Y es que, para la escritora alicantina, doctorada con una tesis sobre los arquetipos del terror en los relatos de Julio Cortázar y profesora de Estudios Hispánicos en la Universidad austriaca de Innsbruck, la literatura debería ser medicamento de prescripción obligatoria. “Visibiliza situaciones a las que no se presta atención pública, da voz a quienes no la tienen e influye en la sociedad porque trabaja con emociones y eso le da una potencia mayor”.
Por eso en la obra editada por Roca Editorial ha querido hablar de violencia sexual a niñas y niños “de un modo que no resulte escandaloso ni voyeurista”, con el valioso fin de hacer pensar. “Con mi novela quien tenga interés en atreverse a entrar en caminos que no conocía le ofrezco la posibilidad de ver y plantearse cosas que nunca había visto y pensado”.
La autora de narrativa actual cuya obra ha sido traducida a 19 idiomas, no podía encontrar mejor hilo para tirar de tanto machismo y dolor que, a través de Carola Rey Rojo, su protagonista policía. “Lo tenía muy claro antes de empezar. Sin poder ni querer evitarlo, cada vez con más pasión, mis protagonistas son mujeres de mi edad, esas mujeres que están en uno de los mejores momentos de su vida , pero de las que casi no se habla porque ya no son jóvenes ni llevan tacones de quince centímetros”.
¿Bucear en la documentación para reflejar el modus operandi de los pedófilos te ha abierto una herida de rabia, asco o desesperación o todo junto?
Es una mezcla repugnante de todo ello y, además, está la angustia de la incomprensión, de no poder llegar a una explicación aceptable de por qué los hombres son capaces de cometer este tipo de delitos y llevar una vida aparentemente normal. Me preocupa enormemente que existan esas redes de pedófilos en internet, que exista la pornografía con criaturas, que haya gente capaz de pagar por maltratar, violar y asesinar a una niña o a un niño.
También encuentro de muy mal gusto que al tipo de hombres que hacen esas cosas se les llame “pedófilos”, que significa “amantes de los niños”. Habría que inventar una palabra que esté más cerca de “asesino”, “violador”, “bestia salvaje” … Ni siquiera “monstruo” sirve, aunque da una idea de lo retorcido y perverso de su existencia.
¿Reconocerías ahora a uno a la legua?
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De pequeña me atemorizaban con el hombre del saco para no dejarme engañar ni irme con desconocidos...Sin embargo el hombre del saco, demasiadas veces está dentro del territorio intocable que debería ser la infancia.
Eso es, precisamente, lo más terrible: que el peligro no siempre está fuera, que muchas veces las peores amenazas vienen de la propia familia, y los delitos contra niños y niñas se dan en casa, a manos de un consanguíneo, sea el padre, el abuelo, el tío o el hermano, seres despreciables que, además, consiguen que las pobres víctimas se sientan culpables de lo que está pasando y no pidan ayuda por pura vergüenza. Y, por supuesto, también se da con frecuencia que las mujeres de la casa sean cómplices de este horror, que lo sepan y no hagan nada por miedo o porque no podrían sobrevivir económicamente si se marcharan con sus hijos o nietos para ponerlos a salvo. Los “hombres del saco” de la actualidad están también en las instituciones dedicadas a enseñar y cuidar a nuestros hijos e hijas y es muy importante educarlos para que reconozcan lo que les está pasando y pidan ayuda inmediata.
Roman Polansky, Plácido Domingo, Pablo Neruda, Marlon Brando…Tenemos innumerables casos de quienes salen indemnes por su nombre y no por sus actos. ¿Separar la obra del artista del violador, del maltratador es excusar y alimentar su impunidad?
Esa es una cuestión realmente peliaguda. ¿Quién nos dice que los artistas clásicos que admiramos fueron personas ejemplares? ¿Podemos prescindir de todo el arte porque los artistas fueran moralmente despreciables? Detesto el machismo, por poner un ejemplo, pero hasta hace muy poco ser machista era lo normal en hombres y en mujeres e incluso ahora seguimos luchando para erradicar comportamientos y formulaciones que tenemos grabados a fuego.
Da igual lo genial que sea el maltratador en su actividad artística. La genialidad en el campo que sea no debe servir para que un maltratador quede impune . Creo que tenemos que trabajar en ello a partir de ahora, hacia el futuro, no tratando de reformar el pasado, cosa que ya no es posible.
¿De haber sido Elio en lugar de Elia la literatura te lo habría puesto todo más fácil?
Supongo que sí, pero no es algo que tenga que ver solo con la literatura. En la época en que yo me eduqué casi todo era más fácil para los hombres, a menos que fueras una mujer de las que entraban dócilmente por el camino que otros habían marcado para ti. Yo, como buena hija de mi tiempo, fui y soy feminista y me alegro de serlo. Sin embargo, eso ha hecho que trabaje el doble en varios campos porque nunca he querido dedicarme solo a una carrera profesional, sino que también he decidido tener hijos y, teniendo solo 24 horas al día, hay que hacer juegos malabares para que funcione todo, a pesar de tener una buena pareja.
