Son tiempos muy negros. Y lo serán aun más cuando sea Ley el borrado de las mujeres. Nos llaman exageradas, antiguas, tránsfobas. Nos etiquetan de indigentes de los derechos humanos de los “trans". Hay quienes además se dicen progresistas usando el slogan de toda la vida. El de que somos cuatro matadas en las manifestaciones o quienes nos comparan con la ultraderecha vomitiva, tanto la que va vestida de verde como de naranja como la que va de azul con su “camisita y su canesú”.
¿Sabéis qué? Que las feministas llevamos siempre puesto un chubasquero morado con el que nos resbala todo. Llega un momento en la vida, que se vive cada día, en el que pierdes el miedo aun teniéndolo. Llega un instante en el que se dice basta al insulto, al maltrato, al ninguneo constante de la mitad de la población. Se dice basta a seguir siendo la moneda que de mano en mano va y ninguna se la queda, salvo cuando hay que pagar los réditos en los pactos.
Nos ven la cara de tontas porque nos siguen tratando como tales. De nada valdrán los arrepentimientos, ni las lágrimas, ni el pedir perdón con la boca pequeña. El “yo no pensaba que esto no iba a pasar…”. No será que no lo venimos diciendo y explicando, por activa y por pasiva. Pero no interesa. Nos silencian, nos expulsan y ahora lo corroboran por escrito.
A quienes por acción y por omisión les parece que los derechos de las mujeres se pueden cambiar como en un simple bazar los miramos de frente, a los ojos y de pie les decimos que serán los únicos responsables de un mundo peor y de un país que seguirá cantando que solo ve gente que sufre y calla, dolor y miedo. Gente que solo desea, como decía la canción, “su pan, su hembra y la fiesta en paz”. ¡Ay libertad, sin ira libertad esas hembras dependientes siempre de lo que otros quieran, no de lo que deseemos nosotras!
Sin contar con nosotras, sin debate, a puerta cerrada y sin taquígrafos. Con amenazas personales, ataques directos, metiendo miedo en el cuerpo y jugando con el pan nuestro de cada día de nuestras familias, nos señalan como en los campos de concentración con la estrella y la mordaza.
Decían las sufragistas cuando reclamaban el derecho de voto de la mujer que "no querían quebrantar leyes, querían redactarlas”. Y en eso seguimos en pleno siglo XXI en querer redactar la dignidad en mayúscula, en zurcir un mundo en el que la paz desbanque a la guerra constante contra nosotras.
Y esta ley misógina que nos mutila los derechos a nosotras, esta ley delirante que nos quieren es el resultado de sus cómplices, y ellos y ellas tendrán que rendir cuentas de este sinsentido.
Las feministas pedimos a quienes aún tengáis conciencia que no nos traicionéis (más). Y a la sociedad os pedimos que sigáis el tufo del dinero para encontrar dónde están los supuestos derechos que dicen reclamar para otras personas, pero desde luego no para las transexuales, a quienes también las borran.
No hablamos desde el deseo, constatamos los hechos probados en otros países donde se han ido aprobando leyes que permiten que cualquier varón pueda “autodeterminarse” mujer con su palabra como único trámite necesario. Una realidad que como explica la alianza “Contra el borrado de las mujeres”, pone en peligro los derechos de las mujeres y las niñas basados en su sexo. Y eso es algo que no podemos permitir que el género se introduzca en las leyes como una identidad “y se proteja por encima de la categoría sexo”.
El género no es ninguna identidad, es pura opresión. Es el conjunto de normas, estereotipos y roles, impuestos socialmente a las personas en función de su sexo. El género es un instrumento que favorece y perpetúa la situación de subordinación en la que nos encontramos las mujeres. Por eso, admitirlo como “identidad” implica esencializarlo, anulando por completo las posibilidades de luchar contra las imposiciones que conlleva.
Impidamos la mayor de las injusticias, porque esa que tildan cual cantaleta de “paso histórico”, solo lo es por el insulto a las mujeres y a una infancia que no se toca. Porque tal y como reclama el Movimiento Feminista estas leyes no son de lo que van, son regresivas y es fundamental frenarlas para no perder la protección de los derechos específicos contra la opresión por razón de sexo, conquistados por la lucha feminista para todas las mujeres.
No nos escupáis más. Porque lo que al cielo se escupe en la cara cae.
Nuria Coronado Sopeña es periodista, conferenciante y formadora en comunicación no sexista. Además es autora de Mujeres de Frente y Hombres por la Igualdad (Editorial LoQueNoExiste); Comunicar en Igualdad (ICI), documentalista de Amelia, historia de una lucha (Serendipia) y Premio Atenea 2021 @NuriaCSopena