Como español me sentía orgulloso de que este país, que hace poco más de 40 años sufrió una dictadura y padeció como Jefe de Estado al genocida Francisco Franco, fuera considerado uno de los pocos estados en el mundo reconocidos como democracias reales y plenas. Era casi un milagro, un caso raro, una excepcionalidad en el mundo. Pasamos de ser una dictadura de corte fascista a una monarquía parlamentaria en un tiempo record gracias a los acuerdos que se gestaron en los famosos Pactos de La Moncloa de 1977 donde comunistas, socialistas, gente del régimen y conservadores, se puesieron de acuerdo para dar redactar una nueva Constitución y dar paso a lo que se denominaría, La Transición.
Pero, a pesar de lo que hemos estado creyendo hasta ahora, el antiguo régimen no desapareció sin más, reconocidos franquistas y miembros del aparato dictatorial crearon diferentes partidos para poder seguir defendiendo su ideología a la vez que, y esta es una apreciación a título personal, para “vigilar” al nuevo régimen democrático que se estaba gestando. Y así fue como hizo su aparición Alianza Popular (ahora conocido como Partido Popular y del cual también se ha desgajado Vox). En esta organización confluyeron diferentes sensibilidades ideológicas de la derecha española entre las que encontraban, entre otros, fascistas, monárquicos, y ultra conservadores.
Políticos que habían sido encarcelados, exiliados y perseguidos, por el fascismo de Franco, fueron elegidos democráticamente en las urnas y se convirtieron en los representantes del pueblo soberano. Mientras el Presidente del Gobierno fuera uno de los suyos, Adolfo Súarez, proveniente del Régimen de Franco, lo llevaron a duras penas. Pero ya el 23 de febrero de 1981, el ruido de sables se hizo notar con el intento de Golpe de Estado del general MIlans del Bosch, con la connivencia del instrucitor del Rey Juan Carlos I, el general Alfonso Armada. Por suerte ese golpe de Estado militar fracasó, gracias precisamente al Rey Juan Carlos, y todos sus instigadores acabaron en la cárcel. Un año después Felipe González y el Psoe, ganaban las elecciones de forma abrumadora, y aunque había habido intentonas anteriores como la "operación Galaxia" y otras, y mucho ruido de sables y conspiraciones posteriores, no salieron adelante.
En realidad, durante la Transición, para poder seguir avanzando, los demócratas de la parte izquierda, tuvieron que transigir en temas muy importantes. Se tuvo que aceptar el modelo de Estado sin negociación, se hizo lo que Franco había decido imponiendo su heredero a la Corona, habiendo dejado por escrito que España volvería a ser un monarquía. Los partidos de la izquierda fueron muy generosos, tuvieron que tragar también con unas Fuerzas Armadas, con unos aparatos del Estado, incluyendo a los servicios de Inteligencia, Guardia Civil y Policía, controlados por mandos franquistas y reaccionarios. Durante años, se siguió torturando en los calabozos y dependencias policiale, solo por poner un ejemplo.
También la Judicatura y los organismos que la componían en aquella época estaban dirigidos por reconocidos juristas del antiguo régimen. Que también gozaba del control de la mayoría de los medios de comunicación públicos y privados, al igual que todas las grandes empresas públicas, bancos y empresas privadas españolas seguían en manos de seguidores del antiguo régimen. La Iglesia conservadora española, como no podía ser de otra manera, seguía siendo uno de los poderes fácticos que más influían en el desarrollo de la nueva España. Y con esos mimbres se empezó a fabricar un embrión de Estado democrático.
Y la cosa fue avanzando, más o menos, ya que las prioridades de todos los componentes de esa incipiente democracia fueron, más que el avanzar en la calidad democrática de nuestra nación, en desarrollarse económicamente y abrir a las instituciones internacionales a un país casi tercermundista y que había sufrido de muchos años de autarquía, por aquellas fechas. Paso a paso España cambiaba y evolucionaba, siempre y cuando no se desviará demasiado de la ruta establecida por los nostálgicos y defensores de las esencias del nacionalismo español post franquista.