¿Hay excedente de literato mediocre?
Simplemente sí. Como en todos los campos de la vida. En todos los gremios hay personas de tres niveles: profesionales excelentes, gente que hace realmente muy mal lo que hace, y, entre lo uno y lo otro, una gran capa de mediocridad. Lo malo de los mediocres es que suelen ser, además, muy vanidosos, gritan mucho, posturean mucho y se les ve más; pero si el cliente (sea lector o lectora o lo que proceda) tiene buen criterio, elige lo mejor y no hace caso a lo demás.
¿Qué te parece el término de “Literatura de mujer”?
Una grandísima estupidez que, lógicamente, acuñó un señor hace ya bastantes décadas y fue seguida por muchos otros señores supuestamente intelectuales que no debían de ser demasiado inteligentes. ¿Alguien aceptaría que habláramos de “literatura de hombre” cuando el autor es varón? ¿De verdad piensan que lo se le ocurre a un hombre -por el mero hecho de serlo- es “literatura universal” y lo que se le ocurre a una mujer no lo es? Es una idea tan absurda – y tan rancia- que no vale la pena darle muchas vueltas.
¿Hasta dónde estás del edadismo siendo mujer?
Hasta el copete, lógicamente, pero no me canso de decir que una parte de la culpa la tenemos las mismas mujeres. La idea de que una mujer que ha pasado la menopausia ya es invisible y olvidable es una idea concebida e impulsada por los hombres (por fortuna no todos; también los hay inteligentes), que nos ven simplemente como trozos de carne -apetitosa o no- en un escaparate. Pero si las mujeres nos conformamos o incluso apoyamos esta idea cuando aún somos jóvenes y atractivas, despreciando a las mujeres de más edad, estamos contribuyendo a una situación que pronto nos castigará a nosotras ya que toda mujer joven dejará de serlo un día y sufrirá lo mismo.
A los varones también les sucede, aunque más tarde, normalmente a partir de la jubilación, y es entonces cuando empiezan a protestar de esta injusticia, en el momento en que les afecta a ellos. Sin embargo, cuando tienen que elegir a una mujer como pareja o para cualquier otra cosa, también la quieren joven. Hemos creado una sociedad de Peter Pans en la que lo único que vale es la juventud y la belleza , en lugar de admirar la bondad, la inteligencia, la experiencia, la empatía… Muy triste.
Cuando eras pequeña ¿te imaginabas llegar a los 63 años ganando premios, escribiendo con virtuosidad y pintando canas a mechones de colores?
Creo que no me imaginaba llegar a ser tan vieja. Recuerdo que, cuando pensaba en qué edad tendría yo en el año 2000, me impresionaba la idea de que tendría más de cuarenta y no tenía claro si seguiría viva, pero sé seguro que me habría hecho mucha ilusión verme a mí misma como soy ahora, igual de “moderna”, escribiendo cada vez mejor a base de trabajo y experiencia, sin haber cambiado de principios, sin haber tenido que venderme ni traicionar a nadie para llegar a este punto. Me teñí el pelo de rojo a los dieciséis años cuando no lo hacía nadie. Ponerme mechas de colores a los 63 es la evolución natural, ¿no?
¿La rebeldía sigue siendo compañera de una mujer madura?
Hace más falta que nunca a partir de cierta época de la vida, porque la sociedad sigue empeñada en dictarte modelos de conducta “adecuados” a tu edad y no hay más remedio que seguir luchando para ser quien eres, para no dejarte meter a la fuerza en cajones etiquetados como “abuela”, “jubilada”, “ciudadana de la tercera edad” … o “señora”, ese “señora” que tanta gente usa cuando resultas molesta por tener ideas propias y que adquiere un tono más de insulto que de formulación respetuosa.
No hay que leerme. Es cuestión de gustos y de ganas de probar géneros y voces. Yo escribo historias que suelen gustar a personas amantes de los secretos que ocultan las familias y el pasado; de los misterios, sobre todo del misterio individual de cada ser humano; de las relaciones amorosas de todas clases, del tiempo que nos hace y nos consume; de temas que hacen reflexionar sobre la vida y la muerte.
Eso es lo que yo ofrezco y, si a alguien le apetece, me alegra muchísimo compartir ese viaje con ella o con él, pero no significa que si ese alguien no lee mis novelas se está equivocando o se está perdiendo algo esencial. Hay muchas buenas novelas en el mundo y no da tiempo a leerlas todas. Si llegamos a encontrarnos, me hace muy feliz . Si no, espero que se tope con alguna historia que le haga vibrar, aunque no la haya escrito yo.
Nuria Coronado Sopeña es p eriodista, conferenciante, organizadora de eventos y formadora en comunicación con perspectiva de género. Autora de Mujeres de Frente y Hombres por la Igualdad (Editorial LoQueNoExiste); Comunicar en Igualdad (ICI). @NuriaCSopena