Yo no sé que sienten los soldados que forman un pelotón de fusilamiento cuando les dan la orden de ¡preparados, apunten, fuego! y caen muertas trece jóvenes enfermeras cuyo único delito fue cumplir la misma misión que las actuales y aplaudidas heroínas, salvar vidas en tiempos de guerra. Fieles a su vocación no miraron el carné de los heridos. No pensaba lo mismo el militar de alta graduación que ordenó fusilar a las 13 rosas por no obedecer al general Franco.
Item más. ¿Qué habría sucedido en este caso si los soldados desobedecen la orden y no disparan? Pues que les habrían hecho un consejo de guerra sumarísimo, les habrían puesto en el lugar de las enfermeras y ningún diputado del PP les habría citado como ejemplo para el resto del Ejército. El mismo hecho, no acatar la orden del mando superior en unos casos es una heroicidad y en otros un ataque a la dignidad del Cuerpo.
Para Egea, que el Duque de Ahumada, fundador de la Guardia Civil, no acatara la orden del presidente del Gobierno de su Majestad la Reina Isabel II, el general Narváez, es una prueba de la dignidad moral del Director de la Guardia Civil. En consecuencia, para el señor Egea desobedecer las órdenes que uno considera injustas ennoblece a la persona. De ahí que los mossos que desobedecieron al coronel Pérez de los Cobos durante el referéndum ilegal de Cataluña no deben ser castigados, ya que actuaron en conciencia. Y así hasta el infinito.
El dilema filosófico y moral surge al reflexionar sobre los hechos, anteriores y posteriores. ¿Quién decide que una orden es injusta? ¿El superior que la ordena o el subordinado que la desobedece? ¿Tendría que haber dimitido el general Narváez, presidente del Gobierno, por dictar una orden injusta -como exigen al ministro Grande Marlaska-, o el duque de Ahumada por no respetar la jerarquía, militar y política?
Más aun, ¿era la orden injusta? ¿Qué autoridad moral o profesional, tenía el duque de Ahumada para decidir lo que es justo o injusto? ¿Fue reprobable la conducta de los fundadores de la Unión Militar Democrática al oponerse a las órdenes de los jefes militares defensores de las leyes de la dictadura franquista? Para los jueces no fueron ejemplo. Les condenaron a penas de cárcel y los expulsaron del Ejército. ¿Debería el general Narváez, a la sazón presidente del Gobierno, haber expulsado y encarcelado al duque de Ahumada? ¿Qué criterio debe regir en los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado? ¿La obediencia ciega o la disidencia? ¿Quién lo decide y, sobre todo, con qué criterios se imponen los conceptos morales, tan etéreos unas veces y tan rígidos otros?
¿Los imponen el señor Egea, el señor Casado, el señor Abascal, el señor Aznar o la señora Marquesa de Casa Fuerte? Todos ellos desde su verdad alternativa, deciden sin importarles el daño que con sus mentiras hacen a la sociedad. Señor Casado, señor Egea, señor Aznar, señor Abascal, señora Álvarez de Toledo, ¿quien es moralmente reprobable según las leyes que rigen el honor militar? ¿El de rango superior (general Narváez) o el de rango inferior (Duque de Ahumada)?
En uno de los diálogos de Platón, Sócrates le preguntó: ¿Quien es el amigo, el que ama o el que es amado? Platón murió sin encontrar la respuesta. Ustedes, señoras y señores del PP y de VOX, han decidido que el amigo es aquel que conviene a los intereses de su verdad alternativa.