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"Me gustaría ser político para poder prometer cosas que no puedo cumplir." Miguel Gila (Madrid 1919 Barcelona 2001). 

Miquel Iceta: Sonrisas que valen votos

Miquel Iceta: Sonrisas que valen votos

¿Verdaderamente no tiene remedio el trastorno que arrastra a los infelices a elegir populistas de cualquier signo que les emocionen? ¿Verdaderamente hemos llegado a un estancamiento de la evolución y las masas de infelices ya no pueden buscar soluciones utilizando su facultad racional? ¿Verdaderamente los infelices solo pueden reaccionar a golpes de adrenalina como el salvaje primitivo? ¿Será que está triunfando el poder deshumanizador del Dinero, ahora asistido por la tecnología, o es que los infelices siempre han sido así?


Llevaba días intentando escribir un artículo, descartando más de lo que escribía. Las palabras que salían de mi entendimiento pintaban un paisaje gris tirando a negro; el paisaje de un mundo que se nos está desmoronando como las paredes de un cráter de fango al que no se le ve el fondo. Por todas partes, infelices manifestándose contra las decisiones de los políticos inhumanos elegidos por los mismos infelices, como si los infelices no encontraran otra solución a su infelicidad que la violencia y la muerte. ¿Verdaderamente no tiene remedio el trastorno que arrastra a los infelices a elegir populistas de cualquier signo que les emocionen? ¿Verdaderamente hemos llegado a un estancamiento de la evolución y las masas de infelices ya no pueden buscar soluciones utilizando su facultad racional? ¿Verdaderamente los infelices solo pueden reaccionar a golpes de adrenalina como el salvaje primitivo? ¿Será que está triunfando el poder deshumanizador del Dinero, ahora asistido por la tecnología, o es que los infelices siempre han sido así?

Llevaba días escuchando a opinantes, tomando notas, como siempre, con pocas ganas de contribuir con un artículo más al vertedero en el que cada día las noticias y las opiniones de los analistas van echando paladas de pesimismo. Y de pronto apareció un político que respondía a las preguntas de un presentador con racionalidad, con preclara racionalidad. En medio del oscuro y siempre interesado palabrerío de políticos y opinantes, las palabras de ese político iluminaron, de repente, el panorama con la luz de la razón. Mientras tomaba nota de sus opiniones, de sus dudas, de sus propuestas, se me fue relajando el ceño. Cuando la entrevista terminó, me salió una sonrisa.

Menos mal que, hace relativamente poco, mis ideas sobre una política humana fundada en la ética, es decir, en valores humanos, coincidieron con las del Partido Socialista, me dije. Quiso mi destino que no fuera nada gregaria. Me iré al otro barrio sin serlo y no me quejo. Mi alergia a los grupos me ha permitido una independencia que valoro mucho. Nunca quise comprometer la libertad de mi pensamiento a una certeza, a una idea fija, a un partido político. Hace pocos años, sin embargo, me vi coincidiendo con Pedro Sánchez, luego con su equipo de gobierno. Y, mira por donde, hace esos mismos pocos años que me exprimo el cerebro y la voluntad para contribuir como puedo a que el Partido Socialista llegue al gobierno para transformar a un país que hoy da pena, pero no al extremo de matar la esperanza; para transformarlo en un país más humano.

Me dije ese menos mal cuando ayer terminó la entrevista porque el entrevistado era Miquel Iceta Llorens, Primer Secretario del Partido Socialista de Cataluña.

Si alguien quiere sentir el mismo alivio que sentí ayer al escuchar su enfoque sobre la casi desastrosa política catalana y algunas ideas que pueden aplicarse al resto de España, que emplee unos minutos escuchando el podcast de la entrevista en la Cadena SER. Yo me quedo aquí con una recomendación de Iceta: ir al rincón de pensar con un espejo.

Tenemos que mirarnos, pero sobre todo, vernos. Ver lo que somos, lo que queremos ser. Vernos en medio de una familia, de unos vecinos, vecinos de escalera, de ciudad, de país, del mundo. Preguntarnos cómo queremos que sea el lugar donde vivimos para que podamos ser lo que queremos. Preguntarnos cómo queremos que sea la vida de los demás para que la nuestra pueda ser satisfactoria. Solo la respuesta a esas preguntas debe dirigir nuestro voto. Solo esas respuestas pueden sacarnos de la masa asfixiante de infelices que votan arrastrados por las poses y las frases de los populistas, dirigidas a las vísceras. Solo la luz de la razón puede iluminarnos un camino por el que avanzar cada día perfeccionando nuestra humanidad. Solo por ese camino se puede disfrutar de emociones auténticamente humanas. Emociones como la que ayer me hizo sonreír al escuchar a un hermano de especie razonando y comunicando esperanza.

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