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"Lo que la oruga llama 'el fin', el resto del mundo lo llama 'mariposa'."

Pedro Sánchez, un hombre de suerte

Pedro Sánchez, un hombre de suerte

Pedro Sánchez está haciendo una campaña que no atrae a la prensa ni a quienes comentan la prensa. No insulta, no da caña, como pedían los fieles a Alfonso Guerra. El presidente del gobierno en funciones dedica en sus mítines casi todo su tiempo a hablar de política.


La política causa un rechazo visceral a la mayoría de los españoles, secuela de aquellos cuarenta años en que hablar de política era desobedecer al Caudillo, lo que podía acarrear consecuencias nefastas. Muchísimos españoles aún no han conseguido modificar las estructuras cerebrales que les estructuró el franquismo, como no consiguen superar los rusos el lavado de cerebro soviético. La mayoría de los rusos siguen votando a Putin como si necesitaran honrar la memoria de la KGB. Un número creciente de españoles confiesa a los encuestadores su intención de votar a Abascal para que el trío de las derechas les devuelva a la época gloriosa de la ley y el orden, y cada uno a su casa a apañárselas como pueda, y Dios en la de todos.

Pero Pedro Sánchez es un hombre de suerte. No necesita el caso que la prensa y los comentaristas le niegan. Todos sus contrincantes le han erigido en protagonista absoluto de la campaña. Toda la campaña gira en torno al nombre de Pedro Sánchez. Aunque Pedro Sánchez decidiera retirarse esta semana a trabajar en La Moncloa; aunque no concediera entrevista alguna ni apareciera en conferencias de prensa, su nombre seguiría saliendo en todos los noticieros y entrevistas y tertulias de todos los medios del país como leitmotiv de la campaña, porque todos los líderes políticos de la oposición seguirán repitiéndolo de la mañana a la noche con insistencia obsesiva, por lo menos hasta el viernes que viene. Cierto que le mencionan para ponerle a parir. Cierto que la crítica a quien ostenta el poder es connatural a la acción de los partidos, pero cuando la crítica se vuelve una obsesión hasta el punto de eliminar cualquier otro argumento; cuando la crítica se vuelve tan compulsiva que cae en la irracionalidad y el ridículo, pone en evidencia problemas más profundos.

El problema más evidente es que los líderes de la oposición parecen no tener programa ni argumento alguno que ofrecer a los ciudadanos para que les voten. ¿Tendrá eso algo que ver con que todos ellos se hayan lanzado a acusar a Pedro Sánchez de no tener programa justo el día en que el PSOE entregaba su programa a la prensa y lo colgaba en su web para que pudiera leerlo quien quisiera? Curiosa estrategia que revela el concepto que los españoles le merecemos a la oposición. ¿Qué Pedro Sánchez publica 370 medidas de gobierno y luego un programa? No hay problema. Se los hace desaparecer repitiendo que no existen. El problema más serio es que esos líderes creen de verdad en la omnipotencia de su poder de convicción, lo que les está llevando de la irracionalidad a la demencia.

Ayer me entretuve recogiendo perlas para copiarlas en tuits. Me hicieron gracia especialmente las palabras de Pablo Casado culpando a Sánchez de que no se hubiera podido jugar el clásico Barça-Madrid. Si a alguien no le sale por lo menos un ¿comooooooooor? como el del inolvidable Chiquito, que vote al PP; al posible votante del PP se dirigen disparates como este. Los que nos encontramos fuera de su órbita de influencia no podemos dejar de preguntarnos con cierta preocupación cómo puede decir algo así un señor con toda la barba que aspira a ser presidente del gobierno. También aspira a la presidencia Albert Rivera y para convencer a los ciudadanos de que le voten dice que quiere ser la llave del cajón de la mesita de noche donde están los sueños de los españoles. El inefable Miguel Angel Aguilar que anima las tertulias de Hora 25 de la SER cuando le toca, le diagnosticó al chico gravedad muy grave y le recomendó unas vacaciones para que le diera el aire. Los independentistas acusan a Sánchez de constitucionalista y los constitucionalistas le acusan de haberse vendido a los independentistas. Pablo Iglesias manifiesta en un mítin que duda de la fiabilidad de los políticos. En fin, que los aspirantes a gobernarnos han convertido la campaña en un guión demencial mezclando elementos de ¿Quién teme a Virginia Wolf? con Enredos y con Los Simpson. Cuando Gabriel Rufián clama que hay que derrotar al PSOE, cualquier persona razonablemente sana tiene que preguntarse, ¿para que nos gobierne quién?

El día en que, llevando al límite el ejercicio de su responsabilidad, Pedro Sánchez ofreció a Pablo Iglesias una vicepresidencia y cinco ministerios, a muchos se nos heló la sangre vaticinando el enredo que afectaría al Consejo de Ministros de un gobierno condenado a la brevedad. Cuando Pablo Iglesias rechazó la oferta, algunos presentimos una intervención sobrenatural para evitar que España se fuera al garete con el gobierno de las tres derechas que, con toda seguridad, ganarían las siguientes elecciones después de la debacle. Alguien o algo protege a España y a los españoles, y Pedro Sánchez lo debe saber.

No debe extrañar a nadie que Pedro Sánchez esté tan tranquilo. Sabe que es un hombre de suerte.

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