Cierto es que en torno a estas conmemoraciones hay mucho escéptico, mucha gente cree que son baladí. Sin embargo, cada vez que celebramos uno de estos días vemos, oímos y leemos ejemplos del trabajo que queda por delante en unos casos (violencia de género), pero también de todo lo que la mujer aporta en positivo a la comunidad en la que vive, como hemos comprobado el pasado martes, con historias de vida de dentro y fuera de nuestro país.
Por centrarnos en lo que ocurre en España, el papel de la mujer en el mundo rural se torna en la actualidad más esencial que nunca: su presencia en pueblos pequeños es fundamental para fijar población y no seguir haciendo más grande aún la España Vaciada. En su día a día contribuyen de forma muy importante al desarrollo y el progreso, económico, social y cultural del medio que han escogido para realizar sus proyectos de vida. Quien escribe ha crecido en un pueblo de escasos 200 habitantes y ha visto a su madre y a las madres de su entorno pelear porque sus hijos pudieran tener los mismos servicios que aquellos que vivían en núcleos más grandes.
Su ejemplo ha calado en sus hijas e hijos, muchos de los cuales hemos decidido también quedarnos a vivir en ‘el campo’. Y ahí están, por ejemplo, en Castilla y León muchas madres luchando con uñas y dientes para que no se cierren consultorios como pretende el gobierno cierrapueblos de la Junta (de PP y Ciudadanos); exigiendo a su consejera de Sanidad, Verónica Casado, una dotación adecuada de pediatras en los centros de salud; movilizándose para que no se cierren aulas en los colegios rurales agrupados o denunciando donde sea necesario la falta de personal docente. Su tenacidad sigue consiguiendo triunfos.
Pero su lucha debe ir siempre acompañada de un reconocimiento, un respaldo que les permita poder vivir de sí mismas, de su propio trabajo, creando entornos favorables que se lo permitan. Esto es algo tan importante que la ONU lo ha incluido dentro de sus Objetivos del Milenio. Dentro del Objetivo 5, Igualdad de Género, la meta 5a) habla de “reformas que otorguen a las mujeres igualdad de derechos a los recursos económicos, así como acceso a la propiedad y al control de la tierra y otros tipos de bienes, los servicios financieros, la herencia y los recursos naturales, de conformidad con las leyes nacionales”. En este sentido, España sí ha hecho los deberes. En 2011, el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero aprobaba la Ley 35/2011 sobre titularidad compartida de las explotaciones agrarias. Esta norma, altamente demandada por los colectivos y asociaciones de mujeres del mundo rural, ha sido clave para el reconocimiento y la equiparación de derechos de las mujeres en el sector agrario y su protección de la Seguridad Social.
Lo escribía el pasado 15 de octubre: si ser mujer es ya un hándicap, serlo en el mundo rural lo es todavía más. Por ello, no puedo terminar este texto sin reconocer el trabajo que las organizaciones de mujeres de carácter progresista realizan desde hace años en defensa de la igualdad de derechos, así como en la transformación y mejora de las condiciones y calidad de vida en el medio rural. Su labor en materia de formación, integración o asesoramiento a la hora de emprender es clave para contribuir al empoderamiento de las mujeres del mundo rural. ¡Queda mucho recorrido, pero estamos en el camino! Está en nuestra mano seguir avanzando y no permitir que los sectores más reaccionarios y los partidos en los que se agrupan vuelvan a llevarnos a la servidumbre y el ostrascismo.