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"Lo que la oruga llama 'el fin', el resto del mundo lo llama 'mariposa'."

Cataluña se debate entre un independentismo hacia ninguna parte o el camino hacia la unidad y el progreso

Cataluña se debate entre un independentismo hacia ninguna parte o el camino hacia la unidad y el progreso

Esta jornada electoral del 14F es un desafío para conocer si Cataluña continuará su viaje a ninguna parte, con una hoja de ruta quimérica y fuera de la Ley, que acabó con las promesas en la cárcel y algunos políticos fugados de la Justicia. O si, por el contrario, el candidato socialista Salvador Illa conseguirá su propósito, muy arropado por el Gobierno central de Pedro Sánchez, de acabar con diez años de engaños y división entre catalanes, y traer de vuelta la recuperación del seny catalán y los valores que pusieron a esta autonomía, hace más de una década, en la vanguardia de las regiones españolas y una de las regiones más respetadas también en Europa. Suceda lo que suceda, la participación ha sido la más baja de las últimas décadas, y los comicios han estado marcados por la pandemia. La situación política catalana, por la corrupción de Pujol y los "Convergentes" ha sido tan caótica que los catalanes han tenido que ir a votar quince veces en diez años. Los partidos independentistas, ERC, JxCat, PdCat, Cup, se han conjurado para no darle ninguna posibilidad de formar gobierno al PSC de Salvador Illa. Vox, puede irrumpir en el parlament e incluso superar al PP; los Comuns se quedarían como éstán y todo indica un hundimiento de Ciutadans, que no supo aprovechar su caudal político.

La jornada ha estado marcada por la pandemia, con su tercera ola en todo lo alto, con datos realmente alarmantes que nos ha dejado imágenes de miembros de las mesas electorales, totalmente enfundados en sus trajes EPI, y personas contagiadas o con contactos positivos, con un horario especial para depositar su voto en los colegios. El voto por correo se ha multiplicado por cuatro, con respecto a otros comicios, y la participación, a eso de las siete de la tarde, había bajado por encima del 16% con respecto a las anteriores. La sorpresa y el centro ha sido el "efecto Illa" y depende de los resultados, veremos si Cataluña de verdad pasa página y empieza un ciclo nuevo, o el independentismo sigue con su bucle, sin salida.

El hecho de que los catalanes hayan votado 15 veces en los últimos 10 años, de que al menos ocho políticos de primera fila estén encarcelados, y que al menos tres, fugados de la Justicia, da una idea de lo convulsa que ha sido la política catalana en la última década. El nacionalismo funcionó bien unido, mientras les enseñaron a corear durante más de dos década, el mantra de “España nos roba” que inventó el molt honorable, Jordi Pujol que gobernó con mano férrea durante 23 años de corrupción política. Pero un día, los catalanes, se despertaron de su idílico sueño con la corrupción de toda la saga Pujol y una serie de grandes familias de la burguesía y de las finanzas catalanas de toda la vida, en torno al gran partido Convergencia i Unió.

Entonces fue un socialista, Pascual Maragall, quien se había hartado de denunciar durante años la corrupción de las coimas y mordidas del 3%; miles de millones de los que sólo una parte, fueron a financiar Convergencia. Unos años después, la investigación judicial demostró que miles de millones fueron desviados a entramados societarios repartidos por todo el mundo, manejados por Jordi Pujol, su esposa y la mayoría de sus hijos varones. En 2003, una Cataluña aturdida por haber sido robada, no por España, sino desde dentro y por sus grandes y decentes políticos, reaccionó en las urnas y dió el Gobierno al socialista Pascual Maragall, que gobernó durante una legislatura (2003-2006), y después otra, con el también socialista, José Montilla (2006-2010), ambos en coalición en el llamado tripartit -Socialistas, Esquerra Republicana y los Comunistas. Un pacto que Salvador Illa aspira a reeditar en este 14F, si bien lo tiene muy difícil, sean cuales sean sus resultados, ya que todos los partidos independentistas le han hecho un “cordón sanitario”. A nadie ha sentado bien la jugada de Pedro Sánchez de cambiar a Miquel Iceta, por Salvador Illa ya que éste había conseguido un gran respeto como ministro de Sanidad, por su rigor en la gestión de la pandemia.

Todavía Convergencia, el partido de Pujol y Artur Mas, que se camufló con otro nombre Junts pel Si, para desligarse de la etapa pujolista, volvió a gobernar en 2010 y aún así, los catalanes prefirieron a su burguesía catalana. Incluso con la cúpula procesada -Artur Más siempre fue la mano derecha de Puyol- Lo que hizo que la legislatura fuera muy accidentada y sólo durara dos años, gobernando en minoría. Precipitó otras nuevas elecciones y volvió a ganar en diciembre de 2013, pero solo pudo gobernar hasta enero del 2016. En cinco años tuvo que convocar elecciones dos veces por los asuntos judiciales de la corrupción de Convergencia, que pasó llamarse Junts pel Si, Artur Más tuvo que dar un paso atrás, ya muy involucrado en una deriva independentista. Esta dimisión dejó el escenario libre a un periodista gris y desconocido llamado Carles Puigdemont. En solo dos años armó tal lío que acabó mandando a la cárcel a todo el govern, y él mismo fugándose a Bélgica.

El resto de la cronica periodística y política ya no sabemos como calificarla. Fueron los días turbios, de ensoñación, días de populismo, de mentiras, prometieron la independencia, prometieron que Europa estaba esperando con los brazos abiertos a una Cataluña independiente. Y todo fue mentira. Habían caldeado tanto el ambiente, desde la caída de los dioses, Pujol y familia, y las corrupciones de Convergencia, que ya todo les daba igual, sólo querían derrocar el sistema judicial español en Cataluña, para río revuelto, evitar muchas miserias, vergüenza y cárcel de los "dioses catalanes" (la saga Pujol, el propio Más, Macia Alavedre, y tantas grandes familias que cayeron en el círculo). Con un títere como Puigdemont, que heredó la presidencia sin haberse presentado, se atrevieron a tomar el Parlament, y declarar la DUI, Declaración Unilateral de Independencia. Antes había montado un referéndum ilegal para hacer la pantomima, violar la ley, y provocar a las Fuerzas del Orden, torpemente manejadas por otro Gobierno corrupto, el de Rajoy. Así pues, Puigdemont se fugó con dos de sus consejeros; Oriol Junqueras, el vicepresidente, con sus principales consejeros, acabaron en la cárcel, y heredó la presidencia de la Generalitat, otro oscuro político de quinta fila, Quim Torra, que se permitió decir poco menos que los “españoles no catalanes teníamos cuernos”. Al cabo de otros dos años, 2019 y 2020, Torra tuvo que dimitir, y heredó la presidencia Pere Aragonés, de ERC, que ha tenido que convocar elecciones ahora.

Y con esta trayectoria tan errática y propagandista, llegamos a este 14F, en plena pandemia, un año en la que la jugada maestra de Pedro Sánchez, de colocar como candidato a presidente al ex ministro de Sanidad, Salvador Illa, unido al desgaste y desilusión del independentismo, le da la posibilidad de ganar las elecciones, o al menos casi doblar sus escaños actuales, y empatar, o bien con ERC o con JxCat, el enésimo nombre de la derecha nacionalista catalana. Lo dicho, los catalanes vuelven a tener la oportunidad de elegir entre alguien que quiere que se unan las dos mitades de Cataluña y gobernar para todos. O volver a elegir a quienes les dividen y quieren imponerse sobre los que se sienten catalanes, españoles y europeos... A ver qué pasa.

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