Tuvimos décadas de desarrollo social y progresista inimaginable, gracias a los gobiernos socialistas, y a que la oposición franquista intentó también europeizarse. Pero, siempre la larva del franquismo estuvo enquistada en una derecha donde el radicalismo ultra, no sobresalía del todo. Los gobiernos de Áznar, sobre todo el segundo, con la guerra de Irak, y las mentiras sobre ETA y el islamismo, ya nos indicaron que algo muy involucionista, se revolvía ahí dentro de los descendientes de aquella Alianza Popular. Rajoy ha sido un paréntesis, acorralado por la corrupción que gestó el entorno de su antecesor. Pero con los últimos acontecimientos que estamos viendo desarrollarse tanto en el Parlamento español, como en las calles de algunas ciudades y pueblos de España, en la Judicatura, en algunos medios de comunicación controlados por ciertos poderes fácticos, en la Iglesia española y en la cúpula de la Guardía Civil, dejan clara muestra de esas larvas filofascistas del viejo régimen, cuya sombra alargada, Anzar, está removiendo en competencia con la ultra derecha sin complejos y golpiesta de Abascal, Espinosa, Smith y sus dirigentes. Había caldo de cultivo suficiente para de aquellos barros hoy poder decir que volvemos a una democracia "tutelada", donde no se acepta el resultado de las urnas.
Es evidente que estos poderes fácticos siguen tutelando la Democracia española y ahora vigilan, de forma muy rabiosa y airada, que los Gobiernos que nos son los suyos, no se salgan de la estrecha senda que los anteriores poderes en la sombra citados, marcan como los valores sociales, económicos y políticos a seguir. De forma clara, sin complejos ni disimulos, así lo están haciendo actualmente con la excusa del Estado de Alarma establecido como marco regulatorio necesario para luchar contra la pandemia del covid19. No aceptan que haya otro gobierno que no sea el suyo.
Denominar al Gobierno de coalición como gobierno de chavistas y comunistas, cuando los que conocemos y defendemos la ideología socialdemócrata sabemos que ésta se basa siempre en la búsqueda del bien común, en la defensa de las libertades tanto colectivas como individuales y en la separación e independencia de los poderes del Estado; llamar “sepulturero” a un Presidente del Gobierno elegido legítimamente por la mayoría de los representantes de la soberanía del pueblo español, utilizar a las Fuerzas de Seguridad para manipular y crear falsos informes, e intentar judicializar los poderes ejecutivos y legislativos a través de jueces o juezas muy poco independientes para que abran una causa general contra nuestro gobierno progresista, sacar a las calles a hordas de sumisos, descerebrados y nostálgicos ultra conservadores para enfrentar y dividir, otra vez a los españoles, con el único fin de derrocar a un gobierno democrático y legítimo, todo estas medidas y cada una de ellas por si solas, son señales inequívocas que España sigue siendo una democracia a que la que estos grupos no permiten llegar a su punto de maduración. Por algo tan sencillo como es que solo respetan el Gobierno legítimo, cuando son ellos los que gobiernan.
Dicen que a veces los arboles no dejan ver el bosque, y en este caso mientras los diferentes gobiernos de España a lo largo de los últimos 42 años de post franquismo no se han salido en su acción de gobierno de la ortodoxia social y económica que los poderes fácticos consideran como imprescindible para conseguir alcanzar sus objetivos estratégicos, vivíamos en una ensoñación democrática, en el que los “milagros económicos” no nos dejaban ver con claridad, que nuestra democracia no es una democracia plena.
Y por mucho que The Economist Intelligence Unit (EIU) nos siga incluyendo entre las mejores 20 democracias en el mundo, considero, que en un país, en el que es tabú hablar de cambiar la Constitución para modificar cuestiones como el modelo de Estado, la Jefatura del Estado o la estructura y organización territorial etc, y en el que organizaciones que no representan a la voluntad del pueblo democráticamente expresada a través de la las urnas , quieran influir o cambiar la acción del gobierno por medios extra democráticos, no podemos considerarnos una verdadera democracia.