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"Lo que la oruga llama 'el fin', el resto del mundo lo llama 'mariposa'."

De la posverdad a la poshumanidad

De la posverdad a la poshumanidad

El fallecimiento de Felipe, Duque de Edimburgo, me ha devuelto a Inglaterra. El viernes, después de un día muy agitado por problemas personales, mi mente me recomendó distracción y mi memoria me sugirió que volviera a ver y oír el vídeo de la vida de Vera Lynn, la que fue la cantante estrella más brillante del Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial y siguió siéndolo hasta su fallecimiento en junio de 2020 a los 103 años. ¿Qué tiene que ver esto, aparentemente tan lejano en el espacio y el tiempo, con nosotros? Todo. En 1944, Vera Lynn, en la cúspide de su carrera teatral y radiofónica, eligió cantar para entretener a las tropas británicas que luchaban en el frente, pero no en Europa, en Birmania, entonces bajo un bombardeo brutal de los japoneses. Con un calor insoportable que impedía maquillarse y vestirse como para un escenario, Vera Lynn cantó para los chicos que estaban arriesgando sus vidas en aquel infierno, vestida como una de ellos. ¿Por qué lo hizo? Por fama o dinero, no, ya los tenía. Lo hizo por humanidad. Y lo de la humanidad parece hoy más lejano que todo aquello. Hoy una pandemia nos amenaza; nos amenaza con algo peor que cualquier guerra. Nos amenaza con convertirnos en bestias habitantes en cavernas previas a la aparición de seres humanos sobre la tierra.

"Volveremos a encontrarnos otra vez"


"Volveremos a encontrarnos otra vez"

Después de la muerte de miles de compatriotas que no han tenido ni la esperanza de refugiarse de las bombas en alguna parte, como en la Guerra civil; después de más de tres millones de compatriotas enfermos de la pandemia temiendo por sus vidas; después de más millones temiendo por las vidas de los seres que aman, hoy una oposición infrahumana chilla mentiras, insultos y disparates pregonando al mundo entero que las personas no importan. Uno ve y escucha con atención la última intervención de Pablo Casado y Santiago Abascal y otros de las derechas en la comparecencia del gobierno en el Congreso de esta semana y se pregunta, ¿qué quieren, una guerra? ¿No tienen bastantes muertos?

No tienen bastantes muertos. La fijación en las mentes de las derechas es ganar elecciones porque solo teniendo diputados pueden recibir subvenciones suficientes del estado para sobrevivir. Se entiende que eso pase en todos los partidos en otras circunstancias, pero que en estos momentos, cuando cientos de miles se mueren de la enfermedad y millones malviven de miedo y de angustia, ¿no hay un ápice de humanidad en las derechas que les haga olvidar sus cuentas por un momento y pensar en los seres humanos que sufren? El miércoles, Pablo Casado chillaba insultos y mentiras en la tribuna del Congreso.¿Para quién? Para el presidente del Gobierno no sería porque ya sabe que Pedro Sánchez no hace ningún caso a sus disparates. ¿Para quién, entonces? ¿Para quienes se han tragado que la verdad es algo obsoleto, superado; que vivimos en la época de la posverdad?

¿Qué es posverdad? Si alguien no entiende todavía el palabro, posverdad es lo que viene después de que la mayoría haya tragado que los hechos no tienen importancia, que tienen importancia las emociones y las creencias de cada cual porque son lo que conforman a la sociedad. O sea, que en vez de un análisis racional de la realidad, vivimos en una era en la que cada cual puede pensar y sentir lo que le dé la gana, afecte a quien afecte; aunque le haga un daño insuperable a las personas que le importan o a sí mismo. ¿Y quién ha metido semejante disparate en las mentes de la mayoría? La prensa, convencida de que es el cuarto poder y de que su función no es informar sino crear opinión en las mentes desinformadas. O sea, que primero desinforman y después convencen de lo que les interesa convencer.

