En los últimos tiempos hemos asistido al sin sentido más grande, desde el aparecimiento de las religiones en el mundo, que nuestra sociedad ha defendido. Y no solo ha defendido, si no que se ha sumado a una oleada de odio que hemos tenido que soportar las mujeres.
El veto a la TERF (Feminista Radical Trans Excluyente) se ha convertido en la credencial absoluta para ser buena persona, e inclusiva, en nuestra sociedad. Si no estabas en contra de las TERF y las maltratabas, estabas a favor y entonces excluías a las mujeres trans del feminismo. Así que como buenos borregos y borregas la ciudadanía española desde que empezara el 2020, incluso antes de que acabara el 2019, se sumaba a comprar camisetas con el lema “KILL THE TERF”, con el que vimos acudir hasta a una política al Parlamento de Andalucía. Se sumaban a poner escritos es sus RRSS acerca de lo muy malas que eran las TERF, retuiteaban mensajes de odios tales como “Hay que matar a todas las TERF”, y muchísimas más acciones en ese sentido.
También la clase política se sumaba a la misoginia interiorizada, y asistimos así a la salida del Partido Feminista de la llamada coalición de izquierdas. Alberto Garzón fue el encargado de echar de estas filas al partido y a su dirigente Lidia Falcón, contra la que se ha hecho una campaña de odio en televisiones, prensa escrita, radio y RRSS. A la cual se ha acusado de haber cometido una serie de delitos de odio, y la Federación Plataforma Trans presidida por Mar Cambrollé denunció hace meses. Al final la causa por delitos de odio contra Lidia Falcón ha sido archivada, pero se continúa haciendo campaña para desprestigiar a la secretaria general del Partido Feminista.
No solo ha sido denunciada ella, en estos últimos meses una cantidad de personalidades han sido presionadas por la presidenta de la Plataforma Trans y de ATA Sylvia Rivera (Asociación de Transexuales de Andalucía). Yo misma, hace casi un año me vi envuelta en una serie de presiones por parte de esta señora, Mar Cambrollé, para no hacer el pregón de un carnaval feminista en Jerez de la Frontera. Esta señora y su pareja me “recomendaban” pedir perdón públicamente por un tweet de hacía cuatro meses, el cual tenían guardado y decía así: “qué pesada es con la transfobia”, dirigido a Irantxu Varela que invitaba a la presentación en el Retiro madrileño de una cerveza feminista de Pikara así, “Venid todas menos las transfobas”, en el hilo yo comenté eso y cuatro meses después, aprovechando que tenía un evento, llamaron a la formación que me había contratado para decirles que yo era transfoba y que tenían que sacarme de la programación. Que de lo contrario harían un escrache al acto. Durante ese tiempo me hicieron muchísimos cuestionamientos por parte de la formación, que realmente me defendió en todo momento, pero ya ponía en duda que yo pudiera odiar a las personas transexuales. Por parte de la prensa fue bastante horrible también, y Mar Cambrollé se encargó de limitar el evento todo lo que pudo presionando al Ayuntamiento de Jerez. En esos fatídicos días el Observatorio Andaluz LGTBIQ sacó unos tweets donde me habían incluido como LBTGBofóba. Y muchas entidades mostraron repulsa contra mi: Jereles Gay entre otras (colectivo oficial LGTBI de la ciudad).
Lo común que tienen estas denuncias públicas, interpuestas ante un juzgado o no, es su denunciante: Mar Cambrollé. También en el último año todos los medios cada vez que sacan una denuncia por delito contra la orientación sexual o la transexualidad es contada por Cambrollé. Hecho que se puede comprobar en la hemeroteca y que es cuanto menos curioso, que siendo el delito perpetrado a otra persona siempre sea ella quien salga en el medio denunciándolo.
Esta persona, sus actuaciones, su impulso a la Ley de autodeterminación de género en Andalucía, otras comunidades y ahora la Estatal, ponen de manifiesto que existe un lobby, más allá de lo que vemos, que pretende legislar sobre todas estas cuestiones siempre yendo un paso más allá que la Ley anterior que haya al respecto, que las hay.
Mientras todo esto ocurría el año pasado se fraguaba un 8M fraccionado en la mayoría de comunidades autónomas del país, las partes quedaban así: por un lado, estaban las buenas feministas, que entendían ser mujer y luchar por nuestra liberación como un amplio espectro de consignas vacías y festividades varias donde entraban las mujeres trans. Y las malas feministas eran la otra parte de la fracción, estas somos las que no entendemos que ser mujer sea un sentimiento, y creemos que esto se debe tener muy en cuenta para luchar por nuestra liberación, las que llevamos entre nuestros ejes de abolición la abolición del género, las TERF. Por esta fracción, y el cambio en las cabeceras de las manifestaciones, muchas compañeras en comunidades como Madrid o Barcelona fueron agredidas físicamente, les rompieron sus pancartas y las echaron de la manifestación.
Aparte de ello me consta de otras compañeras, y he podido vivirlo yo también, la pérdida a raudales de amigos, amigas y personas conocidas en general por este posicionamiento político. Me llegan todos los días mensajes a RRSS de chicas anónimas que aluden tener miedo a hablar del tema. Hasta me han llegado testimonios de disputas fuertes dentro del seno familiar.
Podría estar aquí defendiendo punto por punto por qué el borrador de la Ley Trans al que nos oponemos nos perjudica, nos borra o nos desprovee de espacios seguros a las mujeres. O cómo desprotege a la infancia. O cómo hemos sido violentadas las llamadas TERF en todo este tiempo, por todos los entes sociales, hasta en el ámbito laboral.
Podría, pero no quiero, porque no quiero sufrir más. Al igual que tampoco quiero que sufra más ninguna persona transexual siendo utilizada como instrumento de un lobby, que solo mira intereses económicos y políticos.