El domingo 7 de marzo, la cadena de televisión americana CBS emitió, en horario de máxima audiencia, la entrevista de Oprah Winfrey, la más importante entrevistadora de todos los tiempos, a los Duques de Sussex, Megham Markle y el príncipe Harry, nieto de la reina británica. Hasta aquí lo propio de revistas del corazón. Tomándolo por asunto propio de revistas del corazón, los más importantes analistas políticos iban a perderse el programa. Cuando Megham Markle empezó a largar sin tapujos ni rodeos sobre su experiencia con la familia real y la prensa inglesa, los móviles de los analistas volaron de una costa a la otra de los Estados Unidos y de una punta a otra del mundo. Con loable compañerismo, los analistas políticos empezaron a avisar a sus colegas de que no se perdieran el programa. La entrevista no iba de asuntos del corazón, iba de otra demostración, esta explosiva, de que en todos los rincones del mundo la sociedad se está pudriendo.
La sociedad se está pudriendo o ya estaba podrida, pero hasta hace muy poco, ocultaba su podredumbre con cuerpos limpios y perfumados bajo ropa y zapatos de marca. Hace relativamente poco, la prensa, la amarilla y la de todos los colores, empezó a revelar todas las llagas que los pulidos cuerpos ocultaban y todos empezamos a darnos cuenta de que vivimos en una leprosería moral. El relato de Megham Markle, avalado por su marido, lanzó al mundo la realidad de sociedades aparentemente civilizadas podridas por dos de las más inmundas lacras sociales: la misoginia y el racismo. Solo le faltó hablar de la injusticia de la pobreza, esa lacra ignominiosa que los muy ricos imponen sobre los más débiles para parasitar su energía, su vida.
¿Por qué ese súbito interés por descubrir la porquería? ¿Acaso la prensa ha experimentado una milagrosa conversión a la verdad y es la verdad lo que nos están contando en un ejercicio apostólico para convertirnos a la religión de la verdad? Ojalá, pero ya casi no quedan ingenuos tan ingenuos como para tragarse la veracidad de semejante conversión.
La bomba informativa de Megham Markle y su marido estalló el día en que todos los noticieros americanos mencionaban que el juicio a Derek Chauvin, policía de Minneapolis que asfixió hasta la muerte a George Floyd, un detenido negro, quedaba pendiente de la elección del jurado. El humo del estallido cubrió la noticia. Lo que le pase a un policía por matar alevosamente a un negro no puede compararse en importancia con el disgusto que el relato de los Duques de Sussex causarían a la familia real británica. Importancia de los importantes 1, importancia de la vida de un negro 0. Eso sí, la prensa se escandalizó ante la revelación de que el virus del racismo infectaba también a la familia real británica. Según Megham y Harry, a miembros de esa familia preocupaba de qué color sería la piel del hijo que esperaba la pareja considerando que la madre es mulata; preocupación que al parecer manifestaron a Harry. ¡Qué horror!, pensarían las personas decentes. Pero, pero, pero, y los infrahumanos que de personas solo tienen la apariencia, ¿qué pensarían? ¿Habéis visto? Hasta la familia real más familia real del mundo civilizado es racista, luego el racismo no puede ser inmoral. La revelación, por lo tanto, pudo servir para denostar al racismo de boquilla y para justificar el racismo a millones. En los Estados Unidos ya pueden cantar triunfo los supremacistas blancos y toda la caterva de congresistas republicanos que ante ellos se arrodillan en busca de su voto. ¿Y en España? Más leña para el fuego que los individuos de la ultraderecha atizan para quemar a los inmigrantes negros y marrones.
La bomba informativa de Megham Markle y su marido estalló la noche antes del Día Internacional de la Mujer. Este año, los misóginos contaron con la ayuda inestimable del coronavirus que impidió las manifestaciones reivindicativas de las mujeres en muchos lugares y en otros redujo la asistencia por miedo al contagio. ¡Cómo habrán sonreído ante la frustración de las feministas! De todos modos, antes del virus, esos machos de la especie que no respetan ni a sus madres y esas hembras de la especie que reniegan de sí mismas por complacer a los machos ya contaban con la inestimable ayuda de la prensa. Se quejó Megham en la entrevista de la misoginia de los tabloides británicos. Aquí, muy pocos periódicos y comentaristas se atreven a revelar abiertamente su naturaleza desnaturalizada. Se ha conseguido al menos que la misoginia esté muy mal vista. Pero los políticos misóginos y la prensa que les regala altavoces ya encuentran la forma de darle la vuelta al asunto para sembrar dudas sobre las reivindicaciones de las mujeres. Curiosa y sorprendentemente, la más importante de esas reivindicaciones, la reivindicación del derecho a la invulnerabilidad del cuerpo de una mujer, su derecho a la vida, cuenta universalmente con un obstáculo formidable que nadie, absolutamente nadie, en ninguna parte, cuestiona. La única solución que todos, absolutamente todos los seres humanos inteligentes vislumbran y aconsejan contra la violencia de género es la educación. Lo que debe parecer genial a los violentos porque, ¿cuánto se tarda en revertir siglos de menosprecio de la mujer mediante una educación adecuada a niños y adolescentes? Si la integridad física de una mujer y hasta su vida depende de los efectos de la educación, ya podemos seguir contando maltratadas y asesinadas durante muchísimos años.
