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"Lo que la oruga llama 'el fin', el resto del mundo lo llama 'mariposa'."

El turismo en la recuperación española. Pactos y proyectos

El turismo en la recuperación española. Pactos y proyectos

Superado el mes de agosto vemos que la dimensión de las consecuencias del Covid-19 nos obliga a ser muy cautelosos con el camino hacia el futuro. A pesar del empeño puesto por autoridades y el propio sector, evitar el agujero turístico no ha sido posible. Los rebrotes no lo han facilitado; el teórico fin de la primera ola estaba demasiado cercana a la temporada veraniega y las certidumbres sobre optimizar la seguridad son escasas; las dudas que se ciernen sobre el curso escolar en toda Europa es prueba de ello.


Esto no debe impedirnos un serio ejercicio de reflexión con la principal industria nacional, el turismo. La perspectiva es importante, el problema no es salvar la temporada si no el negocio-país. Perfeccionar y enriquecer el modelo turístico, fortalecerlo como sector económico puntero de la riqueza nacional, no menor como algunos pretenden. Sólo actuando con prontitud y decisión será posible asegurar bienestar y desarrollo nacional.

De dónde venimos.

En el surgimiento de la industria turística española casi nada fue casual, ni fácil.

El turismo de masas en España (basado en el sol y las costas) es un fenómeno reciente, no fue consecuencia de la voluntad política, ni tampoco empresarial.

Hasta los años 60 España era un destino turístico playero minoritario y no de lujo como la Riviera o la Costa Azul. Nos frecuentaban visitantes ilustrados y “snobs”, en muchos casos atraídos por las experiencias de escritores británicos, franceses o alemanes. El Turismo de Sol Y Playa no era un negocio ni en ingresos, ni en puestos de trabajo.

Las Baleares era un destino turístico de elites internacionales muy exclusivas, al que se llegaba en contados aviones o veleros de recreo [1]. En la década de los 50 del pasado siglo no eran más que 100.000 los visitantes veraniegos, una tercera parte españoles. En el 2019 fueron 13.680.923 los que visitaron las Islas.

El motor del turismo de masas en España fue la recuperación de Europa occidental tras la II Guerra Mundial. ¿Sobre qué base? El Pacto social entre capital y trabajo que llevo aparejado el descanso anual obligatorio y las vacaciones pagadas; el pago de pensiones de guerra a gran cantidad de mutilados del conflicto; el excedente de aviones de transporte fabricados para la ocupación; la cotización de la peseta frente a las monedas europeas y el bajísimo coste de edificación (valor del suelo y mano de obra [2]).

Los europeos encontraron en las playas españolas y en la hospitalidad un paraíso al alcance de sus bolsillos. Dicho esto, la inversión hotelera y la asequibilidad del transporte desde Europa no fue con capital español, menos proveniente de subvenciones y ayudas públicas de un Estado precario. Fueron los Tour Operadores Europeos los que supieron ver el negocio: Comprando o charteando aviones; invirtiendo en un suelo barato, sin valor aparente, y en un entorno agrícola con mano de obra barata y no sindicalizada.

La España interior viviendo en la indigencia tenía gran predisposición a emigrar a cualquier parte sobre todo a la costa. La paleta y la bandeja eran buenas herramientas para salir del agujero [3].

Estos primeros trabajadores de la hostelería vivían en condiciones que hoy nos parecen difícil de imaginar, viviendo en los desvanes y sótanos de los hoteles. No será hasta la democracia y a través de las organizaciones sindicales, cuando la situación empieza a transformarse y con ello, la industria turística a profesionalizarse.

Hacia donde se puede caminar.

Hoy Baleares y Canarias, nuestros principales destinos de turismo de masas de sol y playa, acogen a un 30% de nuestros visitantes extranjeros con 27 millones de turistas (INE 2019), están siendo las más afectadas. Los datos del INE no se dispondrán hasta octubre, pero sólo hace falta contemplar las imágenes de los paseos marítimos, han pasado de la sobre saturación de los últimos años al vacío, los locales cerrados tanto hoteleros como de restauración, ocio y de comercio en general. ¡Este triste panorama nos puede hacer llorar o reaccionar!

La aplicación de los ERTES y las líneas de avales del ICO (Instituto de Crédito Oficial) están siendo sin duda instrumentos de choque importantes, tanto para los trabajadores como para dar un cierto respiro financiero a los empresarios, que van a ver volar sus reservas obligados a posponer los proyectos de inversión para modernización o crecimiento que tuvieran previstos. Hablar de más de un millón de empleos en peligro y millares de empresas en riesgos de echar el cierre es sin duda motivo suficiente para tomar con seriedad el problema.

