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"No sé con qué armas se luchará en la Tercera Guerra Mundial, pero en la Cuarta Guerra Mundial se luchará con palos y piedras." Albert Einstein

Casado: cuando una imagen falsa vale más que mil palabras (falsas)

Casado: cuando una imagen falsa vale más que mil palabras (falsas)

La foto de Pablo Casado contemplándose en el espejo de un baño, supongo que es el de su casa, de luto riguroso, con camisa blanca y corbata negra, las manos cerradas al estilo que definiera Perogrullo, la mirada no perdida sino fija en el espejo, en su rostro dolorido, tenso, muy tenso, demasiado tal vez para ser sincero, expresa una tristeza por los muertos del COVID19 más cercana al marketing que a la solidaridad. En mi experiencia, y salvo las plañideras contratadas, el dolor ante la muerte de las personas queridas solo se muestra en la íntima soledad y no se expone al público sin pudor, salvo que sea a cambio de una exclusiva retribuida o para obtener réditos electorales.

Demasiado marketing con los muertos


Por una u otra razón, el daguerrotipo ha sido mostrado en las redes sociales sin percatarse los responsables del marketing de Casado de un detalle que los ecologistas de Green Peace sí han captado y criticado. El grifo del lavabo está abierto, símbolo de un derroche intolerable en un político con ínfulas de presidente del Gobierno en coalición con VOX o con los independentistas, según tercie. Ese grifo abierto me inclina a pensar que es un montaje y aumenta las dudas sobre la sinceridad del dolor que quiere transmitir el señor Casado para cazar adeptos en esas telas de araña tramposas llamadas redes sociales.

Esta imagen, más allá de valoraciones morales sobre el uso partidista de los muertos del COVID19, es el paradigma de la hipocresía que asuela a la sociedad y que ha sacado a la luz esta trágica crisis, sanitaria, económica y, como revela la comentada escena, social. Conecte usted una emisora de radio o TV cualesquiera y escuchará y verá como bancos que nos desahuciaban tras poner condiciones leoninas en créditos e hipotecas o que directamente nos estafaban con inversiones más falsas que las mascarillas o los tests que nos venden los vampiros chinos, son ahora solidarias ONG que trabajan por nuestro bien y nos regalan el dinero que necesitemos para salvar nuestra economía sea doméstica, autónoma o empresarial. Eso sí, claro, con las subvenciones a fondo perdido que aporte el Banco de España, miles de millones de euros que vienen de las arcas del Estado. Dicho en román paladino, su solidaridad la pagamos con nuestros dineros fiscales.

Y quien dice las entidades financieras no olvida a las compañías aseguradoras, las mismas que solo nos autorizan tratamientos hospitalarios baratos, -los caros los sufraga la Seguridad Social, es decir, otra vez nosotros- que nos dejan morir sin remordimientos y que no nos aceptan como clientes si somos viejos o padecemos alguna enfermedad. ¿Se extrañan ustedes de que en las residencias caigan los viejos como moscas? Estas mismas aseguradoras ahora nos aman, sobre todo a los viejos, -sí, viejos, así, sin eufemismos- nos ayudan y nos piden por nuestro bien que nos quedemos en casa mientras ellos trabajan para que todos unidos salgamos vivos de esta crisis. Y sí, trabajan codo con codo con esas farmaceúticas multinacionales que cobran con usura los tratamientos que quitarían gran parte del sufrimiento humano.

A esta lista, digna del mismísimo Umberto Eco, podríamos añadir a las operadoras y sus plataformas, que en estos momentos se presentan como los salvadores de nuestra vida confinada permitiendo que veamos gratis sus películas y sus series, las mismas a las que solo podiamos acceder con contratos de alto standing y facturas telefónicas kilométricas. A su lado, ni por encima ni por debajo, compiten por el yo más con aquellas empresas que nos cobran la energía vital como si fuera un lujo y que no dudan en dejarnos en la indigencia electrodoméstica si no podemos pagar un mes, al igual que nos echan a la calle esos fondos buitres propietarios de nuestra vivienda de alquiler que, en Madrid, les regaló la excaldesa Ana Botella. Ahora todos defienden nuestros derechos, previo ingreso en sus arcas de los dineros del Estado, que son nuestros dineros, no lo olvidemos.

Tan solidarios somos todos ahora que incluso pedimos el regreso de los inmigrantes que nos robaban el pan y el trabajo. Quienes eran menes delincuentes y drogadictos, son ahora recibidos con gran cariño para que salven nuestras cosechas. Los mismos a quienes condenamos a muerte viendo impasibles como navegaban por nuestras costas sin concederles no ya el asilo, ni tan siquiera el derecho a ser atendidos en su particular pandemia de hambre, persecución y enfermedad. Son los mismos a quienes la Policia devolvía en caliente, misión por la que recibían el aplauso de las ocho de nuestra solidaria sociedad. Nadie, ni los primeros de la lista de Forbes, los famosos mecenas que hacen donaciones multimillonarias para soltar lastre fiscal o hacen crowdfunding entre la elite social, ofreció nunca jamás ni sus lujosos yates ni su multimillonario patrimonio inmobiliario para acoger a quienes son ahora exhibidos como iconos de la generosa solidaridad de esta sociedad y de sus impúdicos magnates.

Todos ellos, y otros muchos que podríamos añadir a esta lista sin riesgo de equivocarnos, serán solidarios por un día como la reina aquella del concurso de la televisión en blanco y negro. Más que por un día, ahora serán solidarios durante una pandemia. Y cuando por fin se acabe este confinamiento y todos volvamos a nuestra primitiva condición de ciudadanos libres para consumir, se cortará el grifo derrochador del lavabo de Pablo Casado y dejaremos abandonado en balcones y ventanas nuestro luto y nuestra solidaridad. In memorian y hasta la próxima.

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