De alguna manera que escapa a cualquiera que esté en su sano juicio, la prensa ha convencido y sigue convenciendo a los posibles votantes de que hay que votar por las derechas en Madrid. ¿Por qué? Porque la prensa son empresas y la empresas le temen al socialismo. No por miedo al comunismo que robó todo lo privado y fracasó hace muchos años. El terror al comunismo que las derechas pretenden instilar es como el terror a ETA que hace diez años que no existe. Porque no es ETA ni el comunismo lo que las derechas utilizan para espantar votantes, es el miedo lo que intentan instilar en todos sus discursos porque el miedo es una emoción que se mete en el cuerpo de los desinformados de modo más intenso que cualquier hecho, que cualquier verdad.

¿Y cómo convence la prensa de que los discursos de las derechas dicen la verdad? Isabel Díaz Ayuso o sus asesores comprendió o comprendieron la verdad del sobadisimo dicho de que una imagen vale más que mil palabras. ¿A quién le importan las palabras en la era de los emoticones, las abreviaturas, las pantallas vibrando con imágenes impactantes? Un posado convence muchísimo más que un discurso y por eso no hay discurso que supere a la presidenta llorando lágrimas negras por las víctimas del Covid en una catedral. ¿Y los miles de ancianos muertos por no llevarles a un hospital porque, al fin y al cabo, eran viejos muriéndose de viejos? Ancianos. Miles. Muertos. ¿A quién impresionan esas palabras si no llegan al alma con sus caras, con sus expresiones de dolor y abandono mientras veían llegar a la muerte en la soledad de sus camas de residencia? Nadie tiene por qué sentirse culpable si a los verdaderos culpables les desea un destino igual.

¿Y no sienta mejor la posverdad en un tiempo en el que la realidad se ha vuelto insoportable alterando el equilibrio de las mentes, amargando las almas? La posverdad, es decir, las emociones que no pasan por el filtro de la razón, es cosa de animales, de seres primitivos. Si la sociedad renuncia al uso de la razón, renuncia a cualidades propiamente humanas; renuncia a la más humana de todas, la empatía. Esta semana se ha juzgado en Estado Unidos a un policía que asfixió a un hombre apretando su cuello con su rodilla durante nueve minutos; se juzgará a otra policía que mató a un hombre desarmado dentro de su coche disparándole con su pistola; se jugará a otro policía que mató de un disparo a un niño de trece años que iba desarmado. Esta semana, en Estados Unidos, un hombre mató con un rifle automático a ocho personas e hirió a muchas más. Estos individuos que ejercieron sobre los más débiles el poder de su fuerza hasta quitarles la vida carecían de empatía; es decir, no eran seres humanos. Las mentiras inhumanas que nos han conducido a la posverdad son vehículos de trayecto rápido y directo a la poshumanidad. ¿Es eso lo que queremos? ¿Un mundo de salvajes en el que nuestros hijos tengan que vivir una vida mucho más peligrosa, terrorífica, inhumana de la que nos tocó a nosotros?

El viernes me dejé consolar por el recuerdo de una mujer que renunció a la comodidad de su casa y su familia por ir a consolar a unos hombres que se jugaban la vida para que sus compatriotas pudieran vivir en un país humano. Cada semana, su voz sonaba en las radios de las casas y hasta del frente despidiendo su programa en la BBC. Cantaba bien, muy bien, pero cuando su edad ya pasaba de la centena y su garganta ya no podía cantar, Vera Lynn esperaba su viaje al otro mundo pletórica de humanidad y segura de que allí encontraría a todos los que anhelaba encontrar. El viernes volví a ver a todos los que esperaban con ella lo mismo; a aquellos que con ella habían cantado, en aquella pandemia de dolor, "Volveremos a encontrarnos otra vez". Que la canción nos llegue al alma y nos llene de la emoción más positiva, la esperanza; la esperanza de ser cada vez mejores, por ser cada vez más humanos.

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