Si hay un sector donde urge un Pacto de Estado es el turismo. Pacto de una amplia implicación política, administrativa, profesional, empresarial y sin duda sindical pues el empleo será lo que más se resienta.

Ahora es el momento para que los tres niveles de gestión pública (estatal, autonómico y local) sean capaces de ampliar la mirada y agudizar sus capacidades para saber hacia dónde pueden ir y por dónde.

La modernización de la industria turística española a partir de los años ochenta del pasado siglo vino de la mano de la optimización de los diferentes fondos de inversión europeos. Eran fondos que se utilizaron en autovías, aeropuertos, abastecimiento y depuración de aguas, paseos marítimos y un largo etcétera del cual no podemos olvidar la formación de trabajadores. Infraestructuras y capital humano fue sin duda el gran éxito español en su aprovechamiento económico de nuestra pertenencia a Europa. El turismo fue un gran beneficiado de aquellos proyectos de inversión y sin ellos no podríamos hablar de la capacidad y calidad alojativa española [4].

En este momento, aunque no vengan inversores extranjeros a modernizar y adecuar al nuevo tiempo los hoteles, ni a transformar el transporte aéreo en sostenible, hay que hacerlo. El crecimiento de nuestra productividad en el sector turístico, tras el covid-19, es imprescindible y debe renovar profundamente sus parámetros, como la seguridad sanitaria, la movilidad descarbonizada con la prohibición de los vehículos con combustibles fósiles en los destinos turísticos, recuperación del ecosistema de los entornos, escrupulosa gestión de los residuos (haciendo de la economía circular algo más que lo declarativo, como de la prohibición de los plásticos y otros materiales no recuperables…), la edificación ecoeficiente y la gestión inteligente de instalaciones, la obtención de energía a partir de aguas residuales y, sin duda, mejorando los derechos al consumo turístico desde el transporte al comercial, con un comercio de excelencia tanto en servicio como en responsabilidad [5].

Uno de los mayores expertos en turismo, Ignacio Vasallo, no augura la plena recuperación hasta el 2023. España tiene que tener ambición de poder ofrecer, en este escenario de dos años, una nueva imagen de la industria turística, no necesariamente más caro, pero si ser de nuevo referencial en Europa y mundialmente.

El consenso de las administraciones en el camino a seguir con las diferentes patronales y sindicatos es básico. No puede perderse el esfuerzo en pensar en ayudas sino de proyectos transversales y transformadores que mejoren ambiental y tecnológicamente todas las infraestructuras que aportan el gran valor añadido del turismo, cualificar a los trabajadores para este nuevo reto, acompañado de profundos cambios normativos y promocionales, pensando que el turismo cultural ( 28 %), el de naturaleza (11%) y el gastronómico (9%) tienen la sobrada fortaleza para reconstruir el negocio pero para ello deben dejar de pensar que sin ser proactivos no volverán los millones de turistas a nuestro país.


[1] Los referentes románticos jugaron un importante papel en el surgimiento del turismo mallorquín con George Sand y Chopin con el relato de un siglo antes Un hiver à Majorque y el viaje de tu vida de “luna de miel” a Mallorca, propiciado por el repunte económico tras el Plan de Estabilización.
[2] Además una cuestión política no desdeñable, el emergente bienestar europeo, con viajes incluidos, ofrecía una maravillosa propaganda del modelo de vida occidental.
[3] A finales de los setenta de Algarinejo (Granada)había más ciudadanos viviendo en el de Calvià que en el suyo propio, el municipio mallorquín tenia de las mayores rentas per cápita y Algarinejo de los que menos.
[4] España, ha recibido un volumen considerable de dinero por los Fondos Europeos. Las transferencias han sido un 0,8 por ciento del PIB anual llegando a representar el 1,6 por ciento del PIB (2003).
[5] Especialmente interesante es el Estudio sobre la Prospectiva Económica, Social y Medioambiental de las Sociedades de las Illes Balears en el Horizonte 2030 (H2030), dirigido por el Profesor Carles Manera y realizado por el CES de les Illes Balears y UIB. Aunque realizado con anterioridad al Covid plantea claras líneas estratégicas a seguir en una economía de monocultivo turístico.
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