Al igual que Fraga se quemó en su postura renegando del referéndum de la OTAN (1986) que llevó a cabo Felipe González, lo que imposibilitó al PP poder llegar a gobernar durante la siguiente década, Pablo Casado se ha quemado, sin darse ni cuenta, en su postura de exaltada beligerancia contra la concesión de los indultos a los políticos catalanes presos por el procès. Y como Fraga, es muy probable que no pueda acceder al Gobierno en la siguiente década, o quizá en ese tiempo sea sustituido por alguien más capaz dentro de su partido y se olvide de ocupar la Moncloa.
El Partido Popular ha tenido su gran ocasión de brillar con una oposición responsable y útil. Y ha quemado sus naves con un comportamiento crispado, negacionista y antipatriota. Los españoles, a los que se les puede engañar un rato, no son tontos y han tomado buena nota. Cuando Sánchez, que avanza raudo y seguro, hacia la cohesión territorial y el acuerdo con Cataluña que acabe con el conflicto, llegue a su meta, Casado será historia y fiel representante de su fracaso antipatriota. Porque la inutilidad y la crispación política no crea nada y todo lo destruye.
Un partido conservador, como el PP, que ha gobernado España durante 14 años, representando a la derecha española, no se puede permitir el lujo de dejar de cumplir con las obligaciones que en una democracia representativa, como lo es el Reino de España, se le supone al partido mayoritario de la oposición. Y Casado, en lo referente a sus deberes de oposición, ni lo ha hecho ni se le espera. De primero de parvulitos en materia política es conocer el funcionamiento del Estado y la labor de la oposición que, además de su necesaria vocación de gobernar, tiene que vigilar de cerca al Gobierno de turno para controlarlo en su acción ejecutiva. Así como asumir su responsabilidad parlamentaria y estar del lado del Estado en aquellas situaciones que amenacen al conjunto de la nación. Una pandemia lo es. Una crisis territorial lo es. Una crisis migratoria de fronteras (Marruecos) lo es. Unas ayudas de los Fondos Europeos para Recuperar la Economía Española, lo es.
Una oposición leal no es la que busca entorpecer siempre, y en todo, la labor del Ejecutivo, incluso aunque ello perjudique a España y a los españoles. Una buena oposición es aquella que busca la transparencia en su labor, que cuando critica propone alternativas constructivas. De hecho, sin una buena oposición, la estabilidad institucional, así como la alternancia en el gobierno, quedan en el aire. Una leal y constructiva oposición es la mejor señal de que nuestra democracia goza de buena salud. Pero me temo, que en estos últimos años, desde que Casado saltó al liderazgo del PP -aupado por Cospedad- y tras ganar el Partido Socialista las elecciones cinco veces seguidas, las derechas nostálgicas españolas están minando la calidad de nuestra democracia.
Con barba o sin ella es lo mismo. Casado no crece, no madura. España, y también los votantes de la derecha, merecen una oposición seria, rica, poderosa, comprometida con el Estado. Pero, a tenor de su comportamiento desaforado, Casado está inseguro y no termina de encontrar su sitio. Posiblemente sea su falta de liderazgo lo que le empuja a dimitir de sus funciones como líder de la oposición. Sobre todo, achicado ante el avance de un Gobierno progresista de coalición como es el actual. No se le escucha propuesta alguna a sus constantes “no a todo y a su contrario”. Ni se vislumbra siquiera cual podría ser su modelo de país. Es más, lo único que alcanzamos a ver algunos de los que nos dedicamos a la analítica política, es su endeble programa político, “su negación constante” ante cualquier avance social o económico que, aunque demandado por la mayoría de la sociedad civil, sea propuesto por el Gobierno de España.
El, y los suyos, juegan a la contra, siempre y en todo. En un sentido y en el sentido contrario. Sin rumbo ni dirección. Se limitan a aprovechar cualquier circunstancia para intentar deslegitimizar al Gobierno legítimo, elegido en las urnas y apoyado por la mayoría parlamentaria del Congreso.
