Más voto por correo. Más colas en los colegios electorales. Más crispación. Más polarización. Eslóganes de campaña que hacía décadas no se escuchan: “Fascismo o Democracia”; “Comunismo o Libertad”. Frente a consignas más sosegadas y acordes a los tiempos que vivimos. “Madrid limpio” “Gobierno en serio” “Hazlo por Madrid” o “Lo que de verdad importa”. Otros más ambiguos, de partidos noveles, como “Elige Centro”, o de la extrema derecha, “Protege Madrid”. Más jóvenes que nunca en las colas. Pero esta vez no son sólo los abducidos por Iglesias, también están los alistados en Vox, y sobre todo, los que se han pasado a Más Madrid. Incluso hemos visto, lo que no se veía en lustros, mucha más juventud que de costumbre en los mitines socialistas. El Psoe empieza a ser atractivo para la juventud. Pero lo más atractivo para los madrileños es poder seguir llevando "una vida a la madrileña llenando los bares de la ciudad y provincia". Vuelve la España de charanga y pandereta.
Los bares abiertos han sido el talismán de estas elecciones. Para muchísimos jóvenes de la comunidad de Madrid, lo más importante es que los bares y botellones están abiertos y a disposición. Adoran que no les coarten la libertad de beber y festejar. Y por eso, y solo por eso, van a votar a Ayuso. Otros, algo más concienciados, sí entienden lo que significa la pandemia, pero aún así votarán con los hosteleros, con el comercio urbano, taxistas, etc, para defender el “estilo de vida madrileño”, como si no hubiera un mañana. Pero sobre todo como si no existiera una pandemia que ha matado a veinte mil madrileños, a casi setenta y cinco mil españoles, y a más de tres millones de personas en todo el mundo. La juventud no es muy dada a ver la enfermedad y la muerte. Y eso sirve de provecho para políticos de pocos escrúpulos.
Para esta masa de jóvenes fiesteros, la izquierda siempre está jorobando. Siempre pidiendo compromisos y prudencia en tiempos de pandemia. La derecha, en este caso, es como el papá consentidor (o la mamá). Si hay que escoger: Pizza y coca cola o cerveza. Frente a puré de verduras, pescado y agua del grifo. Vende un estilo de vida, muy madrileño, con bares, discotecas, terrazas y luces de neón que nunca cierran ni apagan. Donde uno de los paroxismos es que nunca vas a encontrarte con tu ex. Menuda chorrada. Y aunque no puedas ir a ver a los abuelos agonizando en el hospital, al menos puedes tomarte unas cañas y unos cubatas con los amigos. Y esto, por extraño que parezca, cotiza tan alto en la política barata de hoy en día, como para ganar unas elecciones (otra cosas será poder formar gobierno) sin tener que molestarse en hacer ni un mísero programa electoral. Como Trump. Cuatro frases hechas, estúpidas o terribles… ¡y a recoger votos!.
Desde que nació Podemos, hace ahora poco más de seis años, la juventud rebelde, ha seguido con auténtica fascinación a una suerte de “flautista de Hamelin” con sus consignas tan altisonantes como llenas de embaucación. Con el tiempo, la parte menos radical de los inscritos, se ha ido desviando hacia la bifurcación que abrió Errejón, concretamente en Madrid, con Mónica García y su recién creado partido, Mas Madrid. También, muchos jóvenes llenos de testosterona y matonismo, que no encontraban su lugar, han aterrizado en las filas de la extrema derecha de Vox. Un partido también muy joven.
Pero el que no se rejuvenecía, al menos desde hace un par de décadas, era el partido socialista. Es cierto que goza de unas bases muy sólidas y leales, pero ya maduras, e incluso algo envejecidas. No han sido precisamente los jóvenes los que han secundado con su voto las victorias socialistas de Pedro Sánchez en los últimos tres años. Ganó de calle y con mucha diferencia de votos y escaños, las europeas, las nacionales, las regionales, las locales, algunas repetidas incluso, pero no consigue ampliar el porcentaje de juventud entre sus filas. El suelo socialista es como un ejército, sólido y organizado en 147 agrupaciones y casi veinte mil afiliados sólo en la comunidad de Madrid, y casi doscientos mil en toda España, con su carnet y cuota pagada. Fieles hasta la muerte que nunca dejan tirado a su partido, haga lo que haga, y lo dirija quien lo dirija. Ser socialista, para ellos es un orgullo, casi un legado, al que raramente renuncian. Pero como dijeron algunos dirigentes socialistas históricos: “debemos plantearnos por qué a nuestros hijos no les interesa el partido, y si entran en política, lo hacen con Podemos y ahora con Más Madrid.