara a todas nosotras. Las que estamos y las que tienen la enfermedad. También las que vendrán y pasarán por ello. Además, me di cuenta que levantar el brazo que no podía mover era y es una postura feminista. Era el activismo de una enferma llena de vida. La escultura representa el gesto feminista de la mujer concienciada que muestra la auténtica realidad de una paciente de cáncer, con la falta de un pecho, los efectos de la quimioterapia en su cuerpo y el brazo erguido como un símbolo activista.
Nuria Coronado Sopeña es periodista, conferenciante y formadora en comunicación no sexista. Además es autora de Mujeres de Frente y Hombres por la Igualdad (Editorial LoQueNoExiste); Comunicar en Igualdad (ICI), documentalista de Amelia, historia de una lucha (Serendipia) y Premio Atenea 2021 @NuriaCSopena