Su pataleta al impedir la renovación de diferentes organismos públicos, como El Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, el Tribunal de Cuentas, el Defensor del Pueblo o El Banco de España, no sólo les lleva a incumplir la Constitución. Y así llevan cinco años de retraso en el cumplimiento de la ley, que se dice pronto. Con lo que dejan claro, que para ellos, lo importante es influir en las decisiones de estos organismos que creen tener controlados desde el último gobierno popular con mayoría absoluta. Razón más que clara por la que han judaizado la política, creyendo que con sus juristas y magistrados nombrados a dedo, pueden alterar la separación de los poderes del Estado. No podrán. La Justicia en España es lenta, pero segura.
Ni quieren ni se les espera para llegar a un acuerdo político para su renovación con el consiguiente reparto de cuotas partidistas en función del peso parlamentario (algo criticado a lo largo del tiempo pero en la práctica nunca alterado por ningún Gobierno). Otra muestra del talante tibio e inmaduro de esta organización política, a la que hasta los jueces, han denominado como “mafiosa para delinquir”, según sentencias judiciales, es el gusto con el que se entregan a los brazos de un partido de extrema derecha como es Vox.
Pero lo que más duele, también, es el estilo “barriobajero y crispado” que tanto Casado como sus acólitos, José Luis Martínez-Almeida, Teodoro García Egea, Cuca Gamarra y como no, Isabel Díaz Ayuso, entre otros de los suyos -y también de su socio Vox- utilizan en sede parlamentaria, donde reside la soberanía popular donde debería reinar la fineza por la palabra, el debate y el respeto entre grupos políticos elegidos por y para servir al pueblo.
Mienten, difaman, tergiversan, acusan en falso, como buenos seguidores de la doctrina goebbeliana de los años cuarenta y de la trumpiana, en la última década. Con el único fin de desinformar, manipular a las masas, y conseguir el poder a cualquier precio. Durante este ya largo año y medio de lucha contra la pandemia del Covid, no han aportado nada positivo a la batalla contra el maldito virus. Solo han intentado denostar todas las medidas consensuadas por los diferentes organismos públicos y sanitarios tanto a nivel nacional como internacional. En todo este tiempo, nunca nos han demostrado que les importara la salud y la vida de las víctimas, por delante de la economía y el asalto del poder a cualquier precio.
Cuando llegó la hora de Europa, y el Gobierno de Pedro Sánchez supo moverse bien en la Comisión Europea y traerse para España una jugosa cantidad -140.000 millones, la mitad a fondo perdido- para el plan de Recuperación y Resiliencia, en lugar de alegrarse, Casado y los suyos, ardieron de envidia y hasta seis veces viajó el líder del PP, a Europa a pedir que no le concedieran este dinero al Gobierno de España. Además de insolidarios, ignorantes, pensando que se lo iban a ofrecer a la oposición para que ésta lo administrara. ¿En que cabeza cabe?. ¿Todavía no se han dado cuenta de que ellos no están gobernando porque no han ganado las elecciones?
Tampoco les atrae mucho la idea de contribuir a desatascar el conflicto catalán que ellos mismos crearon y radicalizaron con sus medidas anti-catalanas cuando gobernaban, tanto con Rajoy como con Aznar, mucho antes. Se oponen de forma desmedida y yo diría hasta colérica, a una medida totalmente legitima como es figura del indulto para los condenados por el “procés” cuando su propio partido indultó, sus gobiernos son los que mas han utilizado esta potestad, incluso a reos encarcelados por delitos de sangre.
España tiene un Gobierno bien reconocido y respetado en los estamentos internacionales y en las instituciones Europeas, pero nunca podremos de verdad avanzar, si no contamos con una oposición, seria, comprometida, leal, exigente pero coherente y responsable.
Necesitamos partidos conservadores, democrata-cristianos y liberales que antepongan el bien común, las políticas de Estado, y los valores democráticos a la defensa de sus intereses partidistas y de los de ciertos lobbies económicos y, sobre todo, deberían romper cualquier lazo con los partidos neofascistas y filofranquistas. En Europa todos los partidos del centro derecha reniegan de las organizaciones homólogas a VOX.