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Si España, y su Presidente, quiere liderar la lucha contra la dictadura venezolana, no le queda otra que reconocer la victoria de la oposición. Y liderar la postura en la Unión Europea. El dictador Maduro oculta sus actas pues no son ciertas.

Cambio climático y ciencia

Cambio climático y ciencia

Cambio climático y ciencia parecería un binomio indisolublemente unido y que solo habría que constatar, analizar y obrar en consecuencia, sin embargo, no todo es oro lo que reluce como reza el conocido refrán.


Vivimos en una sociedad donde se valora la ciencia. La palabra ciencia tiene connotaciones que la hacen atractiva. En televisión, en los anuncios publicitarios, se recurre a veces a la frase ”científicamente probado” para tratar de indicar la verosimilitud de lo que se afirma. Sin embargo, este reconocimiento de la ciencia no está exento de ciertas contradicciones: Jamás han proliferado tanto los supuestos fenómenos exotéricos o paranormales. También en televisión (aquí la cito como testigo, en cierta medida, de nuestra época) son innumerables los espacios de adivinación, algunos pretendidamente “serios”, donde se juega con esta clase de fenómenos. El mercadeo con estos temas está en auge y esto se compadece mal con esa valoración de la ciencia que he comentado. En determinados ámbitos, en aras de adquirir algún prestigio (aunque sea de prestado) se engloban estos aspectos en las llamadas “ciencias ocultas”. La ciencia puede ser intrincada, pero es transparente y nunca  es oculta en este sentido.

 

Hay otro peligro en nuestra sociedad “científica” y este viene de dentro: Me refiero a la seudo-ciencia. En general, la sociedad cree a los científicos, pero cuando estos imparten doctrina como si fuera “la palabra revelada”, sin comprobar datos, sin aportar pruebas, haciendo saltos en el vacío, la sociedad empieza a recelar y el edificio quimérico se viene abajo como un castillo de naipes. Creo que esto está en la base de porqué algunas conjeturas más o menos catastrofistas son miradas con cierta precaución e incluso indiferencia. Por supuesto, es difícil, por no decir imposible, separar la ciencia de la seudo-ciencia. La razón es esta: No todas las verdades científicas son como el teorema de Pitágoras en la geometría euclidiana.

 

En todo el mundo, los poderes públicos intentan inculcar los valores y el amor a la ciencia a los más jóvenes; esto, sin lugar a dudas, es una garantía de futuro y siempre es loable; pero también aquí hay un cierto peligro. Aparentemente, en la mayoría de los casos la aproximación a la ciencia es como la visita a un gran parque temático; se lleva a los niños a bajar por toboganes, a jugar con rompecabezas y otras categorías de una ciencia “visual y táctil”, olvidando que la ciencia es también sacrificio, esfuerzo y  tesón, y además de lo lúdico, el estudio y la comprensión de la mecánica analítica de Lagrange (por poner solo un ejemplo y una broma).

 

La verdadera ciencia es imperecedera y sus mejores conquistas traspasan las fronteras del tiempo y el espacio y aunque estas realizaciones se inscriben en una determinada cultura y están hechas por humanos con todas las miserias y grandezas de esta condición, tienen algo que las convierte en hitos que nos representan a todos. De esta manera, Los Elementos de Euclides, los Principia de Newton o El Origen de las Especies de Darwin son patrimonio de todos, y todos nos sentimos, o nos deberíamos sentir orgullosos de ellas.

 

Y que decir del cambio climático. Junto con la expresión  calentamiento global  es una de las frases más repetidas en los “media”. Vaya por delante que creo en el cambio climático y sus devastadoras consecuencias. Los paneles científicos de la ONU y sus informes gozan de mi mayor aprecio. Pero aquí se presenta un dilema que ,en términos generales, se viene arrastrando desde tiempos inmemoriales, y es este : ¿En qué ocasiones (si alguna) el fin justifica los medios? La pregunta es pertinente porque amparándose en supremo fin de la concienciación colectiva sobre este cambio climático se usan toda serie de inexactitudes, falsedades y medias verdades, y todo ello, en general, bajo el pretendido paraguas de la ciencia que en este caso se correspondería con la seudo-ciencia de la que hemos hablado más arriba.

 

Todos nos acordamos de la famosa “Filomena”. Aquella tremenda tormenta de nieve de comienzos de 2021 en Madrid.. En algunos parques y en algunas calles todavía se pueden ver sus efectos. Pues bien, en algunos medios se aprovechó la ocasión para conectarla con el cambio climático aduciendo el aumento de los fenómenos extremos que apuntan los informes IPCC citados anteriormente. Si mal no recuerdo estos fenómenos climáticos extremos tienen lo que se llama técnicamente un periodo de recurrencia, que en el caso que nos ocupa es de unos 50 años. Es decir : Lo realmente asombroso es que estadísticamente no se produjeran. Entiendo que para algunos era demasiado tentador para no usarlo como herramienta para este fin lícito, pero no en nombre de la ciencia. Esto, lógicamente, es aplicable a todos los eventos climáticos e incluso de otro tipo. Por lo tanto hay que ser precavido y no ir por ahí encontrando pruebas del cambio climático (en este caso “no calentamiento global” por razones obvias) .Estos fenómenos extremos exigen una especial consideración como estamos viendo estos días.

 

No quiero terminar sin referirme a un aspecto importante de la cuestión y es la necesidad de datos. Si tuviéramos suficientes datos los ejemplos del cambio climático serían tan elocuentes, que no habría que recurrir a las medias verdades y falacias. Una cita de Charles Dickens en Tiempos difíciles (Hard Times) nos puede servir como ejemplo (en este caso los hechos son los datos): “ Ahora lo que yo quiero son hechos. Enseña a los niños y niñas nada más que hechos. Solo queremos hechos en la vida . ¡Cíñete a los hechos, Señor!


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