Este lunes fue el cumpleaños de una de las escritoras que más influyo en la literatura, Mary Shelley. Ciertamente, se podría aprovechar este día para hacer un repaso de toda su obra y mencionar la importancia e influencia de su historia más reconocida: Frankenstein. A pesar de esto, y siendo consciente de que tal vez estoy desaprovechando una oportunidad, creo que la mejor forma de conmemorar a una excelente escritora es contando una historia, y… ¿Qué mejor que una historia relacionada con su obra más conocida?
Frankenstein surgió una noche de verano. Verano solo formalmente, pues Europa se había quedado sin él ese año por culpa de la erupción de un volcán. Y esa ausencia de verano fue la que llevó a dos personas a escribir dos de los personajes más destacados de la literatura.
Por un lado estaba Mary Shelley, en aquel entonces recién absuelta de su condena por enamorarse de un hombre casado. Pues poco antes, la esposa del que posteriormente se convirtió en su marido se suicidó, y con esto, ellos pudieron casarse y salir del señalamiento público al que habían sido sometidos por vivir su romance fuera del matrimonio. Por otro lado estaba Polidori, quien era conocido por ser el médico y tal vez algo más de Lord Byron. Él obtuvo menos reconocimiento que Mary Shelley, pero igualmente hizo una contribución muy destacada a la literatura: creó el arquetipo del vampiro romántico.
Y no, no vamos a hablar de sus obras a pesar de que sean tan importantes, vamos a hablar de las coincidencias. Porque, a pesar de que nos venden el cuento de que la vida es caos y desorden, a veces suceden acontecimientos que se entrelazan tan bien entre sí que parece que solo pueden estar escritos. Hoy, por el cumpleaños de Mary Shelley, os vamos a contar una historia escrita por el destino, tan enrevesada y compleja que podría ser el ejemplo perfecto a la frase de: “a veces la realidad supera a la ficción”.
Todo comenzó el 10 de agosto de 1673, el día que nació Johann Conrad Dippel. Este señor fue un teólogo pietista, químico y médico alemán, obsesionado con la idea de conseguir el “principio vital” que le permitiese crear vida a partir de materia inanimada. Se rumoreaba que hacía experimentos monstruosos con cadáveres, que intentaba transferir el alma de un muerto a otro, y estos rumores le llegaron a Mary Shelley más de un centenar de años después. A Dippel le echaron de su castillo por la inmoralidad de muchos de sus experimentos. Y este castillo era el denominado “Castillo de Frankenstein”.
Se dice que Mary Shelley visitó el castillo y, en su paseo por sus enormes pasillos de piedra, le contaron la historia de este hombre y que, tal vez, inspiró a la escritora esa oscura noche del año sin verano. También se dice que estuvo muy inspirada por la muerte de su hija, por reprimir su sexualidad y por las cosas a las que se tenía que enfrentar como mujer en aquella época. Y tal vez fue una suma de todas ellas, pero en este caso nos vamos a concentrar en el castillo, el que dio nombre al protagonista de su libro. Y es aquí cuando comienzan a darse situaciones dignas de comentar.
Lo primero destacable de esta historia es la reunión que se dio esa noche, una tertulia en la que participaron dos escritores consolidados y dos que no lo estaban tanto, una noche en la que llevados por la tenebrosidad del momento, del no verano y del frío por culpa de las cenizas, decidieron que era el escenario idóneo para crear historias de horror siguiendo la línea romántica trazada por Samuel Coleridge. Cualquiera esperaría que los dos escritores con más renombre creasen los mejores relatos, los que quedasen para la historia, pero ese día ni Lord Byron ni Percy Shelley estuvieron tan inspirados como sus dos compañeros.
Fueron Mary Shelley y John William Polidori los que crearon dos de los personajes más reconocidos de la literatura: el vampiro y el monstruo de Frankenstein, nacidos a la par, como dos mellizos, y arropados por el mismo reto de crear fantasmas en una fría noche de verano invernal.
Lo segundo que es digno de mención es la muerte de Polidori. Ya hemos hablado de la inspiración de Mary Shelley, del alquimista enloquecido por la ciencia que fue expulsado de su propio castillo, pues resulta ser que este señor también está involucrado en la muerte del pobre médico.
Polidori no fue muy feliz a lo largo de su vida, y con razón, siendo la burla constante de Lord Byron, persona a la que él admiraba de forma casi enfermiza. Además de esto, sus obras fueron menospreciadas, ridiculizadas y, en ocasiones, como en el caso de “El vampiro”, asociadas a otros autores ya que consideraban que él no era capaz de realizar obras como esas. Y no nos olvidemos del secreto mal guardado de su homosexualidad en un tiempo en el que tener “otros” gustos no era fácilmente aceptado, ni de sus crisis nerviosas que eran motivo de burla para muchos. Polidori fue maltratado por su época, representado sin pena ni gloria en las biografías de algunos de sus compañeros como Lord Byron y minimizado hasta tal punto que no fue capaz de soportarlo. En 1821, a menos de un mes de cumplir 26 años, Polidori se suicidó tomando ácido prúsico, pero… ¿Qué tiene esto que ver con Johann Conrad Dippel?
El vínculo que tiene este hombre con la muerte de Polidori es su estrecha relación con el ácido prúsico anteriormente mencionado. Fue en una de sus investigaciones en 1704 que, junto con el fabricante Heinrich Diesbach, intentando crear tintes rojos obtuvieron un tinte azul al que denominaron “Azul de Prusia”. Fue a partir de este tinte que consiguieron aislar el ácido prúsico, ácido que, más de 100 años después, sería la causa de muerte de Polidori.
¿Sabría Polidori que estaba envenenándose con el ácido que se aisló gracias a la inspiración de Mary Shelley? ¿Sería consciente de esto? ¿Lo hizo a propósito en su desesperación por ser alguien más que “el pobre Polidori”? ¿O todo esto solo fue una simple coincidencia?
Y como nunca tendremos respuesta a estas preguntas, solo nos queda sorprendernos de las coincidencias y, sobre todo, disfrutar de las historias que estas dos personas, tanto Mary Shelley como Polidori, crearon a lo largo de su vida. Que, por cierto, Mary Shelley tiene más libros además de Frankenstein, fue una reputada escritora durante toda su vida y es momento de comenzar a darle la importancia que se merece, la importancia que le robaron cuando murió.