Era yo una adolescente cuando leí en la prensa una noticia que me impresionó. Un japonés iba por un callejón en Nueva York cuando cuatro individuos robustos empezaron a seguirle y se lanzaron sobre él acorralándole contra un muro. Llevaban armas blancas. En cuestión de segundos, los cuatro acabaron reventados contra el suelo. El japonés escapó y al llegar a la avenida, detuvo a una patrulla de la policía que pasaba por allí. A la policía le dio tiempo a detener a los cuatro atracadores. Resultó que el japonés, bajito y delgado, era cinturón negro de artes marciales, creo recordar que de judo. La noticia saltó a los principales diarios y el judo se puso de moda en América. Cada vez que oigo o leo la noticia de que han asesinado a una mujer, la memoria me trae a aquel japonés.
Es un hecho comprobable e indiscutible que la concentración de testosterona en el plasma sanguíneo de un hombre adulto es diez veces mayor que la concentración en el plasma de una mujer adulta. La testosterona incrementa la masa muscular y ósea de los hombres, es decir, su fuerza, y su producción diaria es veinte veces mayor en los hombres que en las mujeres. Dicho en plata, la masa muscular y ósea del cuerpo de una mujer no le permite defenderse del puñetazo de un varón. Sabiendo esto, ¿cómo es posible que a nadie se le ocurra que el único modo de evitar la llamada violencia de género es incluir la defensa personal en los currículums de niñas y adolescentes en edad escolar y ofrecer gratuitamente clases de defensa personal a las mujeres de cualquier edad? Incluir la defensa personal en la educación conseguiría además transmitir los valores humanos que inspiran las artes marciales. El macho que pega a una mujer o es un perturbado o un ser desvalorizado cobarde que descarga sus frustraciones contra una persona que sabe más débil que él. Por lo general, ese tipo de machos no se atreve a pegar a otro macho porque sabe que le devolvería el golpe. ¿Se atrevería a pegarle a una mujer que, como aquel japonés, podría reventarle contra el suelo en cuanto le levantara la mano? Siendo tan fácil la solución a la tragedia de la violencia que muchas mujeres tienen que sufrir, a veces me pregunto si los políticos y las feministas quieren, en realidad, acabar con esa lacra o prefieren alargar su existencia para poder denunciarla y no quedarse sin tema.
Hace unos días, una amiga del pueblo me planteó diversas situaciones mediante preguntas. La que más me impactó fue, ¿qué pasaría si se creara un partido político solo de mujeres o solo de jóvenes? No era la situación ni el momento para iniciar una discusión, así que ni intenté responderla. Lo que me vino a la mente fue la pelea de actualidad entre feministas, trans, queer y no sé qué más sobre la ley de igualdad y la imagen de los jóvenes que pierden el tiempo destrozando mobiliario público en manifestaciones violentas o cantando con el brazo en alto en manifestaciones de la ultraderecha. Es evidente que la putrefacción social no se cura dividiéndose en grupos para defender las convicciones y reivindicaciones de cada grupo.
¿Tiene cura la putrefacción social? La tiene y depende, exclusivamente, de la Política con mayúscula; de la administración más correcta y justa de los recursos de los países para lograr sociedades igualitarias en las que la pobreza no prive a nadie de la evolución como ser humano. Depende de que la educación se funde en valores humanos indiscutibles y que fundándose en esos valores transmita todos los conocimientos. Depende de enseñar a la mayoría a expresar su más rotundo y veraz rechazo a la desinformación, a las noticias falsas, a los comentarios que introducen valores infrahumanos de soslayo. Depende de que los educadores se atrevan de una vez a enseñar la diferencia entre machos y hembras de la especie homo sapiens y hombres y mujeres que alcanzan la plena evolución que los convierte en seres humanos.
¿Y mientras tanto? Y mientras tanto mas de 70 millones de americanos votaron por un individuo misógino, racista, xenófobo y aporafóbico para que rigiera a la mayor potencia del mundo. Donald Trump estuvo en la Casa Blanca durante cuatro años destruyendo la política social que hacía admirable a los Estados Unidos y dejando en ridículo a la nación ante el mundo entero con sus gestos y discursos de payaso y su no saber estar, y encima le votan 70 millones. Esos millones son los responsables de que hoy la sociedad americana apeste más que una pocilga. Las pocilgas son espacios físicos que se pueden limpiar. Pero no hay perfume que oculte la peste de las pocilgas morales. Eso sí, la esperanza no se perdió y al fin, las siguientes elecciones las ganó Joe Biden por casi 75 millones de votos. La esperanza y la decencia siguen triunfando.
Impresionó a la mayoría de los españoles que la suma de las tres derechas ganara cuatro autonomías. Después de la corrupción del Partido Popular que solo una moción de censura pudo eliminar de nuestras vidas, ¿cómo es posible que millones hayan votado a partidos misóginos, racistas, xenófobos y agorafóbicos? La sociedad española apesta, apestan las llagas de todos esos males que nos abruman. Pero hoy amanecimos con el anuncio de una moción de censura al gobierno del PP en la Comunidad de Murcia, a la que siguió la disolución de la Asamblea de Madrid y la convocatoria de elecciones, a la que siguió una moción de censura en la comunidad de Castilla León. Y el que se siente amparado por su fe contra todo miedo se pregunta, ¿será que una luz divina ha iluminado finalmente a la mayoría de las almas que vivían sometidas a ideologías oscuras que hacen daño a los que las profesan y a quienes les rodean? ¡Bendito sea el Dios de todas las criaturas!