No hace mucho, en términos históricos, financieros y políticos asesinos consiguieron inducir al suicidio a millones de personas que cayeron víctimas de sus consignas permitiendo la destrucción de las sociedades en las que convivían...
🔴 Del Blog de María Mir Rocafort para La Hora Digital
Cada cual tiene derecho a hacer con su vida lo que quiera, hasta a ponerle fin si decide que ya no quiere vivir. Nadie tiene derecho a juzgar a quien decide acabar con su trayecto en este mundo. Esa decisión merece, al menos, que el juicio guarde un respetuoso silencio, el silencio que impone el misterio absoluto de un alma humana.
Inducir a otro al suicidio es otra cosa; es asesinato. La carga de subjetividad que tiene semejante crimen no permite incluirlo en el código penal, pero objetivamente se trata de asesinato porque el asesino, en estos casos, emplea a fondo sus facultades para convencer a la víctima de que no vale la pena seguir viviendo, por lo que debe acabar con su vida. Es esto lo que ocurre en casos extremos de maltrato psicológico que acaban con el suicidio de la víctima. El asesino nunca tendrá que pagar por su crimen ante un tribunal. Solo la víctima podría declarar los ataques perpetrados contra su alma; ataques que hicieron su sufrimiento insoportable llevándola a matar su cuerpo.
Hay otro tipo de inducción al suicidio que podría llamarse inducción al suicidio social. Hoy nos enfrentamos todos, en el mundo entero, a grupos organizados de individuos que intentan privarnos, de diferentes modos, de todo cuanto nos permite vivir dignamente una vida humana. Parapetados tras sus escudos de financieros y políticos respetables, esos individuos están empleando todas sus facultades y todo su poder para inducir al suicido a sociedades enteras de hombres y mujeres tan vulnerables como todas las víctimas de maltrato psicológico que no saben o no pueden defenderse.
Quien piense que se trata de una exageración que se lo pregunte a la historia. No hace mucho, en términos históricos, financieros y políticos asesinos consiguieron inducir al suicidio a millones de personas que cayeron víctimas de sus consignas permitiendo la destrucción de las sociedades en las que convivían. Millones de esas personas fueron asesinadas en dos guerras mundiales. Antes de que las balas y las bombas acabaran con sus cuerpos, los financieros y políticos asesinos ya habían destruido las sociedades en las que convivían esas personas arrebatándoles la libertad, instilándoles el miedo a la democracia, el miedo y después el odio al vecino.
La racionalidad y lo mejor de los hombres y mujeres que quedaron tras aquellas orgías de odio y destrucción consiguieron vencer a los asesinos, pero no definitivamente. La ambición sin medida volvió a crecer en el alma de aquellos que son incapaces de evolucionar al estado de seres humanos. Hoy vuelven a proliferar los grupos de financieros y políticos que emplean todas sus facultades para destruir cuanto se opone a sus intereses, y lo que se opone a sus intereses es el bienestar de todos los demás. Esos grupos no conciben la sociedad como un conjunto de personas que trabajan para poder vivir una vida digna. Quieren una sociedad de zombis que trabajen para servir a su ambición, a sus intereses.
Otra vez, quien crea es una exageración que eche un vistazo a las sociedades que hoy sufren el maltrato de dictadores encubiertos. No hay que ir muy lejos. Tras una campaña de flagrantes mentiras, los financieros y políticos asesinos convencieron a la mayoría de los británicos para que salieran de Europa. Europa les costaba dinero, les dijeron, omitiendo que Europa es una garantía para la democracia de sus sociedades, para la libertad de sus ciudadanos, para un comercio justo y una justicia social que permita avanzar hacia la igualdad. Pero si el Reino Unido parece muy lejano; si parece que la división de su sociedad y el peligro que acecha a sus instituciones tienen poco que ver con nosotros, volvamos la vista a España.
Otra Campaña Electoral
Hace un par de días era 11 de septiembre, supuesta Diada de Cataluña. Supuesta porque ese día, que debería ser festivo para todos los catalanes, se lo han apropiado unos políticos que intentan inducirlos a todos al suicidio social. A base de mentiras, iguales en el fondo a las que engañaron a los británicos, los políticos independentistas utilizaron el sentimiento de independencia para conseguir que los catalanes exigieran separarse de España. Solo consiguieron convencer a la mitad, pero eso no les desanimó. Gracias a la ley electoral, ocuparon las instituciones y desde la Generalitat y el Parlament, excluyeron a los catalanes desafectos. La sociedad catalana vive hoy partida por la mitad mientras un grupo de financieros y políticos supuestamente independentistas siguen induciéndola al suicidio a sabiendas de que la defensa de sus propios intereses solo puede causar odio y destrucción. Ayer, una multitud de burgueses celebró su diada con alegre espíritu de romería, luciendo camisetas para la ocasión, envolviéndose en banderas separatistas. No había entre ellos los miles de pobres, de enfermos y discapacitados sin asistencia, los niños que hoy no han podido estrenar ni ropa ni mochilas en su primer día de clase, los padres que hoy se han levantado con la angustia de no poder dar a sus hijos un desayuno decente. Nada ni nadie recordó a los manifestantes que Cataluña se encuentra a lo último de la fila del gasto social por decisión de los políticos que les engañan. Nada ni nadie empañó la fiesta de esos catalanes tan preocupados por la independencia que no exigen a sus políticos y a sus asociaciones afines nada que no tenga que ver con manifestarse de vez en cuando para sentirse independentistas de bien.
Pero no fue esa manifestación la prueba más escalofriante del suicidio colectivo al que un grupo de financieros y políticos quiere inducir a todos los españoles. Ayer se presentó el presidente del gobierno en funciones a dar cuenta en el Congreso de los asuntos tratados en el Consejo de la Unión Europea. Dio buena, exhaustiva cuenta. De principio a fin, Pedro Sánchez introdujo cada uno de los asuntos que trató en su discurso refiriéndose a las personas. Pedro Sánchez enfocó todos los asuntos tratados en el Consejo, todos los objetivos de la política europea y española desde el fundamento de la justicia social, de la igualdad. Frente a aquellos que invocan a España por conveniencia como si fuera una cáscara vacía, Pedro Sánchez habló del territorio en el que vivimos los españoles intentando conseguir la felicidad, que es el fin de toda vida humana.
Ni Pablo Casado ni Albert Rivera ni Pablo Iglesias pusieron a las personas como objeto de sus respuestas a Pedro Sánchez. De lo que se deduce que ninguno de los tres comparte la convicción de que el bienestar de los españoles es un fin superior a cualquier consideración política, ambición personal, interés de partido; de que el bienestar de los españoles depende de un gobierno con plenas facultades que pueda trabajar toda la legislatura con estabilidad. De lo que cabe suponer que su terquedad o lo que sea obligará a los ciudadanos a votar otra vez.
Otra vez volveremos a asistir a una campaña electoral en la que volverá a hacerse evidente que Pedro Sánchez es el enemigo a abatir por los líderes de los partidos de la oposición. Quien no quiera sucumbir a las falacias y mentiras que volverán a extender los que amenazan nuestro modo de vivir, que empiecen por preguntarse por qué. Basta escuchar el discurso de su comparecencia y las respuestas de todos los demás para descifrar el misterio.